viernes, 29 de enero de 2021

REIVINDICACIÓN DE LA VEJEZ.

 


          La vejez es la etapa de  la vida en la que disponemos de más tiempo para hacer cosas, pero tenemos menos capacidades para poder hacerlas. En el ámbito social, podríamos decir que está pandemia por una lado nos ha hecho a todos más viejos y por otro ha provocado el fallecimiento de muchos ancianos. Más viejos en cuanto nos ha restado muchas capacidades para hacer cosas. La sanidad se ha convertido en la prioridad fundamental. Las condiciones de salud de la ciudadanía es el gran foco de atención de los informativos y también de nuestras conversaciones con familiares y amigos. Nos hemos dado cuenta que tenemos muchas más limitaciones como sociedad de las que nos habíamos imaginado. Ello también no deja de ser un signo de envejecimiento social.

            La vejez es también una contradicción. Por un lado el deseo de esquivar la muerte nos hace desear llegar a viejos. Sin embargo por otro lado se rechaza el “ser viejo” y se ensalza el “ser joven”. Podríamos decir que esto se da aún más en nuestra sociedad actual que tiene entre sus características el promover los mitos de “lo joven” o “estar a la última”.

            La vejez es también un tiempo en el que se demanda fundamentalmente estabilidad. La mirada se vuelve más hacia el pasado que hacia el futuro. Los recuerdos cobran entonces mayor fuerza tal vez por cuanto el porcentaje de vida pasado es bastante mayor que el de vida futura.

            Esta vejez vive en un medio social que demanda un cambio permanente.  El ritmo de esos cambios a mí se me antoja agotador. No es algo que eliges, sino que se te impone. Cuando crees saber el funcionamiento de algo, el propio sistema lo cambia y hace iniciar un nuevo proceso para adaptarte a ese cambio. Además, todo ello viene acompañado del “allá usted se apañe”. Si esto sucede a nivel general, el problema se hace más acuciante entre las personas de mayor edad. Así conozco personas ancianas a las que ha supuesto un verdadero problema el cambio en sus televisores ante la entrada de la TDT. Podríamos decir que con ello se iniciaba su alejamiento de los programas de televisión que también eran una entrada del mundo en el salón de su hogar.

            Los requerimientos sociales cada vez tienen menos en cuenta las características de las personas mayores. En el ámbito financiero se deja ver en el cierre de sucursales (especialmente en el ámbito rural) o de los horarios de ventanilla. También en el hecho de que la operativa para hacer uso de los canales bancarios por internet se vincula a teléfonos móviles y a múltiples contraseñas. Sin embargo sigue habiendo personas que ya sea por incapacidad o por voluntad no tienen móviles y esas personas son fundamentalmente viejos y viejas. Entiendo que hay que reivindicar que el tener más años no debe ir en detrimento en perder sus derechos y libertades como ciudadano.

            Estos cambios sociales van asociados fundamentalmente a la pérdida de contacto personal ya sea en una gasolinera, en la atención telefónica, en la compra o en el banco. Todo ello lleva a avanzar en la igualdad en la despersonalización. Se busca conseguir atender a un número igual o superior de clientes con menos personas.

            Este avance hacia la nada nos lleva a elevar nuestras cotas de individualismo y también de egoísmo. Además de la propia evolución personal que lleva a incrementar las carencias, hay una sociedad que cada vez deja más aislados a los viejos. Sus limitaciones físicas les llevan a poder hacer menos cosas, pero también hay una dificultad para adaptarse a unos cambios sociales que no les tienen en cuenta.

            En mi profesión como sociólogo he visto como hay estudios de opinión que evitan preguntar a las personas de más de 64 años. Incluso, en algún caso, he visto sondeos electorales que no contemplan a las personas de más de esa edad. Es todo un síntoma de hasta qué punto está sociedad no les tiene en cuenta. Sin embargo paradójicamente el porcentaje de personas mayores de 64 años es cada vez más importante. Desde luego se puede decir que esos estudios no recogen la opinión de la ciudadanía, aunque traten de presentarse como que representan a “todos”. Es claro que en ese “todos” faltan muchos, pero tampoco al resto parece importarles demasiado.

