viernes, 19 de marzo de 2021

LIBERTAD SIN CARGOS.

 


          El título de este artículo les recordará lo que podría ser la sentencia de un tribunal de justicia absolviendo al encausado. Sin embargo, el tema que pretende tratar, como verán, es bien distinto.

            En el momento que escribo estas líneas ha habido un pronunciamiento de unos 50 ayuntamientos favorables a una autonomía leonesa por tan sólo 9 que lo han hecho en sentido contrario. El resto sencillamente no se ha pronunciado. Esto supone una mayoría importante de votos favorables, que además suponen el 48,5% de la población. No se puede confundir el no votar con la oposición a una autonomía leonesa. Eso sería como si en cualquier referéndum el no voto se adscribiese a una de las opciones que se votan.

            Tanto en la presentación de las mociones, como en el voto favorable a una autonomía leonesa encontramos concejales de todos los partidos. Son muchos los ayuntamientos en los que sin contar con representación de UPL se ha presentado y aprobado esa moción leonesista. Así esas mociones han sido respaldadas por concejales del PP, del PSOE, de Vox, de Ciudadanos, de U. Podemos, de IU, Independientes y de UPL. Nadie puede dudar de que el apoyo a una autonomía leonesa es transversal y no cabe asociarlo a un determinado planteamiento ideológico.

            El que esa moción haya sido aprobada hasta el momento en esos 50 ayuntamientos en oposición a lo que son las directrices de esos partidos a nivel nacional es también algo único. Será imposible encontrar ni en España, ni en Europa un caso en el que 50 ayuntamientos voten en sentido contrario a lo que son las consignas de su partido. Además teniendo en cuenta que eso ocurre no sólo en un determinado partido, sino más bien en todos. Hay que recordar que las cúpulas de PP, PSOE o de Ciudadanos (por ejemplo) se han posicionado contrarias a modificar el mapa autonómico. Por ello creo que hay que dar mérito a esa rebelión ciudadana en forma de posicionamiento de muchos de sus concejales.

            No creo que sea casualidad que entre los pocos ayuntamientos que se han posicionado en sentido contrario encontremos “a los cargos”. Así la alcaldía de Cistierna la ocupa Nicanor Sen que fue en su momento senador y ahora es vicepresidente de la Diputación y portavoz del grupo socialista en esa Diputación. En el caso de La Robla su alcalde Santiago Dorado es Diputado de Hacienda en la institución provincial. En la ciudad de León el señor Silván cabe recordar que es senador y que anteriormente había sido Consejero en la Junta de Castilla y León. Podría pensarse que tras ello hay una cierta “recompensa” a seguir las directrices del partido. No hay que olvidar las muchas presiones que han sufrido otros concejales por dar primacía a lo que era el sentir de los ciudadanos que les habían votado sobre lo que pudieran decir sus respectivos partidos.

            Tal vez ahora entiendan el título de este artículo. He querido expresar con él que la libertad de elección en este proceso y en esas votaciones se vincula a “no tener cargos”. No creo que la ciudadanía de Cistierna o de La Robla opine de forma distinta a lo que lo han hecho los que viven en Riaño, en Boñar o en Cuadros. También ha quedado demostrado que el sentido del voto no depende de la pertenencia a uno u otro partido. Entonces la clave habrá que buscarla en otras cosas. Unos alcaldes han podido ejercer su libertad y recoger el sentimiento de sus ciudadanos. Otros han  preferido sujetarse a las directrices de sus partidos tal vez como el mejor método para sostener sus cargos.

            Ha habido otras explicaciones. En su momento un alto cargo del PP en Castilla y León venía a decir que “no es lo mismo los concejales de pueblo que los que viven en una ciudad”. Vamos era un poco como decir que entre sus propios concejales estaban “los listos, que vivían en las poblaciones con más habitantes” y los “un poco tontos, de las zonas rurales”. Los “listos” eran los que obedecían sus consignas y “los tontos” los que se oponían a lo que eran sus demandas. Luego se puede llenar uno la boca con proclamas de solidaridad con la España vaciada. A mi esas declaraciones han sido lo más parecido a un insulto y desde luego no creo que sea una explicación convincente de lo que ha sucedido.

            La rebeldía, en cualquiera de los ámbitos, siempre ha supuesto algún grado de sacrificio. Cambiar las cosas ha exigido muchas veces el perder bienestar personal para poder alcanzar un objetivo social. El apostar por la dignidad y ser representante de lo que desea la ciudadanía ha podido suponer restar posibilidades de escalar dentro de un determinado partido. Sin embargo en León son muchos los que han preferido “libertad sin cargos a cargos sin libertad”.  

domingo, 14 de marzo de 2021

LOS CAMINOS DEL LEONESISMO.

