Esta crisis del coronavirus nos ha llevado a un confinamiento que ha aumentado
aún más el contacto a través de los medios audiovisuales y las redes sociales.
En ese contexto me ha llamado la atención la cantidad de mensajes que se
reenvían, que son réplica de lo que alguien ha hecho y que por algún motivo
consideramos de interés. Contrasta todo ello con una ausencia de mensajes que
se escriben por el propio interlocutor. Es decir somos mucho más “replicantes” de lo que otros hacen, que “autores” de
lo que trasmitimos a otros.
Por pereza y
comodidad actuamos simplemente seleccionando aquello que deseamos trasmitir en
lugar de expresar nuestro propio modo de pensar. Alain Finkielkraut escribía
hace unos años “la derrota del pensamiento” y mucho antes Descartes con su
“pienso luego, existo” vinculaba la existencia al pensamiento. Uno diría que
esa tendencia a “ser replicantes” nos lleva a no pensar, a ser simplemente
cadenas de trasmisión de lo que otros hacen. Con ello perdemos jirones de
nuestra propia existencia.
Creo que es
muy peligroso dejar que “otros piensen por mí”. Probablemente a nivel racional
todos rechacen eso. Sin embargo cada uno debería pensar en qué medida elaborar
sus propios pareceres y en base a que “material” lo hace. Jared Diamond en su
libro “Crisis. Cómo reaccionan los países en los momentos decisivos” avisaba del
peligro que suponía el que nos encerrásemos en un nicho político con el propio
conjunto de datos ignorando las motivaciones de otros y exigiendo a “mis
representantes” que rechacen cualquier mínimo acuerdo con aquellos que no están
de acuerdo conmigo. Las propias redes sociales contribuyen a que tan sólo se
establezca contacto con aquellos que tienen la misma opinión que nosotros. Se
selecciona a unos como “amigos” y se expulsa a los discrepantes. Esto también puede llevar
a que se piense que a mí alrededor se da una cierta unidad de pensamiento. Todo
ello por cuanto se tiende a leer sólo aquello que está en su nicho de
pensamiento. Nos hemos convertido en propagandistas de las formas de pensar de
otros que son creadores de “algo” (video, imagen, audio) que viene a estar en
mi órbita ideológica.
Estos
cambios que llevan a “no ver a los demás” también afectan a nuestras modos de
conducta cotidiana. Nos alertan que la cortesía (al subir a un ascensor, al
conducir…) es un valor que se va progresivamente perdiendo. Es también un signo
de incremento del individualismo.
Estos
cambios llevan a fomentar la intransigencia en los diferentes ámbitos sociales
y políticos. Esto es hasta el punto de que Diamond señalaba que “el más grave problema que hoy amenaza a la
democracia estadounidense es el acelerado deterioro de la cultura de la
negociación y el acuerdo político”. Creo que ese diagnóstico es
perfectamente válido para España y para el momento actual.
Es muy
habitual considerar que si no existe consenso sobre una situación determinada siempre
será culpabilidad “del otro”. Sin embargo vemos que este es un problema que
trasciende fronteras y también posiciones ideológicas. No es exclusivo ni de
España ni de los políticos españoles. En ese sentido habrá que ver en qué
medida las formas de conducta social inciden en promover la falta de consensos
y también hasta qué punto mostramos disposición a cambiar nuestro modo de
actuar.
Es también
un peligro que las personas con posiciones más radicales triunfen en esos medios
sociales. No es casualidad el gran predicamento que han tenido (o tienen) en
las redes sociales partidos como Vox o Podemos. La radicalidad supone el tener
“menos dudas” y expresar con contundencia sus formas de pensar. A veces, ante
ello, “los moderados” tienden a “esconderse” para evitar un enfrentamiento
abierto con esas posiciones radicales. El peligro es que esta situación puede
allanar el camino para el triunfo de la radicalidad.
Además en
general el pensamiento exige un mayor nivel de elaboración y es más complicado
expresarlo en una frase o en imágenes. Sin embargo las soflamas es mucho más
sencillo difundirlas a través de slogans. La fuerza de una orden se expresa en
una frase mientras que un pensamiento exige mayor dedicación y tiempo de
lectura.
Podríamos
decir que estamos en un tiempo que exige mucho de cada uno de nosotros. La gran
complejidad de la situación demanda racionalidad y unidad en el modo de
afrontarla. Sin embargo a veces parece que promovemos más la simplicidad y el
afán de derrotar al adversario político.
Entiendo que
hay que recuperar nuestra capacidad de “ser actores de nuestro destino” y no
simples trasmisores “replicantes” de aquello que nos pueda llegar. En este
momento resulta especialmente complicado diferenciar aquello que es verdad de
aquello otro que es un bulo. Hay demasiada gente interesada en fabricar
mensajes que difundan falsedades. Difamar a alguien es hoy, desgraciadamente,
moneda de cambio muy habitual.
Nuestra
“receta” sería buscar elaborar nuestro propio pensamiento, enriquecerse con la
lectura de aquellos que tienen cosas que decir y ser plural en recoger puntos
de vista. Debemos fabricar escenarios sociales que faciliten los acuerdos y nos
ayuden a superar esta crisis.