            Hubo un tiempo en el que se vinculaba el saber y el conocimiento con la edad de la persona. La propia denominación de “el senado” recoge en alguna medida esa idea. Hoy en estos tiempos de la fugacidad de las cosas tal vez sea necesario volver la vista a nuestro pasado por cuanto en ello también podemos encontrar respuestas a nuestro futuro. Yo desde luego soy de los que creo que hay que mirar “el retrovisor” para poder adelantar.

domingo, 17 de enero de 2021

¿VAMOS POR PARTES?

 


          Entre los que defendemos la creación de una autonomía leonesa no existe la división (que algunos pretenden establecer) entre los defensores de una autonomía compuesta por las provincias de León, Zamora y Salamanca respecto de otros que apostarían por una autonomía uniprovincial de León.

            En esa línea resulta poco comprensible que se presente la agrupación de Iniciativa Autonómica Leonesa como una apuesta por la autonomía uniprovincial de León. En la portada de lo que es su documento aparece un mapa de las tres provincias. Sin embargo considero que lo que se ha trasladado a la opinión pública es que en el mismo se defiende una autonomía uniprovincial.

            En mi opinión la división existente podría ser entre los que apuestan por “el todo o nada” o aquellos otros que creen mejor la opción “el ir por partes”. Las diferencias serían más en lo que son las estrategias a seguir que en lo que pudieran ser los objetivos finales. Para unos sólo sería admisible una autonomía de las tres provincias leonesas, otros sin embargo piensan que es mejor “empezar por algo” como el camino más adecuado para llegar a ese mismo fin.

            Es una evidencia que los ritmos de demanda de una autonomía leonesa son muy distintos en la provincia de León que en Zamora o en Salamanca. Bastaría ver la gran diferencia entre las mociones “pro autonomía leonesa” aprobadas  en la provincia de León respecto a las que han seguido ese mismo camino en Zamora y Salamanca.

            La autonomía leonesa no cabe establecerla como imposición a nadie, no se puede replicar el modelo que rechazamos en lo que ha sido la creación de la autonomía de Castilla y León. Tampoco cabe el que se corten las aspiraciones a lograr una autonomía leonesa por cuanto no se ha logrado suficiente adhesión en una parte del territorio de la Región.

            El lograr una parte del objetivo podría ser eficaz para estimular el deseo de adherirse a ese proceso en el resto de las provincias leonesas. Facilitaría algo tan importante como el demostrar que es posible el alcanzar esta meta. El contar con un  apoyo institucional puede ser muy importante. Ahora el dinero público se está empleando, desde la Junta, para anular la identidad leonesa y “fabricar una identidad de Castilla y León” (como incluso reconoce el Ayuntamiento de Valladolid). Habría que demostrar que esa autonomía funciona y hacer deseable el poder incorporarse a ella.

            Además de la propia historia, hay signos claros de que la Autonomía de Castilla y León ha perjudicado a las tres provincias leonesas. Un claro ejemplo sería la evolución de la demografía. Entre 1.983 y el 2.020 la Región Leonesa perdió en el conjunto de Castilla y León un -3.11% (que es el que gana Castilla). Las provincias con peor saldo vegetativo (diferencia entre fallecimientos y nacimientos) son precisamente las tres leonesas. Así en la provincia de León en el 2019 hay 3.782 más defunciones que nacimientos lo que supone un -0.82% del total de su población. En el caso de Zamora su saldo es de -1.808 que es un 1,08% de su población y en el de Salamanca -2.112 que es un -0.64%. En esta misma línea podemos decir que mientras al inicio del proceso autonómico (1.983) la Región Leonesa suponía el 2.94% de la población  de España y el 43,2% de la autonomía de Castilla y León, en el 2.020 esas cifras han pasado a ser del 2,03% de España y un 40,1% de la autonomía de Castilla y León. El saldo vegetativo negativo de la Región Leonesa es 6,75 veces superior al que se da en España.

            Han pasado suficientes años como para demostrar que este marco autonómico es lesivo para el bienestar del conjunto de la ciudadanía leonesa. Habría que dar una oportunidad al cambio. Si desde el embrión de una autonomía uniprovincial se consiguiese cambiar esta tendencia ello podría estimular que Zamora y Salamanca deseasen incorporarse a ese nuevo marco autonómico.

           En todo caso hay que dejar muy claro que el aceptar una autonomía uniprovincial de León no supone en ningún caso el dejar de lado a Zamora y Salamanca. Que es una etapa y no un final de la reivindicación leonesa.

            Soy de los que piensan que es mejor “ir por partes” que el apostar por el “todo o nada”. Nos puede aportar más instrumentos para conseguir el objetivo siempre y cuando haya siempre una mano tendida al resto de provincias y además se consiga un buen funcionamiento del nuevo marco autonómico. En ese sentido creo mejor “empezar” que “esperar”. Es claro que la evolución económica, demográfica y cultural nos está llevando al declive en el que estamos. Por todo ello creo mejor el “algo”  que seguir en la “nada”.

miércoles, 13 de enero de 2021

ESPAÑA NO ES CASTILLA.

 


          Entiéndanme considero Castilla como una de las partes que componen España, como lo pueden ser Andalucía, Cataluña o la Región Leonesa. El problema es que en demasiadas ocasiones se confunde la parte con el todo. Son aquellos que identifican España y lo español con Castilla y lo castellano.

            Si identificamos España con Castilla la consecuencia viene a ser que todos aquellos que no son castellanos tampoco se identifiquen como españoles. Así, es bastante habitual entre los independentistas esa vinculación de Castilla con España. También esa posición la han mantenido los que han defendido una organización central del Estado.

            En los orígenes del nacionalismo catalán nos podemos encontrar las disposiciones de Felipe V en 1707 homogeneizando la legislación. En su discurso podemos ver esa asociación de España con Castilla. Así afirmaba que su deseo era “reducir todos mis reinos de España a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y tribunales, gobernándose igualmente todos por LAS LEYES DE CASTILLA tan loables y plausibles en todo el Universo, abolir y derogar enteramente como desde luego doy por abolidos y derogados todos los referidos fueros y privilegios”.

            En esos inicios de los posicionamientos catalanistas se puede ver con claridad que no se cuestiona España y lo español sino que más bien buscan impulsar desde Cataluña una España que se reconozca como plural en su composición. Es el debate entre dos modelos de organización territorial y no tanto el deseo de buscar la independencia. Así uno de los precursores del catalanismo Valenti Almirall en una carta a Alfonso XII se expresa en estos términos: “No tenemos Señor, la pretensión de debilitar, ni mucho menos atacar la gloriosa unidad de la patria española; antes por el contrario, deseamos fortificarla y consolidarla; pero entendemos que para lograrlo no es buen camino ahogar y destruir la vida regional para substituirla por la del centro, sino que creemos que lo conveniente a la par de justo, es dar expansión, desarrollo y vida espontánea y libre a las diversas provincias de España para que de todas partes de la península salga la gloria y grandes de la nación española”.

            No hay que olvidar que uno de los referentes históricos del independentismo catalán de hoy es F. Maciá. Sin embargo probablemente no sean muchos los que conozcan que durante muchos años Maciá fue un oficial del ejército español. Incluso cuando ya deja el ejército y forma parte del grupo político Solidaridad Catalana lo hace “haciendo énfasis en su amor a España, al Ejército y muy especialmente al Cuerpo de Ingenieros. Además resaltaba el agradecimiento que sentía hacia Alfonso XIII” [1]

            Habría que preguntarse si la deriva hacia las posiciones independentistas ha estado propiciada por ese afán unificador de identificar España y lo español con Castilla. Como bien dice el maestro Juan Pedro Aparicio “España sigue siendo mucho más que Castiespaña y su evocación no debería provocar recelos”. Podríamos decir que esos recelos surgen precisamente cuando en ese afán centralizador se niega que somos muchos los españoles que no somos castellanos.

