Diría
que en general los regímenes totalitarios
se han basado en definir unas ciertas “esencias” y de excluir a todos
aquellos que consideraban que no cumplían esos criterios. Era la raza aria ente
los nazis, pero también “lo proletario” en el régimen de Stalin. La barbarie uniformadora
y excluyente ha llevado desde el exterminio de razas hasta considerar
despreciar la música de Beethoven o Mozart por cuanto se pensaban propias de la
burguesía.
La libertad
va muy unida a la pluralidad. Diría que sólo desde el respeto al que es o
piensa de forma distinta, se pueden establecer marcos de convivencia democráticos.
Los
“esencialistas” han tratado de conceptuar el contacto con los demás como algo
negativo. Para ellos no hay más verdad que mi verdad y hay que evitar que se
pueda “contaminar” con otros, a los que se vendría a definir como portadores de
todo tipo de “plagas”. A menudo ello ha venido acompañado de teorías
supremacistas y xenófobas. La superioridad de cualquier tipo la encarnan ellos
y los demás vendrían a ser alguien a quién someter. Esa concepción ha
sustentado múltiples barbaries en diferentes ámbitos geográficos.
En mi
opinión esas concepciones totalitarias y
esencialistas están presentes en esos movimientos que postulan el “tourist go
home”. Son aquellos que ven al visitante como una amenaza y que buscan un marco
territorial de “esencias sin presencias”. Diríamos desde su percepción tampoco
los que viven en ese territorio cumplen sus propios criterios. Entonces no sólo
hay que excluir al que llega sino que también esa exclusión se extiende a
aquellos que viviendo en ese medio, no cumplen su propia definición de lo que son las
esencias.
No deja de
ser un dato el que en su delirio “esencialista” manchen con sus pintadas lo que
son los símbolos de ese territorio al que pertenecen y al que supuestamente
quieren defender. El respeto ni al otro ni al medio forman parte de esta
cultura “esencialista”.
En esta
filosofía no deja de darse un sentido elitista. Las “masas” molestan. En ese
sentido también se ha querido diferenciar al “viajero” del “turista”. Pero
claro “los viajeros” en diferentes épocas y momentos de la historia eran
personas con un alto poder económico que podían dedicarse a viajar durante
largos períodos de tiempo en base a que sus ingresos se lo permitían. El
“turista” por el contrario acorta sus tiempos de desplazamiento y también los
momentos en que puede viajar. Diría que en buena medida el turista es “la
democratización del viajero”. Curiosamente desde posiciones de izquierda es
donde en mayor medida se ha criticado que ese acceso al viaje que extienda a
las clases populares y no sea algo privativo de las más pudientes. Que nadie
olvide que “lo exclusivo” en cualquier ámbito (diseño de ropa, hoteles…) va
unido a “poder económico”, por su alto coste.