viernes, 1 de mayo de 2020

EL VALOR DE LO COTIDIANO.




          Esta crisis brutal ha impactado de lleno en nuestras vidas. Soy de los que piensan que habrá un antes y un después de esta crisis. Entre otras muchas cosas está crisis va a poner en valor cosas que hasta este momento no dábamos importancia por considerarlas habituales.

            El poder pasear, el hablar y contactar con nuestros amigos y familiares de forma personal son ahora un “lujo” del que tenemos que prescindir para que de forma solidaria podamos detener la pandemia. El poder ir al cine o  ver cualquier deporte tampoco ahora es posible ni en tu ciudad ni en cualquier parte del mundo. Se restringe el acceso a los puestos de trabajo y son muchos los comercios a los que no podemos  entrar (más allá de lo estrictamente necesario). Todo ello hace que cobre valor aquello que hasta hace bien poco considerábamos normal.

            Me uno en hacer un reconocimiento a los que esta situación les ha requerido un esfuerzo excepcional. Son los sanitarios, las fuerzas de seguridad, el comercio, los taxistas, los agricultores y ganaderos, los basureros… Y en general todos aquellos que cuidan de que se puedan mantener unos niveles mínimos que puedan garantizar nuestra convivencia.

            Además de lo que es el impacto sanitario, hay un impacto económico que será muy importante. Es como si el mundo en todas sus versiones se hubiera paralizado. A un incremento muy grande de las necesidades en los distintos sectores se une el que las administraciones tienen  menos medios para poder atenderlas. Hay que tener en cuenta que los recursos públicos salen de las aportaciones de la ciudadanía y que ahora ese medio social está más para que le ayuden que para poder colaborar aportando  medios.

            Soy también de los que piensa que en tiempos de penuria es necesario reforzar los lazos de unidad y solidaridad. Creo oportuno recordar aquella frase de J. F. Kennedy de “no es el momento de preguntar lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tú país”.

            En ese sentido es momento de que cada cual colabore buscar aportaciones para superar esta gran crisis. No creo que lo sea el de los reproches ni cantos de sirena que nos dicen lo que habría que hacer pero sin contar cómo hacerlo. Tampoco hacen falta “los listos del día después”. Ya se sabe que “después de visto, todo el mundo es listo”.


           El virus no entiende ni de ideologías ni de territorios. Ha llegado a todos y todos debemos unirnos para hacerlo frente. Los recursos sanitarios habrá que repartirlos en función de las necesidades que pueda haber en cada zona. No creo en el discurso de “esto es para mí, ya que lo he comprado yo, por tener más recursos”. Esto es algo que en ocasiones he creído escuchar a algún cargo público.

            En estos tiempos he buscado respuestas para los momentos que vivimos. Por ello he estado leyendo el libro de J. Diamond “Crisis. Cómo reaccionan los países en los momentos decisivos”. Me ha resultado muy interesante su análisis de cómo han ido reaccionando distintos países en momentos decisivos de su historia. Una de las muchas aportaciones de este libro es que cuando analiza la situación de Estados Unidos concretamente dice el más grave de los principales problemas que amenazan la democracia de Estados Unidos es el acelerado deterioro de la cultura de la negociación y del acuerdo”. Creo sinceramente que lo que este autor dice relativo a Estados Unidos también sería aplicable a España y al conjunto de Europa. Además eso no se ciñe exclusivamente al plano de los partidos políticos sino que tiene un ámbito que se aplica al conjunto de nuestra sociedad.

            Cada vez se extienden más los marcos interpretativos cerrados que impiden ver lo que pueda aportar el otro. Las redes sociales nos llevan a seleccionar a nuestros “amigos” muchas veces en función de la afinidad de pensamiento. Los medios de comunicación que se ven o se escuchan se eligen en base a que puedan ser coincidentes con la forma de pensar de cada uno. En ese sentido son canales de información viciados que llevan a la reafirmación en los propios valores y dificultan  ver la perspectiva que puedan tener los que piensan distinto.

            Así en esta crisis he podido escuchar a aquellos que tienen una posición contraria al mundo de la tecnología que el culpable de la extensión del virus es la implementación en el mundo de las redes G5. Otros que era por una olimpiada militar y por la participación en ella de militares de Estados Unidos. Uno piensa que ello son ejemplos de cómo desde unas convicciones previas se busca dar respuesta a esas preguntas. No hay oportunidad de contraste con los que piensan distinto.

            Sin embargo para el avance social se hace preciso escenarios de acuerdo, especialmente en momentos de crisis. Para ello hay que abrirse a lo que nos pueda decir el otro y tratar de encontrar en ello su parte de verdad. Será el mejor camino para volver a nuestra cotidianidad.

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