A mi modo de
ver estamos asistiendo a un debate sobre la integración o la desintegración de
la Unión Europea. En diferentes estados han surgido partidos de corte populista
que han defendido la desvinculación de sus países del proyecto europeo. Es el
caso del UKIP en Gran Bretaña, del Frente Nacional en Francia o también del
Movimiento 5 Estrellas en Italia (por poner sólo algunos ejemplos). Son los
denominados “euroescépticos” (en mayor o menor medida). Diría que se tiende a
rechazar el proyecto de Unión Europea desde la exaltación de lo propio. Otra de
sus características es que son movimientos políticos relativamente recientes.
El éxito del
denominado brexit ha alentado propuestas similares en otros países. La crisis
económica y el buscar “cerrar fronteras” a la inmigración para proteger el
bienestar propio (aunque sea a costa de la desgracia “ajena”) podría estar en
el trasfondo de todos esos movimientos. Es decir priman el egoísmo sobre el
valor de la solidaridad. Los “supremacistas” de todo tiempo y lugar siempre han
tenido esos puntos en común. El auge de estas ideologías ha tendido a conllevar
desgracias importantes para la ciudadanía de sus respectivos países y para el
conjunto de Europa y del mundo. En la historia ha resultado demasiado dramático
el comprender que uno no es tan grande ni tan poderoso como algunos visionarios
imaginaban en sus delirios de “purezas de sangre”.
Europa es
bastante más que un marco geográfico. Los requisitos para formar parte de la
Unión Europea se adentran en el universo de los valores culturales y
democráticos. Tal vez por ello mismo, aquellos que cuestionan el proyecto europeo
son precisamente los partidos con un perfil más autoritario en sus
planteamientos.
Este autor
se posiciona claramente favorable a un proceso de integración europea que
apueste por la unidad desde el respeto a la diversidad y que reúna entre sus
valores los principios democráticos y de solidaridad.