domingo, 29 de septiembre de 2013

“LA NACIÓN ES LEÓN, PERO NO CASTILLA” (ORTEGA Y GASSET).


         Pues sí la frase que da título a este artículo no es de un leonesista recalcitrante, ni tan siquiera es de un leonés. Esa frase la podemos encontrar en la obra de Ortega y Gasset “la rebelión de las masas” concretamente en el capítulo 7 de la segunda parte de dicho libro. La cita completa a la que hacemos referencia dice “Primero la nación parece la tribu, y la no nación, la tribu de al lado. Luego la nación se compone de dos tribus, más tarde es una comarca, y poco después es ya todo un condado o ducado o reino. La nación es León, pero no Castilla; luego es León y Castilla pero no Aragón”.

            Ni Ortega, ni yo mismo defendemos el aplicar hoy el concepto de nación a León. Creo mucho más apropiado el de Región Leonesa en el marco unitario y solidario de la nación española. Por mucho que se empeñen algunos no es ni una lengua ni una comunidad de sangre lo que define una nación. Es excepción y no regla cuando un marco territorial nacional es coincidente con un marco idiomático. Los ejemplos podrían ser innumerables pero podría bastar el de Suiza donde se hablan tres idiomas el alemán, el francés y el italiano, mientras el idioma suizo no existe como tal. Sin embargo no por ello nadie discute la identidad nacional de Suiza. Decía Ortega que “ni la sangre ni el idioma hacen el Estado nacional; antes bien, es el  Estado nacional quién nivela las diferencias originarias del glóbulo rojo y su articulado. Y siempre ha acontecido así. Pocas veces por no decir nunca, habrá el Estado coincidido con una identidad previa de sangre o idioma. Ni España es hoy un estado nacional porque se hable en toda ella el español, ni fueron Estados nacionales Aragón y Cataluña porque un cierto día arbitrariamente elegido coincidiesen los límites territoriales de su soberanía con los del habla aragonesa o catalana”.

sábado, 21 de septiembre de 2013

DEL “YO PECADOR” A LAS CULPAS SON “DEL OTRO”.


 

            Decíamos en nuestro libro “Irresponsables” que “Somos muy poco dados a buscar en nosotros mismos los errores que se hayan podido cometer y es mucho más fácil y cómodo encontrarlos en el adversario. Así se hace complicado avanzar en las soluciones pues los cambios que demandamos los deben de hacer otros”.

            Nos reafirmamos plenamente en esas palabras. Es una evidencia que nuestro medio social es crítico con los demás a los que se tiende a culpar de todos los males posibles y se ejerce en muy poco grado la autocrítica.

            Dando un paso más en este análisis y buscando los factores que han podido desencadenar esas actitudes hemos encontrado uno especialmente importante, la pérdida de influencia de la cultura católica en el medio social.

            Hemos de tener en cuenta que en la cultura católica se nos enseñaba a examinarnos a nosotros mismos al objeto de ver cuál podían ser nuestros errores o “pecados”. Es la oración que empieza diciendo “Yo pecador, me confieso a Dios…” o el mismo sacramento de la confesión en la que de modo regular cada uno se acercaba a confesar sus pecados. Había un examen continuado de nosotros mismos y unas pautas guía para poder realizarlo.

            En esa cultura católica hay también un “propósito de la enmienda” y una penitencia a cumplir como reparación de esos pecados. ¿No es esto algo que se echa en falta en la sociedad actual? En nuestra opinión claramente es así. Diríamos que nuestra sociedad se muestra en exceso prepotente, le falta la humildad de saber reconocer los errores propios. Desde el “no reconocimiento” de los propios errores hay poca disposición a aceptar cualquier penitencia. El propósito de enmienda parece que se lo pedimos a los demás ya que a nosotros no nos hace falta.

            Entendemos que al perder fuerza las referencias religiosas en nuestro medio social ello ha supuesto el que también se han perdido los hábitos asociados al auto-examen ético. En teoría podríamos decir que estos modos de conducta se podrían ejercer también sin necesidad de profesar la religión católica. Diríamos que tal vez si, en teoría, pero no en la práctica. No hay una institución sustitutiva que promueva esos modos de conducta entre los no creyentes. En realidad se nos vendría a decir que ese examen lo necesitarán otros pero no nosotros (que estamos cerca de la perfección).

            Creo que hay pocas dudas en reconocer el papel y la influencia de la religión en la evolución del medio social. Recordamos como en su momento Max Weber nos hablaba del papel jugado por “la ética protestante en el origen del capitalismo”. En ese sentido parece claro que la pérdida de influencia social de la iglesia católica también tiene consecuencias para el devenir de nuestra sociedad. Por lo mismo será necesario conocerlas, valorarlas para luego tratar de modificar aquello que podamos considerar susceptible de mejora.

