sábado, 30 de marzo de 2019

EL VALOR DE LA LIBERTAD EN LA PERSONALIDAD LEONESA.





         

            Hace un tiempo me propuse reflexionar sobre los rasgos que vienen a caracterizar la personalidad leonesa a lo largo de su historia. Todo ello desde el convencimiento de que los rasgos esenciales del ser humano son comunes a la propia especie. Somos iguales, pero también diferentes. No seremos únicos pero tampoco somos clones.

            Al final esas reflexiones derivaron en un libro “la personalidad leonesa” que en su momento se editó en forma de trilogía conjuntamente con “el proceso autonómico leonés” y “la identidad leonesa”.

            En mi opinión uno de los rasgos que viene a definir esa personalidad leonesa es precisamente el valor que concede a la libertad. El leonés gusta de gozar de su libre albedrío y es poco proclive al sometimiento a una norma determinada. No creo casual que en la historia leonesa se puedan encontrar grandes referentes políticos tanto en el anarquismo (Durruti, Pestaña, Abad de Santullan) como en el liberalismo (Gumersindo Azcarate, Díaz Caneja, Pío Gullón o Fernando Merino). Desde diferentes ópticas ambas corrientes ponen en valor la defensa de las libertades personales frente a todo aquello que busca la regulación social.

            El distanciamiento frente a los reguladores es especialmente importante cuando los leoneses no han participado en la creación de la norma. El premio nacional de poesía Juan Carlos Mestre hacía referencia a esa forma de pensar y sentir cuando afirmaba “me dirijo a los que se niegan a obedecer y dicen soy libre”.

            A la vez podríamos decir que el leonés compagina ese espíritu libre con un aire muy contenido en sus formas de expresión. Diríamos que es una libertad que se expresa más desde el ámbito individual que desde el social. Con ello pierde gran parte de su “potencial revolucionario”.

            Así tenemos que el valor de la libertad en el leonés va muy unido a otro rasgo importante de nuestra personalidad como es el individualismo. No es nada fácil que los leoneses se unan en un proyecto común. Somos más amigos de “ir por libre” aunque ello muchas veces perjudica el alcanzar las metas que se pretenden conseguir. Así podemos ver la dificultad de los leoneses para establecer agrupaciones sociales que sean perdurables en el tiempo.

            Ese valor de la libertad se puede visualizar perfectamente si repasamos algunas de nuestras tradiciones. En el eterno debate entre “foro u oferta” recoge año tras año el que la ciudad hace entrega de unas determinadas ofrendas al cabildo como un acto “libre” (como oferta) mientras que la representación eclesiástica lo recibe como obligación (como foro). Otro ejemplo de esa defensa de las libertades se da en la rebelión frente al tributo de las cien doncellas.

            Sánchez Albornoz en su obra “Sobre la libertad humana en el reino Astur Leonés hace mil años” dice textualmente “mientras en tierras asturianas y galaicas es posible documentar numerosos siervos e incluso abundaron en tierras portuguesas…en la zona leonesa hallamos muy pocos testimonios de población servil”. Diríamos que ese valor que los leoneses dan a las libertades es algo que se ha ido sedimentando a lo largo de su propia historia.

            Ese afán de defensa de las libertades unido a la condición de personas individualistas ha llevado a que el leonés no haya sido nunca especialmente amigo de delegar el poder en otros. Se podría decir que tampoco la experiencia de haber delegado ese poder ha sido especialmente positiva. No hay más que recordar lo que fue en su momento la actuación de Rodolfo Martin Villa en el proceso autonómico leonés.

            En los concilium que se recogen en el Fuero de León o en los concejos se puede ver el deseo de los leoneses de decidir por ellos mismos sus asuntos sin necesidad de intermediarios. Se puede decir que en nuestro derecho consuetudinario se tiende a primar la libertad del individuo siempre y cuando no lo sea en oposición a los derechos de la colectividad. El leonés viene a decir que si algo afecta a unas determinadas personas, son esas personas las que deben establecer las normas y no someterse a dictámenes que le son ajenos a ella.

            Esa defensa de las libertades también ha tenido su plasmación en el plano sexual. El instituto de sanidad de los Ángeles sitúa al condón maragato como precursor del preservativo. La cohabitación prematrimonial se recogía en costumbres como la “ceiba” o “el devotu”.

            La búsqueda de la libertad fuera de esas normas reguladoras la podemos ver en los filandones que fueron duramente criticados por algunos curas y obispos que los consideraban “conciliábulos de murmuración y pecado”.

            Podríamos decir que a día de hoy ese carácter leonés un tanto anárquico se deja ver incluso en el tránsito peatonal por sus calles y en la actitud de muchos peatones ante los semáforos. El individualismo leonés hace que esa defensa de las libertades se pueda ver en mucha mayor medida en los planos individuales que en los sociales. Sería una forma de “resistencia pasiva” (tal vez en exceso) ante las imposiciones.

domingo, 17 de marzo de 2019

“LOS OTROS ESPAÑOLES”.




