viernes, 30 de noviembre de 2018

CAMPANAS QUE ANUNCIAN Y QUE SILENCIAN.




          Las campanas en nuestros pueblos siempre se han utilizado para anunciar “algo” al conjunto de la población. Ese algo iba desde anunciar la muerte de una persona hasta la llamada al concejo o el aviso de que iba a empezar la misa dominical (entre otras muchas cosas). Eso suponía diferentes toques de campana que debían ser convenientemente interpretados por la ciudadanía a los que se dirigía. En Villavante desde hace años se viene buscando el divulgar ese conocimiento de los diferentes toques de campana y se hace una concentración de campaneros.

            Sin embargo recientemente en Alsasua el toque de campanas tuvo como misión silenciar a aquellos que pretendían exponer sus proclamas. Con independencia de que se pueda estar de acuerdo o no con la oportunidad del acto o con lo que pudieran decir esos oradores, lo que considero inaceptable es el uso de las campanas para impedir el que se pueda escuchar la voz y la palabra (incluso desde la discrepancia).

            Estamos asistiendo a una triste situación que lleva a que aquellos que han vitoreado y aplaudido el asesinato de los que no eran coincidentes con sus propios planteamientos, ahora se presenten como referentes de democracia. Creo en la libertad que se erige desde el respeto. Silenciar o aplaudir a los que silencian a otros no encaja en las formas de actuar democráticas.  

            Me hubiera gustado escuchar las protestas contra esas “campanas que silencian” a los que se han manifestado contra la conocida popularmente como “la ley mordaza”. A veces tengo la impresión de que se reclama la libertad de expresión “para mi” y sólo se escucha el silencio cuando es para “el otro”. En las dictaduras siempre se ha dejado hablar a los que se suman a sus planteamientos, el problema es que se acalla al discrepante. Habría que pensar si muchas veces esas formas de actuar son más propias de dictaduras que de modos de actuación democráticos. Se gana credibilidad cuando se defiende el derecho a expresarse a aquellos que no piensan igual que yo.

            Algo muy español es considerar que fuera de nuestras fronteras “los perros se atan con longaniza”. Ya sea en el terreno económico, en el de la tecnología e innovación, en el de  los servicios sociales o en  las libertades, hay una cierta tendencia a pensar que “lo mejor está fuera”. Diría que esa opinión contrasta con la que tienen los  extranjeros de España.


           La Unidad de inteligencia de The Economist anualmente hace un análisis del nivel de democracia de los diferentes países del mundo. En lo que corresponde a los datos del 2017 analizo un total de 167 países en base a distintos indicadores. En función de ello clasifica los países en cuatro grandes grupos: Democracias Plenas, Democracias imperfectas, Regímenes Híbridos y Regímenes autoritarios.

            Del total de los 167 países analizados por The Economist, tan sólo 19  los incluye en su clasificación de “Democracias Plenas”, uno de ellos es España. Bélgica queda en el puesto 32 (13 por debajo de España y como “democracia imperfecta”). En ese índice también quedan por debajo de España países como Francia, Italia o Estados Unidos. Uno de los indicadores que utiliza para hacer esa clasificación es el de la separación de poderes y la independencia del poder judicial.

            Hay en ese estudio una reivindicación también de lo que significa Europa vinculada a un universo de valores. De las 19 “Democracias Plenas” 14 las ubica en Europa (encabezadas por los países nórdicos como Noruega, Islandia, Dinamarca o Finlandia), en América tan sólo Uruguay y Canadá alcanzan ese escalafón, en África Isla Mauricio y en Oceanía Nueva Zelanda y Australia. No se incluye entre ellos a ningún país asiático.

            Sin embargo cuando ese examen democrático lo hacen aquellos que utilizan las campanas para silenciar a los que hablan, entonces España no suele salir bien parada. Pero claro es que en su definición de democracia sólo caben los que se adhieren a sus planteamientos (al igual que en su momento hacía Franco). 

            Diría que en el mundo estamos asistiendo a pérdida de los valores democráticos que se manifiesta en el avance de los extremismos y populismos en diferentes países del mundo. El estudio al que he hecho alusión también recoge un retroceso en el índice de democracia a nivel mundial.

            El sonido de las campanas, que tienen un alto poder evocador, quiero seguir asociándolo a anuncio y llamada. Incluso en estos momentos en los que ese papel haya sido sustituido por otros medios. El toque de la campana ha tenido siempre un sentido comunitario que llenaba los espacios sociales. Nuestra sociedad mucho más individualista ha sustituido esos avisos por los que se pueden encontrar en el móvil. Sin embargo yo soy de los que creen que no es igual y sigo añorando el sonido de unas campanas que anuncien y sean vehículos  de comunicación. El utilizarlas para la incomunicación es ir contra su propia esencia.

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