            La crisis social actual va bastante más lejos de lo que son variables puramente económicas y se extiende hacia unos modos de conducta inapropiados que se hace necesario cambiar en profundidad. No sólo tiene componentes éticos (que también) sino que se extiende a unos modos de conducta más generales (como a valorar el sentido de la medida, a abandonar las conductas en exceso individualistas, a evitar la excesiva sobreprotección…)

            En este medio social la comodidad gana cada vez más peso como criterio guía en las conductas. Decíamos en nuestro libro que “Una sociedad responsable es aquella que premia el esfuerzo por mejorar sus condiciones de vida en el más amplio sentido de la palabra. En ese sentido es necesaria una sociedad dinámica que ponga en valor, tanto en el plano social como en el personal, ese esfuerzo”. En la religión católica (aquí habría puntos en común con otras religiones)  esa cultura se traduce  en que se demanda a la persona el esfuerzo por mantener unos determinados modos de conducta y que ello supondrá el premio de la vida eterna, del cielo o del castigo del infierno en caso de no haberlos seguido adecuadamente en su vida. En definitiva se demanda un esfuerzo y se ofrece una recompensa importante por hacerlo o un castigo por la desviación en esas formas de comportamiento. Es además algo que se extiende al conjunto de los creyentes y no es privativo de una determinada empresa, de una asociación…

            Hoy diríamos que  hay poca disposición al esfuerzo por cuanto tampoco las personas encuentran motivos de recompensa suficiente para actuar de uno u otro modo. Así estamos en una laxitud moral que se promueve también desde los medios de comunicación. Se difuminan las diferencias entre lo que es bueno y lo que es malo. Pérez Reverte hacía alusión a ello en alguno de sus artículos y tomaba en ese caso el referente de las películas. Así nos decía que ya no había “malos de pata negra”.  Tenemos incluso que se llega a presumir de “ser malo”. El “bueno” lo tendemos a aproximar al “tonto” y al “viejo”. El “malo” es el “listo” y el “moderno”. Así, como nadie quiere ser ni tonto ni viejo pues prefiere que se le asimile a los valores de modernidad. Es como si “los buenos” tuvieran prohibido disfrutar de los placeres de la vida, que quedarían para los que evitan cualquier norma ética.

            Para mejorar hay algo que debemos cambiar. En ello es necesario conocer tanto lo que es la descripción de ese medio como las causas asociadas a esos modos de conducta. Este artículo quiere colaborar en esa dirección.

                                               David Díez Llamas

                                         

domingo, 1 de septiembre de 2013

¿CONTROL O PRODUCCIÓN?


                En mi opinión en los últimos tiempos estamos asistiendo a que se prima el control sobre la producción. Hay que anotar lo que se está haciendo en cada momento con el supuesto objetivo de dar información a la dirección de la empresa de cara a hacer sus presupuestos. Claro que mientras se dice lo que se está haciendo,  no se produce. Este sistema desincentiva a los trabajadores y les anula en su capacidad de iniciativa. Simplemente hay que seguir unos pasos marcados. La responsabilidad entonces recae o al menos debería de recaer en aquel que marca las directrices que los demás deben de limitarse a seguir.

 

                Creo mucho más en la dirección por objetivos. Alcance usted tal objetivo, consiga usted que los clientes estén  satisfechos, que se propicien nuevos pedidos... Y haga lo que le dé la gana para conseguirlo. La responsabilidad se ejerce desde la libertad. El estímulo en alcanzar metas se debe favorecer  en base a conductas que favoreciendo a la empresa también recaigan en aquellos que logran esos objetivos. El control debería ser mucho más sobre los resultados alcanzados que sobre los procesos a través de los que se logran. Es especialmente grave que ese control se haga de modo mecánico y desde el desconocimiento.

 

                Cuando venta y producción son departamentos sin conexiones suficientes, la empresa en cuestión no funciona adecuadamente. Son muchas las veces que desde el desconocimiento de la materia se imponen estructuras que luego se hace necesario modificar. Hay un cierto hábito de que el comercial cobre comisiones en función de lo que factura y no en función de los beneficios que genera su venta. Es un buen camino hacia el despropósito. Se vende un producto que genera beneficios al comercial que lo ha vendido, pero pérdidas a la empresa.

 

                Una línea lo más directa posible entre la parte productiva y el cliente tiende a resultar beneficiosa para ambos. En demasiadas ocasiones se oye pero no se escucha y en otras aún cuando se haya escuchado, no hay preocupación por trasmitirlo posteriormente a aquel o aquellos que deben ejecutar esos requerimientos.

               

                No quiero decir que el control en el ámbito económico y empresarial sea algo innecesario. Lo que rechazo es que se haga a costa de mermar la capacidad productiva de una empresa. La libertad se asocia a ilusión y ello es un motor de desarrollo fundamental en cualquier empresa. Desde la prepotencia se estimulan esos mecanismos de control que van en la línea de que "aquí el único que sabe y piensa soy yo (o nosotros)". El liderazgo se ejerce desde la adhesión de voluntades, cuando lo es en función únicamente del dinero aportado en la estructura de la empresa, se corre el riesgo de que esa estructura quiebre.  

                                                               David Díez LLamas