jueves, 14 de abril de 2016

LA FALTA DE CONFIANZA, EPICENTRO DE LA CRISIS.


 

          Mantengo que la crisis por la que atravesamos es más una crisis social general que una que se pueda vincular en exclusiva al ámbito político o de la economía. Dando un paso más en ese análisis diría que si algo la define en mayor medida es la desconfianza hacia todo y hacia todos. Es uno de los efectos de los muchos casos de corrupción que se han dado que han llevado a desconfiar hacia la clase política en general. Es la desconfianza hacia el sistema financiero que ha supuesto quiebras o intervenciones del estado en distintos países. Los casos en que la ciudadanía ha adelantado dinero que luego no  ha podido recuperar  se han extendido al ámbito comercial y han ido desde gimnasios hasta clínicas dentales.

          Se hacen llamadas al diálogo pero muchas veces es para decir “o haces lo que te pido o no eres dialogante”. Diría que esa ha podido ser la posición que ha mantenido en su momento Artur Mas con Rajoy, o la de Pablo Iglesias con Pedro Sánchez. Consecuencia de ello es que nadie se fía de nadie, lo que  no hace más que profundizar en la crisis que tenemos.

          A eso se añade que cuando se pierde la confianza en alguien o en algo es muy complicado volver a recuperarla. Si a una persona le das algo o le prestas un dinero en la confianza de que te lo vaya a devolver y no lo hace, luego es muy complicado que le vuelvas a dar alguna cosa.

          Sin embargo por otro lado para avanzar y superar la crisis se hace necesario recuperar esa confianza. Ello alentaría el consumo. No olvidemos que un indicador básico de la economía es precisamente el índice de confianza. Aquellos que creen en un futuro mejor, los que confían en instituciones estables y los que no están atenazados por la incertidumbre tenderán a proyectar esa confianza en consumo. Ello impulsaría la economía y  crearía puestos de trabajo.

          El problema es cómo llegamos a superar los actuales niveles de desconfianza. Algunos dicen: “bueno sustituimos a         los anteriores gobernantes por otros y ya está”. Lo malo es que por un lado esos “nuevos” generan un nivel de desconfianza en muchos sectores de la población que no son inferiores a los que les han precedido. Los dos partidos que en las encuestas del CIS alcanzan el mayor porcentaje de “a los que nunca votaría” son el PP y Podemos. Por otro lado el marco de la crisis se extiende bastante más allá del ámbito político.

          Hay una crisis de valores que se hace necesario superar. Creo que ella está en el origen de esa falta de confianza. La confianza se fundamenta en valores como la honestidad y la integridad. Esos valores no son privativos de ninguna ideología o de ningún partido, son valores que se asocian a las personas.

          La confianza se recupera desde el pacto entre distintos y no desde la imposición al contrario. Es necesario construir una “pluralidad sólida” que no se fundamente en la exclusión de nadie. Que se base en la renuncia a alguno de los principios propios, para poder dar entrada a otros que no se comparten pero que se puedan asumir. Las élites políticas deben de proyectar ese ambiente de confianza entre ellos para que luego pueda trasladarse al conjunto de la población. La incapacidad para alcanzar acuerdos impide recuperar el valor de la confianza y con ello dificulta la salida de la crisis.

          Se hace necesario contar con un marco institucional que resulte próximo a la ciudadanía. Que esos ciudadanos sientan que esas instituciones le son propias y no sólo para “pedir” sino también para “aportar”, de modo que sus problemas sean también nuestros problemas. Nadie se puede arrogar que ellos son los representantes de “la gente” o “del pueblo”. Hay que rebajar el templo de las vanidades en el que hay demasiadas personas que se han instalado. Hay que considerar que a esa gente o a ese pueblo también le representan, con igual derecho, los que son mis opositores políticos. El fascismo siempre se ha fundamentado en considerar que “yo soy el pueblo (o la gente )”. La democracia se sustenta en que la verdad es plural.

          Tampoco es comprensible (y menos desde unas posiciones de izquierda), aquello de que “como usted tiene poder, tiene derechos”. Sin embargo en esto se basa que se apoye un referéndum en Cataluña sobre la independencia y se niegue a los leoneses el derecho a su propio marco autonómico. Mire en identidad histórica los leoneses “ganamos de largo”, pero en poder no, la verdad es que en eso tenemos bastante poco. En base a ello no sólo no se avanza en el reconocimiento de nuestra identidad sino que se plantea incluso eliminar las Diputaciones (que si se conservan en ese proyecto para el País Vasco). Reitero es la filosofía de “como usted tiene poder, tiene derechos”.

          En fin esperemos que se reconduzca la situación. Que se tomen las medidas para recuperar los valores sociales. Que se renuncie a la imposición y al abatimiento al contrario político. También a que se reconozca que un pueblo o una persona tienen derechos con independencia del poder que pueda tener.

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