Que alguien (Nuria De Gispert) que ha
sido presidenta del Parlamento de Cataluña le sugiera a la persona que ha
alcanzado el mayor porcentaje de voto en las últimas elecciones a ese
Parlamento que se vaya de Cataluña, me deja absolutamente perplejo. Aclaro que
sería igualmente inadmisible aunque la aludida no hubiera obtenido voto alguno.
Hubo un
momento de nuestra historia en la que Franco buscaba identificar España con lo
que era su visión política. Desde ese criterio la dictadura catalogaba como
“buen” o “mal” español en función de la afinidad al régimen. Era el “España soy
yo”, que tanto daño ha hecho. Nos sigue
costando desmarcar la identidad con España de lo que fue esa propuesta
franquista.
El modo de
proceder de esa representante cualificada del independentismo en Cataluña en mi
opinión no difiere del que utilizaba Franco respecto a su concepción de España.
Se identifica un posicionamiento ideológico con el ámbito social y geográfico
de Cataluña. Se es “buen catalán” o “mal catalán” en función de si se defiende
lo que son sus propias posiciones. Incluso se sugiere la expulsión a aquellos
que discrepan.
Inés
Arrimadas y Gabriel Rufián tienen el mismo origen (sus respectivas familias
proceden de Andalucía). Sin embargo a una se la sugiere “irse a España” y al
otro no. Luego para Nuria De Gispert la demanda de exclusión se hace no en
función de un determinado origen, sino que cabe asociarla a criterios
ideológicos. Se busca extender la idea de que todo aquel que no defienda la
independencia de Cataluña es un mal catalán. Es lo mismo que hacía Franco cuando
vinculaba “buen español” con la adhesión a su régimen.
Es de
agradecer que precisamente en Cataluña hayan surgido algunos líderes de la
izquierda (como Borrell o Francisco Frutos) que se hayan significado en la
defensa de España. Ello les ha costado que se les haya insultado y calificado
como fascistas (por aquellos que realmente lo son).
No deja de
ser triste que Serrat, que fue apartado del Festival de Eurovisión (que terminó
ganando Masiel) por su pretensión de cantar esa canción en catalán, ahora sea
tildado como “fascista” y “españolista” por no aceptar las tesis de los
independentistas.
Contaba
Monserrat Caballé en una entrevista que en una cena un Consejero de Cultura de
la Generalitat después de elogiar sus dotes como cantante, le dijo que “sólo
tenía un defecto, haberse casado con un extranjero”. A lo que ella contestaba
que se sentía muy orgullosa de su marido aragonés y de tener una madre
valenciana. Esto es algo que se puede escuchar en su propia voz y no como algo
que “dicen que dijo”.
Los casos de
Serrat o de Caballé vienen a ser ejemplos de un modelo excluyente, también en
el plano cultural. Nadie pondrá en duda sus méritos “profesionales” pero ello
no es suficiente para que se les insulte. En otros casos como Boadella se les
impedirá poder actuar en poblaciones o medios de comunicación donde los
independentistas tengan poder suficiente.
La “apuesta”
por el modelo republicano, actúa a modo de encubrimiento de todos estos
talantes escasamente democráticos. Se le quiere dar a ese movimiento un cierto
“halo” de izquierdas, pero claro olvidan que Donald Trump pertenece al partido
republicano. Por otro lado no creo posible encontrar antecedentes de algún “rey
catalán”. La referencia histórica será siempre la Corona de Aragón. Como se
encargan de recordarnos en algún museo de Zaragoza la bandera cuatribarrada es
símbolo de esa corona aragonesa, por mucho que ahora se vincule más a Cataluña
y su senyera.
La libertad
se vincula directamente a la pluralidad social. Aquellos que pretenden coartar
esas libertades y se erigen con capacidad suficiente para “expulsar” al
discrepante no pueden además dar lecciones de democracia. El daño que hacen a
la identidad de Cataluña vendría a ser equivalente al que hizo Franco respecto
a España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario