He tenido la
oportunidad de leer el último libro de Juan Pedro Aparicio sobre “nuestro
desamor a España”. Yo diría que ese ensayo es ante todo un intento de rescatar
la historia de España de aquellas versiones que se han basado más en la
propaganda interesada que en el rigor. No deja uno de asombrarse que
historiadores de reconocido prestigio hayan falseado la historia hasta tal
punto que han cambiado los documentos originales y hasta la fecha en que se
data para que todo se adapte a lo que son sus propios criterios . ¡Que la
historia no se ajusta a mis planteamientos, pues nada cambio la historia y dejo
a salvo mis propias posiciones!
Ese “secuestro” de la historia de
España, no es algo que se haya producido en el pasado sino que se extiende
hasta nuestros días. Eso supone que hay villanos a los que se hacen héroes (El
Cid por ejemplo) y héroes a los que se hacen villanos (como Bellido Dolfos). Se
ha construido buena parte de nuestra historia sobre la base de unos cantares de
gesta que estaban hechos para difundir las loas de alguien (podríamos decir que
eran las campañas publicitarias de la edad media). El autor del cantar recibía
la recompensa correspondiente de aquel al que se elogiaba. Vamos eran como la
Fundación Villalar de hoy, encargada de glosar y difundir la interpretación de
la historia que le dictan desde el poder autonómico. Los tiempos no han
cambiado tanto.
El libro de Juan Pedro nace desde la
independencia y es todo un mérito que desde ella haya conseguido el
reconocimiento del premio internacional de ensayo Jovellanos. La libertad de
criterio ha tenido al menos una cierta recompensa.
En la construcción de España ha habido
dos modelos en lucha. Uno de ellos lo ha representado Castilla y ha estado
amparado por el nacional catolicismo (como se explica en detalle en este
libro). Es un modelo uniforme que rechaza la diversidad de culturas y desde
luego de religiones. Que ha buscado el apoyo de la nobleza y que prima el valor
de la espada como factor aglutinador. El pueblo
simplemente debe obedecer a aquellos a los que tienen las riendas del
poder y las armas. Hay una verdad que el Papa define como tal y todos los demás deben seguir esa doctrina (a
riesgo de penas de excomunión como le ocurre a Alfonso IX). No difiere
demasiado ese planteamiento del que tiene actualmente el ISIS. Ello explica
entre otras cosas las cruzadas o el propio concepto de reconquista.