            Los leoneses sabemos lo que es que un día sí y otro también se nos identifica como castellanos. Además desde la indiferencia de aquellos que deberían ejercer como nuestros representantes. Enmarcamos todo ello en ese modelo centralizador que vincula España con Castilla.

            Martin Villa se puede considerar el principal “hacedor” de la España de las autonomías. Tal vez por su propia procedencia del régimen franquista se puede decir que nunca creyó en ese estado autonómico. Por ello mismo concibe la autonomía de Castilla y León a modo de dique de contención frente a los nacionalismos vascos y catalán. Todo ello sin tener en cuenta lo que pudieran ser los deseos de aquellos que habitaban ese territorio. La oposición de los leoneses a la inclusión en ese marco autonómico fue en todo momento muy clara. Se expresó tanto en la calle como por vías institucionales. El problema fue que Martin Villa no concedía mayor importancia a lo que pudieran pensar los leoneses. Su castigo fue que tras la votación de la Diputación de León en que por 20 votos a favor y 4 en contra se solicita salirse de esta autonomía, Martín Villa abandona para siempre la política leonesa.

            El modelo leonés de España siempre ha sido la defensa de “la unidad en la pluralidad”. Es ese el modelo que inspira el Regnum Imperium Leonés. Sánchez Candeira considera que el modelo leonés se asemejaba bastante al de Gran Bretaña. Así nos dice este autor que el Imperium leonés es “un organismo político unificador, verdadero superestado encaminado a crear una unidad por encima del particularismo representado por los distintos reinos que dentro de él conservaban su independencia”. [2]

            En definitiva pensamos que España se defiende mucho mejor desde una concepción plural en la que cabemos todos. La identidad de Castilla con España es algo que vienen a compartir los independentistas con los que desean una España uniforme.



[1] Recogido del libro “La fe del converso. Francesc Maciá del que es autor Joaquín Rivera Chamorro.

[2] Alfonso Sánchez Candeira. Regnum Imperium Leonés.

domingo, 10 de enero de 2021

LA LEY FRENTE A LA ESPADA.

 


          Hace unos años (en el 2.017) se conmemoraba el 1.000 aniversario del nacimiento del Fuero de León. En palabras de Rafael Gilbert “el fuero de León fue el primer fuero municipal del que todos los demás pueden considerarse variantes”. Fue replicado en 133 poblaciones leonesas lo que significa (tal y como recoge Rogelio Blanco en su libro “Tierra de libertades) que ninguna otra Región acumula tantos textos forales. Supuso también la primera recopilación de los fueros en la península ibérica. Ya ven el Reino de León que no es ni autonomía, tiene detrás  una trayectoria histórica que en nada tiene que envidiar a las que se dicen “nacionalidades históricas”. De hecho las 4 referencias “históricas” las marca el escudo de España a saber: Navarra, León, Aragón y Castilla.

          No voy a referirme en este artículo a los contenidos de ese Fuero, hay para ello personas especializadas que seguro van a tratar de difundir mucho mejor sus contenidos. Mi objetivo aquí es el dar un marco global de interpretación a los diferentes aconteceres que se fueron dando en el Reino de León y que se enmarcan en la peculiar caracterización de la personalidad leonesa.

          En el 2017 fue la celebración del Fuero y unos años antes la relativa a las Cortes Leonesas de 1188 por las que la Unesco nos ha reconocido como “Cuna del parlamentarismo”. En ambos casos el Reino de León suponen un alegato de defensa de un marco normativo, de la ley como reguladora de las normas de convivencia. No cabe el arbitrio que hay que asociar a las actuaciones indiscriminadas y al sometimiento de la voluntad general a la individual de un determinado poder. Las normas suponían una contención a los poderes reales o de los nobles en beneficio de la voluntad popular. En Castilla se decía “do hay reyes no mandaban leyes” mientras en el Reino de León era “do hay leyes no mandaban reyes”. La diferencia es muy clara.

