He
escuchado en reiteradas ocasiones la apelación al “tendríais que hacer”,
“deberíais haber hecho”… Son personas que identificándose con los fines de una
determinada acción se limitan a ver los “toros desde la barrera” y curiosamente
demandan “más” de aquellos que ya se están movilizando en algún sentido. Ellos
no hacen pero si demandan que aquellos que actúan con algún objetivo lo hagan con una mayor intensidad.
Es una curiosa mezcla entre apoyo (se
identifican con lo que se hace) y crítica (demandando hacerlo en mayor medida).
Habría que explicarles que alcanzar unas determinadas metas se hace desde la
implicación en las tareas para lograrlas. No es admisible la crítica cómoda de
aquellos que “sin hacer” demandan “que otros hagan”.
Tomar decisiones en cualquier ámbito
llevará siempre asociado la posibilidad de equivocarse. Avanzar en cualquier
tarea puede suponer que no siempre se
tomen las decisiones correctas, algo que entiendo se debe asumir desde
la naturalidad y procurando que esos errores sean los menos posibles y los de
menor trascendencia. En todo caso creo que es preferible avanzar cometiendo
algún error, que las actitudes pasivas de esperar que “otros hagan por
nosotros”.
En el actuar hay un abanico muy amplio
de posibilidades. Cada uno puede hacerlo desde su propia perspectiva,
capacidades o forma de ser. No es posible ni deseable que “todos hagan lo
mismo”. Un objetivo común puede ser abordado desde formas muy diversas. Será un
reto conjugar diversidad con unidad en un proyecto compartido. La amalgama para
lograrlo debe ser el respeto a lo que hace el otro, sin pretender nunca que lo
haga como “a mí me gustaría que lo hiciese”. La unidad se consigue desde el
respeto a la diferencia y no desde la uniformidad. El propio modelo leonés de
España iría en ese sentido.