domingo, 26 de mayo de 2019

AQUÍ ESTAMOS, LA REIVINDICACIÓN LEONESA.





          Hace ya muchos años está vigente el proyecto de Martin Villa de crear una autonomía de Castilla y León que sirviese de dique de contención a los nacionalismos periféricos. Era su teoría de contraponer unas “fuerzas centrípetas con otras centrifugas”. Para avanzar en ese proyecto se obviaba no sólo a la ciudadanía leonesa, sino que también a los propios miembros de su partido. De hecho, cuando UCD fracasa y Martin Villa deja la política activa, la Diputación de León trata de dar marcha atrás y adopta un acuerdo (por 20 votos favorables y 4 contrarios) en los que se demanda salirse del actual marco autonómico y constituir una autonomía propia en el conjunto de España.

            Muchas veces se ha querido dar por “enterrada” esa reivindicación leonesa. Sin embargo, permanece en el tiempo y resiste los vaivenes que los diferentes acontecimientos le van deparando. Trasciende el marco político y entra de lleno en el medio social. La identidad personal y cultural de los leoneses no se borra simplemente por la ocurrencia que haya podido tener un político determinado. Uno diría que “si somos (leoneses), estamos (existimos)”. Es decir, hay una parte de ese reconocimiento de existencia que es también nuestra responsabilidad. Todo ello a pesar de los muchísimos los millones de euros que desde la Junta de Castilla y León se han gastado para dinamitar esa identidad. Los ejemplos son innumerables, pero por citar alguno, nos podríamos referir a la Fundación Villalar (caso único en el panorama español) o “Tierra de Sabor”. Se ha creado un marco institucional sobre el que se han apoyado luego los medios de comunicación y muchas empresas.

            En mi opinión no hay mayores dudas del fracaso del modelo que ideo Martin Villa. Por un lado, se puede hablar del fracaso político y para ello no hay más que ver cómo ha evolucionado el conflicto en Cataluña. Nadie podrá decir que ha sido efectiva esa contraposición de centro y periferia. Las cosas están sensiblemente peor de lo que estaban en aquel momento en que nace Castilla y León. Tampoco creo que se pueda dudar de los efectos económicos de la creación de ese marco autonómico. Para la Región Leonesa le ha supuesto despoblación, pérdida de condiciones de bienestar y ser ninguneados a nivel político y cultural. Creo que se han dado datos suficientes para justificar estas afirmaciones y no conozco a nadie que plantee que la creación de ese marco autonómico haya sido beneficioso para los leoneses.

            Llegados a esta situación nos encontramos con unos que nos dicen: Aun estando mal, es mejor dejarlo estar. Es lo que yo en alguno de mis artículos denominaba “el reino de los cementerios”. Otros sin embargo mantenemos que “los errores no caducan” y que si algo está mal hay que cambiarlo y corregirlo. No parece la mejor recomendación a un enfermo el “¡que se aguante!”. Lo que todos hacemos en esa situación es tratar de ofrecerle la medicación al enfermo para que se recupere. Diría que lo que sucede en el plano personal no es muy diferente de lo que ocurre en el plano social. La inacción no es la solución. A este “León enfermo” habrá que prestarle medicación para que se recupere.

            No deja de sorprender que incluso alguna persona que ha sido diputada en la anterior legislatura manifieste desconocer toda esta problemática. Incluso desde posiciones teóricamente de izquierdas que demandan cambios sociales, se justifica seguir en este marco autonómico por cuanto “cuando yo nací, ya estaba implantado”. Es decir, se aúna desconocimiento, alejamiento de las demandas de la ciudadanía y conservadurismo. Todo ello bajo un manto de posiciones teóricamente rupturistas y de izquierdas. Igual tienen que explicarlo, yo no lo entiendo.

            Vengo manteniendo que el debate “leonés” trasciende con mucho el de la delimitación autonómica. Es un debate sobre el modelo social y político de España. Si paseamos por las calles leonesas veremos referencias a las Cortes de 1.188 y a León como Cuna del Parlamentarismo. Los fueros de León, el Regnum Imperium Leonés o la implantación de los concejos nos da un corpus de un pueblo que ha primado la política como vía de encauzar el gobierno del medio social. Es un modelo de “unidad en la pluralidad” que contrasta con el que ha tenido históricamente Castilla.

            El modelo social castellano ha tenido un carácter en mayor medida vinculado al estamento militar. Incluso en su propia denominación o en el reconocimiento a través de las estatuas en sus calles del Cid Campeador. En la estrofa inicial del himno de León se dice “que antes que Castilla leyes, concilios, fueros y reyes dieron prestigio a León”. Si la analizamos esa estrofa, podemos ver bastantes cosas. 1/ El Reino de León se reconoce dentro de un marco “regional” 2/. Esa referencia es de contraposición frente a Castilla 3. / Esa reivindicación se hace en base a un marco político de “concilios y fueros”.

            El debate leonés es el debate de una España plural. Creo que decir ¡Viva León! es también decir ¡Viva la libertad! Necesitamos que el modelo social leonés se desarrolle y se eviten los de confrontación y que buscan la imposición. Queremos una España unida que conjugue la pluralidad con la libertad.

viernes, 10 de mayo de 2019

¿ALGO MÁS?




          Hemos asistido a algunas campañas excesivamente centradas en demonizar al adversario político. Diría que ello vendría a ser un signo de que tienen pocas cosas que proponer a la ciudadanía.

            Es posible que en el corto plazo, aglutinar el rechazo a determinadas personas, partidos o formas de actuar genere réditos electorales. Sin embargo, al final termina cansando. Uno de los ejemplos de esto mismo sería el que se ha dado con Podemos. El proyectar los papeles de Bárcenas puede resultar efectista pero también es cansino. El elector busca que el político le ofrezca programas de gobierno que mejoren sus condiciones de vida y las del conjunto del país. No puede ser que el único discurso sea el de “lo malo que son los otros”.

            A lo largo de los últimos años ha resultado demasiado habitual que los proyectos políticos se hayan fundamentado en echar “al otro” de la presidencia de gobierno. Ese “otro” ha podido tener diferentes nombres: Felipe González, Aznar, Rajoy y ahora Pedro Sánchez. Aquellos que se presentan a unas elecciones es legítimo que aspiren a gobernar, pero creo que en España (tal vez también en otros países) se ha hecho en exceso lo que podríamos denominar “política en negativo”. Es por eso que en este artículo nos centramos en demandar “algo más” de lo que vaya a ser la crítica al contrario político. Además de negar hay que afirmarse en los contenidos que queremos.

            Tal vez como contrapeso al independentismo catalán en la campaña electoral ha habido una gran referencia el concepto de España. Desde diferentes ópticas se han dado alusiones muy directas. En la campaña socialista (“la España que quieres”), en la de Ciudadanos, en la del PP y desde luego en la de Vox. De esos cuatro partidos tres mejoran los resultados que habían obtenido en las anteriores elecciones generales. En ese sentido el Parlamento resultante va primar en relativa mayor medida el propio concepto de España.