          Frente a esta concepción de “parlamentos” y “fueros” se contraponía otra que podríamos denominar “la ley de la espada” o “la ley del más fuerte”. El poder se ha basado no en la capacidad de convicción sino más bien en la fuerza para imponer aquello que se desea. En las tierras leonesas se conmemoran cortes y fueros, en Castilla la referencia son los héroes militares como El Cid Campeador. Castilla al fin y al cabo recoge en su denominación la de un recinto militar que le da nombre. En otras etapas de la historia se ha podido ver como Burgos o Valladolid han sido sedes de distintas regiones militares (en concreto la VI en Burgos y la VII en Valladolid). Fernando III es patrón de Castilla que destaca como referente en distintas órdenes militares y que lidera el avance militar en lo que se ha denominado “la reconquista”.

          En tanto la “ley” surge del acuerdo entre “varios”, ello hace que se dé un enfoque  a la realidad social más plural. Es el modelo leonés de “unidad en la pluralidad” que tan importante es para resolver los problemas que hoy tenemos en España. El modelo de “la espada” es más unitario y uniforme, hay alguien que dice la norma que los demás deben acatar. Esa “unidad, uniforme” permite avanzar militarmente. Se puede comprender que en la disciplina militar es esencial una unidad de mando que evite órdenes contradictorias o contrapuestas. Sin embargo mientras en un caso se buscaba separar el poder político del poder militar, en el otro no se establecía esa separación.

          A los reyes de la palabra y del debate, nos puede faltar una mayor eficacia en las decisiones. El Reino de León es muchas veces el “Reino del bla, bla, bla…”. Esos debates eternos están en nuestra propia cultura en actos como las cantaderas o las cabezadas. Uno diría que el leonés más que con un pan bajo el brazo viene con un libro. Lo que ocurre es que a veces de tanto pensar y deliberar no nos movemos del sitio en el que estamos, no avanzamos. La política es mucho más lenta a la hora de tomar decisiones.

          Diríamos que se hace necesario compatibilizar libertad y eficacia. Compaginar el debate con la acción. El leonés es más de “decir” que de “hacer” y ello nos lleva a perder demasiadas oportunidades. Si un vasco se encuentra en una ciudad y no encuentra la salida al lugar al que se dirige dará las vueltas que sean necesarias hasta que finalmente encuentra el indicador deseado. En ese ejemplo, el leonés lo primero que haría es parar el coche, mirar los mapas, ver la calle en que se encuentra y en función de ello diseñar un plan de salida. Ello hace que en esa tesitura el vasco encuentra antes el lugar por donde debe de salir. Hoy tal vez con el GPS nos iguale a todos.

          También hay que decir que aquello “que se cocina al fuego lento” del debate tiene mayores visos de duración. La ley de la espada dura lo que el poder de aquel que la maneja y tiende a suscitar la rebelión a sus imposiciones. Así sucedió en la edad media cuando se acaban los avances militares y se entra en un declive económico. Cuando se pide ayudas para superar esa situación, la respuesta del resto de territorios vino a ser “yo no colaboro con campañas que no he decidido hacer”.

          Es necesario proyectar una imagen más potente de lo que ha significado El Reino de León a lo largo de la historia, sin duda mucho más importante de lo que actualmente se nos reconoce. Ello sería beneficioso no sólo para los leoneses, también lo es para el conjunto de los españoles.

Artículo publicado en la revista Teleno del Hogar Leonés de Bilbao (n1, 2021)

domingo, 3 de enero de 2021

HISTORIA Y PROPAGANDA.

 


            Cuando aquí me refiero al concepto de “historia” no es tanto a la que pueden manejar los expertos y eruditos, como aquella otra que inunda el medio social. Es decir la que nos llega a través de los diferentes medios de comunicación, del cine, de las series o la que podamos ver en las calles. En definitiva el propio concepto de historia que se trasmite al conjunto de la ciudadanía. También a través, muchas veces, de los propios procesos educativos.

            Son demasiadas las ocasiones en las que lo que son actos de propaganda se han tomado como “hechos históricos”. Un ejemplo de ello serían los cantares de gesta. Alguien con suficiente poder económico encargaba a un juglar que hiciese un alegato de su personalidad. Evidentemente ello era una exaltación de aquel que encargaba la obra y la pagaba. Sería el caso del cantar del mío Cid. El problema ha sido que ese acto de propaganda personal, luego ha sido tomado como hechos históricos y han contribuido a glorificar a ese personaje. Entiendo que a nivel de expertos igual no es tanto así, pero a nivel de calle si lo es y se sigue considerando al Cid una especie de gloria nacional. La propaganda ha vencido a la historia.

