En mi opinión un factor clave en la
interpretación del debate sobre la autonomía leonesa es el relativo al propio
concepto de “representación”. ¿A quién
representan los políticos que surgen de los resultados electorales? En unos
casos se interpreta que son “representantes de sus votantes” y en otros “del
partido” por el cual se han presentado.
En
el proceso autonómico Martin Villa exigió a los cargos electos de su partido,
obediencia a lo que eran sus propias demandas. Es decir, obediencia al partido
por encima de lo que pudieran pensar las personas que les hubieran votado. Este
hecho quedo en evidencia cuando el partido fracasa y entonces esos cargos se
ven liberados de esas presiones y en función de ello promueven en la Diputación
de León (que aún gobernaban) una moción favorable a alcanzar una autonomía
leonesa que se gana por 20 votos frente a 4.
El
caso contrario lo hemos visto estos días en el que el alcalde de la ciudad de
León planta cara a cargos importantes de su partido en defensa de
reivindicaciones de la ciudadanía leonesa. Se ha primado “el representar a la
ciudadanía” por encima de lo que sean las exigencias de partido.
Es
un hecho que la reivindicación leonesista es independiente de la posición
ideológica de cada cual. Partidarios del reconocimiento político de la
identidad leonesa existen en todos los partidos. En el pasado podemos recordar
que tuvieron posiciones en defensa de la autonomía leonesa de forma
significativa José María Suárez (que promovió los recursos jurídicos contra la
integración leonesa en esa autonomía) o Juan Morano (por poner sólo dos
ejemplos). Las mociones presentadas en los diferentes Ayuntamientos han contado
con el apoyo de concejales y alcaldes de PP, PSOE, Podemos, IU, Ciudadanos,
Vox, Independientes y de UPL. Diría que el punto en común de todos ellos ha
sido el primar ser representantes de aquellos que les han votado por encima de
lo que pueda decir el partido por el que se hayan presentado. Son también los
valientes que han priorizado la dignidad frente a otros que más cobardemente
han elegido la sumisión.
Es
mentira que esto surja como una derivación de lo que sucede en Cataluña. Son
muchos años, diría que muchos siglos, en lo que este debate está presente. Eso
es un hecho objetivo que sólo se puede obviar desde el desconocimiento o desde
la mala intención.
En
buena medida esta batalla es la de la reivindicación de que los ciudadanos son
la base y el pilar de la democracia. Alguien que venía del franquismo como
Martin Villa cuando le preguntaron qué opinaba sobre la gran manifestación
contraria a la integración en la autonomía de Castilla y León contestaba menospreciando
y ninguneando a esa ciudadanía que se había manifestado pacíficamente en la
calle. Así en las declaraciones a los medios el 6-11-83 decía textualmente “Con todo el respeto hacia mis paisanos una
manifestación de 20.000 personas, aunque sean leoneses, no son bastantes para
diseñar una política autonómica en la cual está en juego ni más ni menos que la
organización territorial del Estado”. Vamos, dicho de otro modo, la opinión de los leoneses no se tendría en
cuenta.
De
algún modo Martin Villa reconocía que los leoneses no deseaban ese marco
autonómico. Pero también decía que los sentimientos de los leoneses no
importaban. Así afirmaba “el tema no es
tanto de sentimientos. Si hubiera podido hacerse un Estado de las Autonomías en
que no hubiera sido un sistema para Cataluña, el País Vasco y Galicia pues
seguramente podían haberse primado los sentimientos”. Sin embargo hoy tenemos las declaraciones independentistas
en Cataluña y la ruina económica, cultural y social en la Región Leonesa. No
parece que ofrezca mayores dudas que ese plan no ha funcionado.
La
cuestión leonesista no es un debate sobre lo que puedan pensar los leoneses. Aquí
lo que se plantea es el valor que se da a eso que quiere y desea la ciudadanía
leonesa. Es decir si lo que quiere la ciudadanía leonesa debe tener repercusión en el plano político.
Ha habido muchas manifestaciones leonesistas que además se reconocen como las
mayores de la historia leonesa. Pero aún está por ver la primera que sea
favorable a una autonomía de Castilla y León. Si alguien se anima les invito a
convocarla y seguro que tendría apoyo económico de la Junta.
Sinceramente
en este momento son tan apabullantes los datos económicos, sociales o
demográficos que permanecer sin promover un cambio es como aceptar la muerte.
Incluso los no convencidos de la necesidad de una autonomía leonesa deberían
pensar que es mejor arriesgar respecto a lo que no se conoce que permanecer en
algo que si se conoce que nos va muy mal.
La
ciudadanía siempre agradece que se primen sus intereses por encima de lo que
pueda decir un determinado partido. Los liderazgos políticos siempre se han
sustentado en ese principio de aceptación ciudadana.