 

         

 

 


          Hace más de 40 años desde que el leonesismo (en esta última etapa) surge como movimiento de afirmación de la identidad leonesa y rechazo al marco autonómico impuesto de Castilla y León. En todo ese tiempo ha destacado el carácter cívico de esa protesta. No hay alborotos, ni contenedores quemados, ni agresiones, ni enfrentamientos… Podría decirse que el leonesismo sigue la máxima de “no hay caminos para la paz, la paz es el camino”. Uno piensa que todo ello encaja en lo que es la propia personalidad de los leoneses (más dados a hacer leyes que a las conquistas militares).

            Sin embargo durante bastantes años el Grupo Autonómico Leonés estuvo ilegalizado. Desde luego no por conductas incívicas de sus componentes. Más bien cabría achacarlo a la propia desidia de la administración o por la voluntad de callar la oposición al ente autonómico. Por cierto ante esa injusticia no vimos protestar a los que ahora lo hacen en apoyo a los predicadores de la violencia.

            El Grupo Autonómico Leonés logro una gran capacidad de movilización y apoyo social. Sin embargo si hoy preguntamos por GAL serían muchos más los que los identifican esas siglas con aquellos que mataban y asesinaban. Son las paradojas de las cosas. Se condena la violencia, pero a la vez se es altavoz de sus fechorías. Son muchas las veces en las que se da un mayor protagonismo a grupos de 200 personas que hacen actos violentos que a otras 80.000 o 100.000 que protestan de modo pacífico.

            Es habitual que se dé un gran protagonismo a los grandes núcleos de población donde se encuentran básicamente los centros de información. Lo hemos podido ver con la nevada de la borrasca “Filomena" en la que lo extraordinario más que su dimensión era que hubiera afectado principalmente a Madrid. Es como negar que todos los españoles somos iguales. Todavía ha habido algún insensato que justificaba la dedicación a Madrid de ese protagonismo en función de lo que era su aportación al PIB. Vamos era un poco el “tanto tienes, tanto vales” pero en versión territorial.

            Con este bagaje de historia resulta que todavía hay personas que vinculan el leonesismo con movimientos independentistas e incluso llegan a tacharnos de extremistas. Que paradojas. Aquellos que utilizan el insulto como argumento, se permiten tachar a los demás de lo que no son.

            En los recientes altercados en Barcelona he podido ver una pancarta que decía que “el pacifismo es inútil”. Yo desde luego no lo creo. Pero también demando que nunca se puedan alcanzar fines a través de actos violentos y que haya un desmarque nítido de ese tipo de actuaciones. La violencia termina haciendo daño a las causas que pretende defender. Es inaudito que aquellos que dicen defender la libertad de expresión sean los mismos que atentan contra algún periódico o periodista. Tal vez entiendan que la única libertad para expresarse deba ser la suya.

            Hay que establecer espacios para el debate y que este sea posible desde el respeto. Se puede ser muy crítico con determinadas actuaciones y no por ello perder la compostura ni las formas. El insulto lleva a una descalificación social sobre aquel que lo emplea.

            Soy de los que piensa que para vencer hay que convencer. Para ello es necesario tener argumentos o utilizar datos que justifiquen aquello que afirmas. Puede ser un proceso lento pero también creo que esas cosas poco a poco van llegando y que cuando llegan se consolidan en la forma de pensar de cada persona (les convence).  

            Desde el leonesismo siempre se ha actuado desde el respeto y ha mantenido actitudes cívicas. Otra cosa es que se haya posicionado de manera favorable a quitar el reconocimiento social en nuestro callejero a quien como Martin Villa ha atentado contra la identidad y la voluntad de los leoneses.

            Creo que el leonesismo debe seguir en ese mismo camino. Reclamaría que no se nos desvirtué con falsas acusaciones y también que se dé un mayor realce a los que actúan desde la “no violencia”. Defender la democracia es también hacerlo dando protagonismo más al número de personas que al número de actos violentos. Desgraciadamente no siempre es así en los medios.

            No sería ni la primera ni la será la última vez en que sean los violentos los que acusen de violencia a los demás. Queremos una sociedad justa, que se fundamente sobre principios de convivencia con el diferente (ya sea por su origen, condición económica o sexualidad). Esos han sido principios básicos del leonesismo y hoy lo siguen siendo. Esperemos que todos lo entiendan así.

¿NOS QUEDA LA PALABRA?

