domingo, 22 de octubre de 2017

CASTIESPAÑA VERSIÓN CATALANA.


 

          En mi opinión desde hace ya mucho tiempo existe un debate sobre lo que es y significa España. Los leoneses hemos defendido y proyectado un concepto que se resume en "unidad en la pluralidad". El mismo se ha contrapuesto con otro que se vincula más a la uniformidad y que en el libro de Juan Pedro Aparicio sobre "el desamor a España" denominaba Castiespaña. Esa era la España de los uniformes militares que se "bendecía" desde el papado sobre la base de la "unidad religiosa".

          En mi opinión este modelo de Castiespaña es el que se propicia desde los sectores que promueven la independencia de Cataluña. Es por ejemplo muy significativo el grito del diputado de ERC, Gabriel Rufian de "Viva Euskadi, Viva Galiza, Viva Andalucía y Viva Castilla". Ese es su modelo. Es curioso que por un lado en su grito alude a lo que considera que pueden ser sus compañeros de viaje hacia la independencia (Euskadi y Galicia desde su concepción "nacionalidades históricas"), luego hace parada en su territorio de procedencia Andalucía (sus padres son andaluces) y el resto ya lo asocia a  "Castilla". No veo demasiada diferencia entre esa concepción y la que puede tener el más rancio de los nacionalismos españoles.

          También esa concepción uniforme y unitaria de España está avalada por el nacional catolicismo impulsado desde algunos sectores de la iglesia en Cataluña (que incluso redactaron un manifiesto de apoyo al referéndum del 1 de octubre).

          El independentismo se alimenta en base a contraponer "dos identidades, dos unidades" una es la suya propia y la otra es una uniforme e indiferenciada "España". Lo hace en un intento de parcelar la riqueza y de postulados tan de "izquierdas" como aquellos que dicen "charnegos a vuestra tierra a moriros de hambre" o tan democráticos como los que amenazan a los que no coinciden con lo que son sus posiciones (con carteles con  fotos de los discrepantes  o promoviendo campañas falsas).

          El "derecho a decidir" puede ser un buen slogan, pero poco más. Hay que definir "quién tiene ese derecho" y sobre "que cuestiones se puede ejercer". Les pondré un ejemplo, en un menú yo podré elegir entre una serie de platos pero no sobre aquello que no está en el menú. En nuestro caso ese "menú" es la Constitución. También podré elegir lo que yo quiero pero no podré extender esa elección hacia lo que pueda desear el vecino de al lado. Es decir podré decidir sobre aquello que me afecta de forma exclusiva pero no sobre otras cosas que puedan implicar a otros comensales. Las decisiones que implican a varios no se pueden tomar de forma unilateral.

miércoles, 11 de octubre de 2017

SOBRE FILIAS Y FOBIAS EN EL CALLEJERO.


 

          En general diría que hay que devolver al pueblo, lo que es del pueblo, es decir las calles por las que transitan cada día. Hubo una época en que la dictadura usurpo ese derecho y lleno las calles de toda España con los nombres de aquellos que le eran afines. Sin embargo no siempre el nombre oficial que se daba a determinadas calles venía a coincidir con el que se mantenía a nivel popular. Así por ejemplo aunque en la ciudad de León existía oficialmente una calle “Generalísimo” nadie la llamaba como tal y todos nos referíamos a ella como “la calle Ancha”, lo mismo cabría decir de la “plaza de Calvo Sotelo” que todos conocíamos como “plaza circular”. 40 años de dictadura no consiguieron cambiar la denominación popular y con la llegada de la democracia hay un reconocimiento a esa realidad social y la denominación oficial vuelve a coincidir con la denominación popular.

            Sin embargo no se trata de sustituir unas filias por otras ni cambiar unas fobias por otras. Habrá elementos que puedan ser discutibles en lo que es el cambio de nomenclatura de las calles, pero poner en revisión a denominaciones como Espronceda, Bécquer o Machado (como ha ocurrido en Sabadell) no deja de ser una barbaridad manifiesta que es un signo de un maniqueísmo sumamente peligroso.

            Establecer el “cosmos social” en función de lo que es el “cosmos personal” vendría a ser un signo de cualquier dictadura. Una tentación que han tenido siempre algunos dirigentes políticos (de cualquier parte del mundo) es la de dejar su impronta en forma de placa en aquellos edificios, parques…que inauguran e incluso a alguno le han dado hasta su nombre en un afán de indudable protagonismo. También existe en ello el clientelismo de aquellos que buscan complacer  con un reconocimiento en forma de placa a sus “jefes políticos”.

                        Hay que buscar que el callejero de una ciudad sea una representación de lo que son y han sido sus habitantes a lo largo de la historia. Evitar las tentaciones personalistas que se han venido dando de modo que esas calles se conviertan en un espejo de vanidades o de expresión partidista de aquellos que en un momento dado ejercen el poder.