Hace nada menos que 1.000 años que se promulga el Fuero de
León que se reconoce como la primera ley territorial de España. Habrá personas que desde diferentes
especialidades nos hablen de lo que son sus contenidos. El objetivo de este
artículo no es ese. Por el contrario hemos querido ahondar en el trasfondo de
lo que significa en ese contexto, la
aportación de lo leonés a la idea general de España.
Para empezar es importante difundir la propia existencia de
unos fueros leoneses. Creo que es
bastante común considerar que los fueros eran algo exclusivo de otros
territorios que hacen apelación en sus instituciones al concepto foral (en las
Diputaciones o en el propio nombre de la Comunidad Foral Navarra).
Estos fueros leoneses eran un alegato en defensa de las
libertades frente a la arbitrariedad. El imperio de la ley protegía a la
ciudadanía de los caprichos de aquellos que consideraban que los demás debían someterse simplemente a su voluntad.
Ese poner limitaciones y establecer normas de conducta aplicables al conjunto
del medio social fue, en su momento, un avance social muy importante.
En el Reino de León, donde nacen estos fueros, es también
donde surge la cuna del parlamentarismo. Cuando el Reino de León es hegemónico
en el conjunto de España, se desarrollan las cortes y cuando pierde su
hegemonía, ese cuerpo legislativo va perdiendo progresivamente vigencia (las
cortes en general y no sólo las cortes leonesas como a veces se quieren decir).
Sin embargo existe una distorsión absoluta de la historia
leonesa y en consecuencia de la historia de España. Especialmente es así en las
series de divulgación como puede ser la titulada “el final del camino” que ha
programado TVE. Así se difunde una
imagen de los reyes leoneses profundamente negativa. Se olvidan que fueron esos reyes los que promovieron las primeras universidades de
España, los que favorecieron las libertades ciudadanas a través de este fuero
de León o la participación en la elaboración de las leyes promoviendo las cortes.
El poder se ejerce para deformar la historia y difundir una imagen falsa e
interesada de ella. Todo ello sucede ante el silencio de las propias
instituciones leonesas, lo que las hace en algún grado, cómplices de esos
desatinos.
Lo dice el himno, el prestigio del Reino de León viene a
través de “los concilios, fueros y reyes”.
Esto es algo que se plasma tanto en el callejero como en las conmemoraciones
(hace unos años de las Cortes y ahora de
los fueros). La promoción de la cultura y la educación vendría otra seña de
identidad que va desde promover las primeras universidades, hasta la Fundación
Sierra Pambley. Los leoneses presumimos
no tanto de héroes como de leyes.
El modelo leonés de España buscaba regular su diversidad sin
desvirtuar lo que es su unidad. Este modelo contrastaba muy directamente con el
que se propulsaba desde Castilla basado en un modelo más vinculado al ámbito
militar y por ello mismo a la uniformidad. El desplazamiento de la hegemonía
leonesa a la castellana supuso por un lazo el reforzar los avances militares y
por otro la pérdida de vigencia de las Cortes como institución.
La reivindicación de lo “leonés” y de nuestra historia ha
venido en gran medida asociada a la iniciativa privada. A personas que
dedicaron tiempo y esfuerzo a lograr ese reconocimiento. Es el caso de Rogelio
Blanco como impulsor de que la Unesco reconociese las Cortes Leonesas como
“cuna del parlamentarismo”. Por cierto en la cartelería que lo intenta difundir
se echa en falta una referencia a la Unesco. El logro es que eso es algo que
nos reconoce un organismo internacional de reconocido prestigio, algo que no
hacemos ver a nuestros visitantes. Otro ejemplo de cómo desde la iniciativa
privada se defiende y promueve la identidad leonesa es el de Juan Pedro Aparicio
y su ensayo sobre “nuestro desamor a España. Cuchillos cachicuernos contra
puñales dorados”.
La falta de instituciones propias y autónomas creo que está
detrás de ese importante vacío institucional en la defensa de “lo leonés” y de
la reivindicación de nuestra historia. Es un poco como el “estar durmiendo con
tu enemigo histórico”. No es que León y Castilla sean algo distinto en la
historia, es que han representado modelos opuestos. El triunfo de la
“Castiespaña” (que diría Aparicio) se hace ahogando a la personalidad leonesa y con ello desvirtuando
la historia, las veces que haga falta, para acomodarla al discurso dominante.
Diría que en la reivindicación leonesa deberían estar todos
aquellos que apelan a que la historia no se modifique en función de los
intereses del momento. No puede ser que convirtamos en héroes a mercenarios
(como El Cid) y en traidores a los que han liberado a su pueblo de un asedio
(como Vellido Dolfos). La historia no se puede escribir en base a los anuncios
publicitarios (como fueron unos cantares de gesta encargados para ensalzar a
los que los pagaban). Los fueros de León en su momento fueron un avance en la
conquista de las libertades ciudadanas.