martes, 28 de febrero de 2017

COMPROMISO DE PERMANENCIA.


 

          Ya sé, ya sé que eso de compromiso de permanencia se asocia a empresa de telecomunicaciones que nos ata durante un tiempo a sus servicios, algo que ni a ustedes ni a mí nos gusta. Preferimos la libertad de poder elegir en cada momento de acuerdo a nuestros criterios y preferencias en función de la valoración que hacemos del servicio y del precio que pagamos por ello.

          Yo sin embargo  en este artículo voy a defender el “compromiso de permanencia” eso sí aplicado al mundo de las ideas y de la política. A veces uno tiene la impresión de que en algunas personas su compromiso con las ideas que en teoría defienden dura lo que es el tiempo que permanecen en algún cargo público con la retribución correspondiente, luego es un “si te he visto, no me acuerdo”. Los ejemplos se los dejo al lector pero seguro que lo  pueden asociar a más de un nombre.

          En esta sociedad que prima la fugacidad de las cosas, de modo que algo que dura 24 horas se valora como “larga duración”, yo quisiera destacar el valor de lo que permanece en el tiempo. Diría que el valor de las cosas, de las ideas y de las obras se establece en buena medida en función de su capacidad de trascender en el tiempo, de que le den valor no sólo las generaciones actuales sino también las futuras. Podría aplicarse este principio a las obras de arte o a la música, pero también al pensamiento y a las teorías que tratan de explicarnos la realidad social.

          El compromiso con tus ideas no debe estar sujeto  al tiempo en que uno está ocupando un cargo público. Uno lleva muchos años defendiendo unas tesis determinadas sin que en ningún momento haya ocupado un puesto que pudiera asociarse a esa determinada forma de pensar. El compromiso de permanencia al que me refiero no es tanto con un partido u organización como con el mundo de  las creencias que sustentan su interpretación del mundo en sus diferentes ámbitos y aspectos. Además ello se fundamenta en que esos cambios no se deben a evolución en las formas de pensar como a las propias circunstancias de cada cual. Las ideas no pueden ser un canal de acceso a un puesto determinado, que cuando dejan de cumplir esa función se olvidan.

lunes, 6 de febrero de 2017

DE LA TERTULIA AL TUIT.


 
          Diría que el conocimiento en los diferentes campos se ha desarrollado ligado en alguna medida al diálogo y a tertulias con un componente intelectual. Si examinamos las referencias a este tipo de tertulias lo haremos siempre mirando hacia el pasado. Son las que encontramos en “el café Gijón”, en Itzea (la casa de los Baroja), o la que establecían Humboldt con Goethe o Schiller (por poner sólo algunos ejemplos).

          Esos contactos tenían un contenido en gran medida multidisciplinar de modo que se podía hablar por igual de literatura, de botánica o de política. Había un aprendizaje en el escuchar lo que aportaba el otro, en conocer visiones distintas a la tuya. Desde ellas se impulsaba la curiosidad que llevaba a la investigación para alcanzar el conocimiento. La falta de medios técnicos se sustituía con la apelación a la imaginación y a la reflexión.

          No sería capaz de encontrar en nuestra sociedad actual ejemplos de ese tipo de tertulias que se daban antes. Creo que esto es algo que hemos perdido (al menos fundamentalmente). Se ha sustituido el contacto directo por otro que se ejerce a través de medios técnicos. Es decir hemos ido de la tertulia al tuit. Es posible que con ello hayamos ganado en algunas cosas, pero creo que nos estamos dejando por el camino cosas importantes para el conjunto del medio social. El populismo, que en diferentes vertientes ha llegado a distintos países, creo que tiene que ver con ese empobrecimiento intelectual del medio social. Los “voceros” han sustituido a los pensadores. La imagen vence a la palabra en base a que resulta mucho más fácil “digerirla”.

          Es este un tiempo en que todo es fugaz. En mi opinión ello va unido a la banalidad de las cosas. Elaborar un documento producto de una reflexión lleva bastante más tiempo que escribir un párrafo en las redes sociales. Por ello mismo ese proceso es mucho más lento y ahora se prima el que algo “llegue antes” a que “llegue mejor” (con más contenido).

          Este cambio también ha llegado a los medios de comunicación. Algunos añoramos espacios tipo “La Clave” que han sido sustituidos por otros  que se ha venido en llamar realitys (en infinidad de versiones) en las que el conocimiento o la educación en valores brillan por su ausencia. El peligro es que desde esos programas se difunden determinados modos de conducta que sería cuestionable que fueran el mejor modelo a imitar.

          Desde esa simplicidad se está llegando al relativismo social que se fundamenta en una falta de criterios. No hay unos referentes de valores suficientemente universales. No se diferencia “lo bueno” de “lo malo” o incluso se presume de “ser malo” ya que “el bueno” se hace sinónimo de “tonto”.

miércoles, 1 de febrero de 2017

CREER PARA VENCER.


 

          Diríamos que son muchos los campos en los que se aplica el principio que da título a este artículo. Uno de ellos es en la medicina en la que los profesionales sanitarios se esfuerzan en trasmitir a los enfermos la confianza suficiente para que pongan los recursos anímicos que ayuden a superar sus padecimientos. Es también el entrenador deportivo que estimula a sus pupilos para que salten al campo de juego en la confianza de que pueden vencer. Podríamos seguir con ejemplos que se extenderían al campo de la empresa, de la cultura…En general de la vida.

          Todos hemos sido testigos de que personas que teniendo importantes carencias físicas eran capaces de logros insospechados. Hemos visto, por ejemplo,  personas que podían circular con una bicicleta aunque eran ciegos o les faltaba una pierna. También aquí podríamos contar  muchos casos en distintas disciplinas, pero seguro que el lector los conoce y no vale la pena insistir en ellos. Todo ello son demostraciones de que la fuerza mental es capaz de superar las limitaciones físicas. Lo complicado será alcanzar ese nivel de fuerza mental, ese convencimiento en las propias posibilidades y ese deseo de alcanzar la meta que te has propuesto.

          Habrá en cada caso un punto de partida que puede ser mejor o peor según cada circunstancia, pero que no es determinante en lo que puede ser el final, el objetivo que se pretende alcanzar. Será fundamental entonces fijarnos en la meta y en los medios para poder alcanzarla, antes que resaltar  nuestros males y en nuestras carencias.

          ¿Son aplicables estos principios también al plano social? Yo pienso que sí. Una sociedad que cree en sus posibilidades está en muchas mejores condiciones de afrontar su futuro.