Mantengo
que la crisis por la que atravesamos es más una crisis social general que una
que se pueda vincular en exclusiva al ámbito político o de la economía. Dando
un paso más en ese análisis diría que si algo la define en mayor medida es la
desconfianza hacia todo y hacia todos. Es uno de los efectos de los muchos
casos de corrupción que se han dado que han llevado a desconfiar hacia la clase
política en general. Es la desconfianza hacia el sistema financiero que ha
supuesto quiebras o intervenciones del estado en distintos países. Los casos en
que la ciudadanía ha adelantado dinero que luego no ha podido recuperar se han extendido al ámbito comercial y han ido
desde gimnasios hasta clínicas dentales.
Se hacen llamadas al diálogo pero
muchas veces es para decir “o haces lo que te pido o no eres dialogante”. Diría
que esa ha podido ser la posición que ha mantenido en su momento Artur Mas con
Rajoy, o la de Pablo Iglesias con Pedro Sánchez. Consecuencia de ello es que
nadie se fía de nadie, lo que no hace
más que profundizar en la crisis que tenemos.
A eso se añade que cuando se pierde la
confianza en alguien o en algo es muy complicado volver a recuperarla. Si a una
persona le das algo o le prestas un dinero en la confianza de que te lo vaya a
devolver y no lo hace, luego es muy complicado que le vuelvas a dar alguna
cosa.
Sin embargo por otro lado para avanzar
y superar la crisis se hace necesario recuperar esa confianza. Ello alentaría
el consumo. No olvidemos que un indicador básico de la economía es precisamente
el índice de confianza. Aquellos que creen en un futuro mejor, los que confían
en instituciones estables y los que no están atenazados por la incertidumbre
tenderán a proyectar esa confianza en consumo. Ello impulsaría la economía
y crearía puestos de trabajo.
El problema es cómo llegamos a superar
los actuales niveles de desconfianza. Algunos dicen: “bueno sustituimos a los anteriores gobernantes por otros y
ya está”. Lo malo es que por un lado esos “nuevos” generan un nivel de
desconfianza en muchos sectores de la población que no son inferiores a los que
les han precedido. Los dos partidos que en las encuestas del CIS alcanzan el
mayor porcentaje de “a los que nunca votaría” son el PP y Podemos. Por otro
lado el marco de la crisis se extiende bastante más allá del ámbito político.
Hay una crisis de valores que se hace
necesario superar. Creo que ella está en el origen de esa falta de confianza.
La confianza se fundamenta en valores como la honestidad y la integridad. Esos
valores no son privativos de ninguna ideología o de ningún partido, son valores
que se asocian a las personas.
La confianza se recupera desde el
pacto entre distintos y no desde la imposición al contrario. Es necesario
construir una “pluralidad sólida” que no se fundamente en la exclusión de
nadie. Que se base en la renuncia a alguno de los principios propios, para
poder dar entrada a otros que no se comparten pero que se puedan asumir. Las
élites políticas deben de proyectar ese ambiente de confianza entre ellos para
que luego pueda trasladarse al conjunto de la población. La incapacidad para
alcanzar acuerdos impide recuperar el valor de la confianza y con ello
dificulta la salida de la crisis.
Se hace necesario contar con un marco
institucional que resulte próximo a la ciudadanía. Que esos ciudadanos sientan
que esas instituciones le son propias y no sólo para “pedir” sino también para
“aportar”, de modo que sus problemas sean también nuestros problemas. Nadie se
puede arrogar que ellos son los representantes de “la gente” o “del pueblo”.
Hay que rebajar el templo de las vanidades en el que hay demasiadas personas
que se han instalado. Hay que considerar que a esa gente o a ese pueblo también
le representan, con igual derecho, los que son mis opositores políticos. El
fascismo siempre se ha fundamentado en considerar que “yo soy el pueblo (o la
gente )”. La democracia se sustenta en que la verdad es plural.
Tampoco es comprensible (y menos desde
unas posiciones de izquierda), aquello de que “como usted tiene poder, tiene
derechos”. Sin embargo en esto se basa que se apoye un referéndum en Cataluña
sobre la independencia y se niegue a los leoneses el derecho a su propio marco
autonómico. Mire en identidad histórica los leoneses “ganamos de largo”, pero
en poder no, la verdad es que en eso tenemos bastante poco. En base a ello no
sólo no se avanza en el reconocimiento de nuestra identidad sino que se plantea
incluso eliminar las Diputaciones (que si se conservan en ese proyecto para el
País Vasco). Reitero es la filosofía de “como usted tiene poder, tiene
derechos”.
En fin esperemos que se reconduzca la
situación. Que se tomen las medidas para recuperar los valores sociales. Que se
renuncie a la imposición y al abatimiento al contrario político. También a que
se reconozca que un pueblo o una persona tienen derechos con independencia del
poder que pueda tener.
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