La confianza es un valor esencial en todo sistema
económico. A cambio de nuestro trabajo nos devuelven una modificación en
nuestra libreta/cuenta que es un mero apunte de unos números. La desconfianza
lleva a demandar pagos en metálico, en otros casos incluso se quiere que el
pago se efectué en una moneda diferente de la propia del país. Recuerdo que
hace años en un viaje a Rusia cuando quería dar unos rublos a alguien que
estaba pidiendo en la calle, me encontré para mi sorpresa que esa persona los
rechazaba y me demandaba dólares. Era un signo evidente de que no daba valor a
la moneda de su país. La confianza tiene un precio que respecto a los países se mide en los mercados de prima de
riesgo y en los bancos en el porcentaje de interés que cada banco debe pagar en
el mercado interbancario. A veces se ha
dado la circunstancia de que bancos con dificultades de financiación en esos
mercados interbancarios ofrecían intereses muy altos por el dinero a pagar a
los particulares por cuanto, aún con eso, esos intereses eran inferiores a los que
debían pagar a otros bancos para obtener financiación. Es decir sus clientes
asumían un riesgo al adquirir esos depósitos que otros bancos no estaban
dispuestos (al menos a ese nivel de interés). Nadie está dispuesto a prestar si
no está seguro que ese dinero que ha prestado se lo van a devolver, lo demás
sería un donativo.
En el fondo creo que está crisis es también reflejo de
una crisis de valores. En los mercados tradicionales, el pacto económico se
sellaba con un apretón de manos, había una confianza casi absoluta en que
aquello que se había acordado se cumpliría. Incluso no hacía falta que se
hiciese por escrito, los modos de conducta aseguraban su cumplimiento. Hoy sin
embargo estamos en una sociedad mucho más laxa en sus valores, de modo que
resta fiabilidad a los compromisos adquiridos. Así se genera un proceso que
lleva al progresivo deterioro de las condiciones de vida. El que alguien no
cumpla sus compromisos lleva a la desconfianza y a aquello de que “me lo has
hecho una vez, pero no más”. Sin embargo es muy posible que el incumplidor siga
necesitando una financiación que le será muy complicado alcanzarla con esos
antecedentes.