Las campanas en nuestros pueblos
siempre se han utilizado para anunciar “algo” al conjunto de la población. Ese
algo iba desde anunciar la muerte de una persona hasta la llamada al concejo o
el aviso de que iba a empezar la misa dominical (entre otras muchas cosas). Eso
suponía diferentes toques de campana que debían ser convenientemente
interpretados por la ciudadanía a los que se dirigía. En Villavante desde hace
años se viene buscando el divulgar ese conocimiento de los diferentes toques de
campana y se hace una concentración de campaneros.
Sin
embargo recientemente en Alsasua el toque de campanas tuvo como misión
silenciar a aquellos que pretendían exponer sus proclamas. Con independencia de
que se pueda estar de acuerdo o no con la oportunidad del acto o con lo que
pudieran decir esos oradores, lo que considero inaceptable es el uso de las
campanas para impedir el que se pueda escuchar la voz y la palabra (incluso
desde la discrepancia).
Estamos
asistiendo a una triste situación que lleva a que aquellos que han vitoreado y
aplaudido el asesinato de los que no eran coincidentes con sus propios
planteamientos, ahora se presenten como referentes de democracia. Creo en la
libertad que se erige desde el respeto. Silenciar o aplaudir a los que
silencian a otros no encaja en las formas de actuar democráticas.
Me
hubiera gustado escuchar las protestas contra esas “campanas que silencian” a
los que se han manifestado contra la conocida popularmente como “la ley
mordaza”. A veces tengo la impresión de que se reclama la libertad de expresión
“para mi” y sólo se escucha el silencio cuando es para “el otro”. En las
dictaduras siempre se ha dejado hablar a los que se suman a sus planteamientos,
el problema es que se acalla al discrepante. Habría que pensar si muchas veces esas
formas de actuar son más propias de dictaduras que de modos de actuación
democráticos. Se gana credibilidad cuando se defiende el derecho a expresarse a
aquellos que no piensan igual que yo.
Algo
muy español es considerar que fuera de nuestras fronteras “los perros se atan
con longaniza”. Ya sea en el terreno económico, en el de la tecnología e
innovación, en el de los servicios
sociales o en las libertades, hay una
cierta tendencia a pensar que “lo mejor está fuera”. Diría que esa opinión
contrasta con la que tienen los
extranjeros de España.