 


            Recuerdo que hace años Paco Ibáñez cantaba un poema de Blas de Otero que decía “nos queda la palabra”. Era la época en la que abundaban los cantautores y en que había una importante unión entre la poesía y la canción. No deja de ser un signo del cambio de los tiempos el que hoy haya menos cantautores.

            León Felipe en una de sus poesías decía “la palabra es el ladrillo para levantar la Torre…la Torre tiene que ser alta, alta, alta hasta que no pueda ser más alta”. Este poeta nació en la población zamorana de Tábara en 1.884 y se llamaba Felipe Camino Galicia de la Rosa. Sin embargo hoy todos lo conocemos como León Felipe. La referencia a León en su denominación probablemente tiene mucho que ver con el lugar en el que había nacido. Zamora se reconocía así como una parte de la Región Leonesa.

            Hoy cabría preguntarse si ¿nos queda la palabra? y si verdaderamente la palabra es el ladrillo para levantar la Torre que tiene que ser alta. En los tiempos que vivimos todo es la imagen, las fotografías, los vídeos. Nuestra sociedad es hoy mucho más de “ver” que de “leer”. Por un lado estamos en la fugacidad de las cosas y por otro en la comodidad. El esfuerzo que supone leer este artículo no hace falta hacerlo respecto de ver una imagen. Si León Felipe nos decía que la palabra es el ladrillo para levantar la Torre y que está tenía que ser alta, Twitter nos limita a 280 los caracteres que puedes escribir. Sin embargo lo habitual será que el propio usuario de esa red social restrinja por propia iniciativa ese número de caracteres. Por otro lado cada vez es más frecuente que los medios de comunicación simplemente repliquen lo que han podido decir a través de esa red los diferentes protagonistas de la vida política o social.

            También es significativo que en las redes sociales vaya ganando peso Instagram. La imagen gana cada vez más espacio a la palabra. Sin embargo el canal para la reflexión y el pensamiento es fundamentalmente la palabra.

            Yuval Noah Harari en su libro “Sapiens: de animales a dioses” (por cierto muy recomendable) nos dice que “el homo sapiens conquisto el mundo gracias a su lenguaje único”. Para diferenciar en que consiste ese carácter único del lenguaje nos pone un ejemplo: “Un mono verde puede gritar a sus camaradas: «¡Cuidado! ¡Un león! Pero una humana moderna puede decirles a sus compañeras que esta mañana cerca del río, ha visto un león que seguía a un rebaño de bisontes. Después puede describir la localización exacta, incluidas las diferentes sendas que conducen al lugar. Con esta información, los miembros de su cuadrilla pueden deliberar y discutir si deben acercarse al río con el fin de ahuyentar al león y cazar a los bisontes”.

            Habría que preguntarse si ahora mismo estamos volviendo al enunciado simple de “cuidado un león” y qué consecuencias puede tener el perder la riqueza de la precisión, que nos diferencia de lo que puede ser la comunicación de otros animales. Este autor nos dice que en esa diferenciación ha estribado la causa principal del desarrollo como especie.

            La cooperación social es clave para nuestra propia supervivencia. Pero claro en ello es fundamental la comunicación a través de la palabra. La ligazón que se establece entre las cosas no creo que sea posible hacerla a través de las imágenes. Prueben ustedes a tratar de describir el ejemplo que nos ponía Yuval Noah del león a través de imágenes. Sencillamente imposible y también no creo sea posible  hacerlo en unas muy pocas palabras.

            El acceder a más fuentes de información hace que necesariamente tengamos que reducir el contenido al que se accede. Ahora son muchas las fuentes y ello provoca que se reduzca mucho el contenido. Si reducimos “los canales de entrada” probablemente tengamos la oportunidad de ganar en profundidad y extensión en esa lectura.

            El problema será entonces que al hacer la selección probablemente perdamos en pluralidad. Sin embargo siempre será preferible que esa selección la podamos hacer nosotros a que nos la hagan otros. El establecer “cotos cerrados” en las redes sociales hace que se pierda la oportunidad de debatir. A la vez cada grupo marca sus fronteras e impide que otras personas puedan entrar en el mismo. Todo ello genera división y un cierto enfrentamiento. Se deja a un lado la necesidad de cooperación o el contraste de opiniones. Por ello mismo es también el camino más fácil por el que el insulto sustituye al razonamiento. Aquellos que no están en sintonía con nuestro modo de pensar son una especie de invasores de nuestro “territorio” particular en las redes.

            Se da la paradoja que una sociedad cada vez más compleja promueve modos de comunicación y expresión más simples. No parece el mejor camino para avanzar. Por eso en este artículo abogamos para que aún “nos quede la palabra”.