domingo, 30 de agosto de 2015

EL VALOR ECONÓMICO DE LA PALABRA DADA.


                       

            La confianza es un valor esencial en todo sistema económico. A cambio de nuestro trabajo nos devuelven una modificación en nuestra libreta/cuenta que es un mero apunte de unos números. La desconfianza lleva a demandar pagos en metálico, en otros casos incluso se quiere que el pago se efectué en una moneda diferente de la propia del país. Recuerdo que hace años en un viaje a Rusia cuando quería dar unos rublos a alguien que estaba pidiendo en la calle, me encontré para mi sorpresa que esa persona los rechazaba y me demandaba dólares. Era un signo evidente de que no daba valor a la moneda de su país. La confianza tiene un precio que respecto a  los países se mide en los mercados de prima de riesgo y en los bancos en el porcentaje de interés que cada banco debe pagar en el mercado interbancario.  A veces se ha dado la circunstancia de que bancos con dificultades de financiación en esos mercados interbancarios ofrecían intereses muy altos por el dinero a pagar a los particulares por cuanto, aún con eso,  esos intereses eran inferiores a los que debían pagar a otros bancos para obtener financiación. Es decir sus clientes asumían un riesgo al adquirir esos depósitos que otros bancos no estaban dispuestos (al menos a ese nivel de interés). Nadie está dispuesto a prestar si no está seguro que ese dinero que ha prestado se lo van a devolver, lo demás sería un donativo.

            En el fondo creo que está crisis es también reflejo de una crisis de valores. En los mercados tradicionales, el pacto económico se sellaba con un apretón de manos, había una confianza casi absoluta en que aquello que se había acordado se cumpliría. Incluso no hacía falta que se hiciese por escrito, los modos de conducta aseguraban su cumplimiento. Hoy sin embargo estamos en una sociedad mucho más laxa en sus valores, de modo que resta fiabilidad a los compromisos adquiridos. Así se genera un proceso que lleva al progresivo deterioro de las condiciones de vida. El que alguien no cumpla sus compromisos lleva a la desconfianza y a aquello de que “me lo has hecho una vez, pero no más”. Sin embargo es muy posible que el incumplidor siga necesitando una financiación que le será muy complicado alcanzarla con esos antecedentes.