          Al hablar de los “otros españoles” me refiero a aquellos que habiendo dado su vida por España no se hubieran sentido identificados ni con las proclamas ni con los partidos que promovieron la convocatoria de la plaza de Colón en Madrid. No, no es ninguna exageración, hay que recordar que durante muchos años concejales y cargos  del partido socialista fueron asesinados por pertenecer a un partido “español” (como también lo fueron otros del PP). Desde luego ni ellos, ni sus sucesores merecen los insultos y las palabras altisonantes que se han escuchado en esa concentración.

            Hay también “otros españoles”  que se emocionan con las victorias  de equipos o deportistas españoles. Los que van a festejar esas victorias y se entristecen con las derrotas. Esa unidad en el sentimiento puede expresarse desde identidades políticas no sólo distintas sino hasta opuestas. El español es monárquico y republicano, conservador y progresista, comunista y liberal… Reducir España y los españoles a un determinado espectro político es contribuir a erosionar España y lo español. Diría que de hecho aún padecemos el que la imagen y la bandera de España para algunos representa el franquismo.

            El llevar lo español a ese reduccionismo político es un buen aliado de las fuerzas independentistas. Esa imagen excluyente actúa como un factor que impulsa que el rechazo a esos modelos políticos se vincule a un rechazo a España. No es casualidad que en los puntos que Torra presentaba a la supuesta negociación con Sánchez, había reiteradas referencias al franquismo y acusaciones de “democracia no consolidada” al sistema español. A Torra le interesaba  difundir esa imagen. Sin embargo hay que recordar que en el índice mundial de “democracia” que elabora The Economist, España es uno de los 19 países que aparecen como “democracia plena” (sobre un total de 167 países). Supera en ese índice a países como Francia, Italia o Estados Unidos (entre otros muchos). Pero claro esa imagen de la España democrática no es algo que le interese difundir a Torra. Por eso los aparentemente contrarios se convierten en aliados.

            Creo en la unidad que se construye desde la aceptación de la pluralidad, de las diferencias en los modos de pensar y de ser. Hay que evitar que la imagen de España se vuelva a asociar un marco ideológico determinado. Entiendo que ello también debe  tarea de las fuerzas progresistas el evitar esa apropiación de los símbolos españoles. No creo que sea lo más conveniente establecer debates sobre los colores de la bandera española. Con independencia de que alguien considere como la mejor forma de gobierno de España la república ello no debería suponer que ponga en cuestión los colores de la bandera española. Sería volver a dividirnos en facciones en función del tipo de opción política que se defienda.

            Los independentistas catalanes están tratando de imponer sus propias posiciones al resto de los catalanes. Por mucho que se hayan referido al diálogo, no han mostrado signos de flexibilidad y plantean exigencias que resultan inasumibles. La inestabilidad política ha llevado a quebrar modelos de convivencia social y ha supuesto importantes fugas de empresas. Es propio de aquellos que superponen las identidades territoriales a lo que pueda ser el bienestar de la ciudadanía.

            Los modelos uniformes (como el de los impulsores de la manifestación de Madrid) al final generan división. Se lanzan acusaciones que luego son incapaces de justificar. Cuando a un dirigente del PP (Borja Semper candidato a la alcaldía de San Sebastián) le pregunta un periodista “¿En que ha cedido Sánchez?”, responde “El problema es que no lo sabemos, lo intuimos”. Habría que recordar que también la guerra de Irak se lanzó en base a que alguien “intuía” que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, aunque luego se pudo comprobar que no era cierto. Es lo que se denominaba “guerra preventiva”

            Hay demasiados puentes rotos que se hace necesario reconstruir. La propia dinámica política lo exige. Es claro que ningún partido por sí mismo va a lograr los votos suficientes para poder gobernar en solitario. Por ello mismo los pactos son una exigencia social. Para llegar a ellos no es el mejor camino las descalificaciones tratando de obtener una rentabilidad electoral. España debe estar por encima de los intereses partidistas, no debe ser una mera estrategia para alcanzar el poder.

            Creo en la España plural en la que cabemos todos. Desde esa concepción habrá que entender que los caminos son distintos y que las propuestas de solución a las diferentes cuestiones no van a ser iguales. Sin embargo desde el convencimiento de que nadie posee toda la verdad, es necesario el respeto al diferente. Especialmente en las situaciones complejas y difíciles como la actual, se hace especialmente necesario ese esfuerzo hacia la unidad. La prosperidad económica está especialmente asociada a todo ello. No hay que olvidar que mientras en Alemania el progreso económico tiene buena parte de su fundamento en la unidad política entre diferentes, en otros países las divisiones están llevando a deteriorar el bienestar de su ciudadanía. Esperemos que logremos lograr recuperar la “unidad plural” que nos conduzca a la prosperidad.