            En contraposición, las Cortes Leonesas de 1.188 que la Unesco reconoce como Cuna del Parlamentarismo, son fundamentalmente desconocidas por el conjunto de los españoles. No se está logrando una suficiente difusión de un acontecimiento que podríamos calificar de extraordinaria importancia. A esa historia podríamos decir que “le falta propaganda”.

            Desgraciadamente esa ocultación de la historia en beneficio de la propaganda ha sido una fuente esencial para crear la leyenda negra de España. En su obra “Imperiofobia y leyenda negra” de María Elvira Roca Barea dice entre otras cosas: “Los franceses solo consideran población a los nacidos en Francia o hijos de padres franceses y se desentienden por completo de la población indígena, lo que les impide progresar en aquellas tierras. Su actitud, como la anglosajona, contrasta poderosamente con la de los españoles, que desde el principio incluyen en sus censos a los indígenas.” Sin embargo es muy habitual que en los diferentes medios se venga a dar la versión contraria.

            Hay colectivos más interesados en propagar una imagen positiva del colectivo al que pertenecen que en conocer lo que de verdad pueda tener esa imagen. Muchas veces esa propaganda se hace sobre la base de proyectar una imagen negativa del otro. Por decirlo de algún modo “mientras más bajo seas tú, más alto soy yo”. Dicho de otro modo si difundo una imagen negativa de ti tendré mayores posibilidades de ganarme adhesiones.

            Diría que esa necesidad de “negar” al otro ocurre principalmente en todos los procesos de separación. Sería el caso de cuando surge el protestantismo frente al catolicismo. Podríamos decir que también sucede ahora mismo con los que defienden las posiciones independentistas. Cuanto peor sea la imagen de aquello de lo que se quieren separar mejor será para conseguir adeptos a sus posiciones. Diría que por ello mismo los que se dicen “defensores de España” se convierten en aliados de aquellos que en principio desean combatir. Una España “rancia” y que se une a posiciones de extrema derecha es “menos apetecible” que una España democrática.

            Diría que es particularmente peligrosa la unión de un marco territorial con una religión. Sin embargo también es algo muy habitual. Es el caso de los anglicanos en Inglaterra, de los calvinistas en Holanda o de los protestantes en Alemania. También en España podemos hablar de cómo el nacionalismo vasco o catalán sienta sus bases en la iglesia católica. Ese mismo caso sería aplicable al régimen franquista que era “Caudillo por la gracia de Dios”. En todos ellos es muy habitual el mostrar posiciones excluyentes. Sólo aquel que coincide con lo que puedan ser sus formas de pensar se le considera perteneciente a esa identidad territorial, al resto por mucho que hayan nacido en esa tierra no se les llega a  considerar españoles, ingleses…

            Es también bastante común que en esa difusión propagandista se esconden actitudes racistas. Curiosamente aquellos que hablan de los españoles como una raza inferior por su contacto con pueblos llegados de África son los mismos que luego levantan el discurso de la leyenda negra española. Por ejemplo hasta 1.850 fue perseguida por ley la presencia de cualquier miembro de la jerarquía católica en Inglaterra, mientras la Inquisición había sido abolida en España en 1.834. Estos no son sólo hechos del pasado. La unión de territorio y religión hace que no sea posible acceder al trono inglés alguien que no sea anglicano. Incluso podríamos sospechar que tras la renuncia de Carlos de Inglaterra al poder podría estar el hecho de que su segunda esposa Camila sea católica y no anglicana. Por supuesto esa unión entre religión y poder político cobra especial fuerza en los países “musulmanes” (en los que sería inconcebible que alguien con otra religión ocupase el poder).

            Habrá que conseguir que la historia vaya ganando peso a la propaganda, con ello ganaremos los leoneses y el conjunto de los españoles. La historia no sólo la pueden hacer los vencedores.