martes, 19 de junio de 2018

Esencias sin presencias.




          Diría que en general los regímenes totalitarios  se han basado en definir unas ciertas “esencias” y de excluir a todos aquellos que consideraban que no cumplían esos criterios. Era la raza aria ente los nazis, pero también “lo proletario” en el régimen de Stalin. La barbarie uniformadora y excluyente ha llevado desde el exterminio de razas hasta considerar despreciar la música de Beethoven o Mozart por cuanto se pensaban propias de la burguesía.

            La libertad va muy unida a la pluralidad. Diría que sólo desde el respeto al que es o piensa de forma distinta, se pueden establecer marcos de convivencia democráticos.

            Los “esencialistas” han tratado de conceptuar el contacto con los demás como algo negativo. Para ellos no hay más verdad que mi verdad y hay que evitar que se pueda “contaminar” con otros, a los que se vendría a definir como portadores de todo tipo de “plagas”. A menudo ello ha venido acompañado de teorías supremacistas y xenófobas. La superioridad de cualquier tipo la encarnan ellos y los demás vendrían a ser alguien a quién someter. Esa concepción ha sustentado múltiples barbaries en diferentes ámbitos geográficos.

            En mi opinión  esas concepciones totalitarias y esencialistas están presentes en esos movimientos que postulan el “tourist go home”. Son aquellos que ven al visitante como una amenaza y que buscan un marco territorial de “esencias sin presencias”. Diríamos desde su percepción tampoco los que viven en ese territorio cumplen sus propios criterios. Entonces no sólo hay que excluir al que llega sino que también esa exclusión se extiende a aquellos que viviendo en ese medio, no cumplen  su propia definición de lo que son las esencias.

            No deja de ser un dato el que en su delirio “esencialista” manchen con sus pintadas lo que son los símbolos de ese territorio al que pertenecen y al que supuestamente quieren defender. El respeto ni al otro ni al medio forman parte de esta cultura “esencialista”.

            En esta filosofía no deja de darse un sentido elitista. Las “masas” molestan. En ese sentido también se ha querido diferenciar al “viajero” del “turista”. Pero claro “los viajeros” en diferentes épocas y momentos de la historia eran personas con un alto poder económico que podían dedicarse a viajar durante largos períodos de tiempo en base a que sus ingresos se lo permitían. El “turista” por el contrario acorta sus tiempos de desplazamiento y también los momentos en que puede viajar. Diría que en buena medida el turista es “la democratización del viajero”. Curiosamente desde posiciones de izquierda es donde en mayor medida se ha criticado que ese acceso al viaje que extienda a las clases populares y no sea algo privativo de las más pudientes. Que nadie olvide que “lo exclusivo” en cualquier ámbito (diseño de ropa, hoteles…) va unido a “poder económico”, por su alto coste.