lunes, 6 de febrero de 2017

DE LA TERTULIA AL TUIT.


 
          Diría que el conocimiento en los diferentes campos se ha desarrollado ligado en alguna medida al diálogo y a tertulias con un componente intelectual. Si examinamos las referencias a este tipo de tertulias lo haremos siempre mirando hacia el pasado. Son las que encontramos en “el café Gijón”, en Itzea (la casa de los Baroja), o la que establecían Humboldt con Goethe o Schiller (por poner sólo algunos ejemplos).

          Esos contactos tenían un contenido en gran medida multidisciplinar de modo que se podía hablar por igual de literatura, de botánica o de política. Había un aprendizaje en el escuchar lo que aportaba el otro, en conocer visiones distintas a la tuya. Desde ellas se impulsaba la curiosidad que llevaba a la investigación para alcanzar el conocimiento. La falta de medios técnicos se sustituía con la apelación a la imaginación y a la reflexión.

          No sería capaz de encontrar en nuestra sociedad actual ejemplos de ese tipo de tertulias que se daban antes. Creo que esto es algo que hemos perdido (al menos fundamentalmente). Se ha sustituido el contacto directo por otro que se ejerce a través de medios técnicos. Es decir hemos ido de la tertulia al tuit. Es posible que con ello hayamos ganado en algunas cosas, pero creo que nos estamos dejando por el camino cosas importantes para el conjunto del medio social. El populismo, que en diferentes vertientes ha llegado a distintos países, creo que tiene que ver con ese empobrecimiento intelectual del medio social. Los “voceros” han sustituido a los pensadores. La imagen vence a la palabra en base a que resulta mucho más fácil “digerirla”.

          Es este un tiempo en que todo es fugaz. En mi opinión ello va unido a la banalidad de las cosas. Elaborar un documento producto de una reflexión lleva bastante más tiempo que escribir un párrafo en las redes sociales. Por ello mismo ese proceso es mucho más lento y ahora se prima el que algo “llegue antes” a que “llegue mejor” (con más contenido).

          Este cambio también ha llegado a los medios de comunicación. Algunos añoramos espacios tipo “La Clave” que han sido sustituidos por otros  que se ha venido en llamar realitys (en infinidad de versiones) en las que el conocimiento o la educación en valores brillan por su ausencia. El peligro es que desde esos programas se difunden determinados modos de conducta que sería cuestionable que fueran el mejor modelo a imitar.

          Desde esa simplicidad se está llegando al relativismo social que se fundamenta en una falta de criterios. No hay unos referentes de valores suficientemente universales. No se diferencia “lo bueno” de “lo malo” o incluso se presume de “ser malo” ya que “el bueno” se hace sinónimo de “tonto”.



          La evolución social va de la mano de ir sustituyendo al hombre por la máquina. Ello va desde la atención telefónica hasta el servicio en los surtidores de gasolina, pasando por las entidades  financieras. Ese proceso ha ido a la par de perder dotes de creatividad. En el cine es cada vez más frecuente el que se nos ofrezcan reposiciones o nuevas versiones de títulos que ya se habían producido en otras épocas. Benjamín Franklin definía al hombre como “el animal que fabrica herramientas”. En esa definición había una dosis de inteligencia creativa y de destreza manual. Hoy tal vez hemos ido perdiendo lo uno y lo otro. Hemos sustituido “el hacer” por “el utilizar”.

          En otros momentos las personas asistentes a esas tertulias se interesaban por el conocimiento en general. Así por ejemplo Goethe además de un referente de la literatura universal fue también un experto botánico y naturalista con obras como “la metamorfosis de las plantas” donde desarrolla su teoría de que todos los órganos vegetales son variedades de un órgano vegetal abstracto que luego se desarrollan a través de una metamorfosis. Estas teorías luego serían desarrolladas entre otros por Charles Darwin. En ese sentido el intercambio de conocimiento se daba en un círculo abierto a intereses diversos.

          Hoy nuestro conocimiento está mucho más departamentalizado. La especialización tiene la ventaja de posibilitar profundizar en un núcleo de conocimiento, pero también tiene el riesgo de perder la perspectiva de las cosas. Por ejemplo puede ser muy interesante aplicar en economía las teorías sobre “los empíricos” y “los racionalistas”. Establecer el debate sobre lo que se dice que es la realidad en sí accesible a través de la experiencia (empíricos) y los que entienden que la realidad es fundamentalmente una percepción, una construcción mental (los racionalistas). Igual ese debate nos sirve para conocer mejor nuestro mundo y abrirnos a lo que se nos puede aportar desde otras esferas del conocimiento que no entran dentro de nuestra especialidad. Por poner un ejemplo, para explicar la inflación.

          En las tertulias se exprimía el contacto personal de esferas del conocimiento con un carácter transversal. Se nos invitaba a la profundización y a plantear nuevos retos. Creo que hoy eso se ha ido perdiendo y que sería bueno rescatarlo sin que ello signifique repetirlo ni renunciar a lo que nos ha ido aportando los nuevos tiempos.

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