viernes, 23 de septiembre de 2016

PASAR LA PELOTA POLÍTICA.


 

                    Lo que la clase política se ve incapaz de resolver, le pasa a la ciudadanía “la pelota” para que sean  los que lo intenten solucionar a través de nuevas elecciones. Claro así sucede que la pelota va pasando de un “tejado” a otro sin demasiados cambios y lo que es mucho peor, sin llegar a algún tipo de solución. Ello tiene repercusiones claramente negativas en la economía y el bienestar social.

          En principio se podría pensar que son los políticos los que deben aportar soluciones a los diferentes problemas que pueda tener la ciudadanía. Cada uno lo hará en función de su ideología y sus propios criterios, pero no parece muy aceptable que se diga: “aquello que yo soy incapaz de solucionar, soluciónelo usted”. Cabría decirles incluso aquello de ¡para darme servicio y soluciones ya les pagamos!

          En mi opinión la salida pasa por dar cauce político e institucional a lo que es la voluntad popular. Las urnas  por un lado han puesto de manifiesto la necesidad de  un cambio en las formas de hacer política. Las elecciones no han respaldado la continuidad en las formas de actuación. Sin embargo tampoco apoyan la ruptura con el modelo anterior, por cuanto el PP sigue siendo el partido ampliamente mayoritario. Habrá que buscar que en ese mosaico político español cada partido tenga la representación que le dan las urnas sin fórmulas excluyentes y aceptando que no es posible imponer su proyecto político a los demás. Hace falta mirar más al ciudadano y menos al rival político de turno.

          La unidad en un proyecto suficientemente consensuado es esencial para avanzar en los retos económicos y sociales. Construir pasa por alcanzar acuerdos. La rigidez debe de dar paso a la flexibilidad y no sólo a la “del otro” sino “de cada uno, de cada partido”. Para ello tal vez sea necesario centrar más las miras  en los objetivos políticos y menos en las personas. Si se alcanza ese proyecto en común incluso cabría la posibilidad de una presidencia rotatoria en función de la representación de cada grupo político. Las concesiones deben pasar por asumir ideas o proyectos aún cuando no sean los que cada partido incluye en su programa. Hay que admitir que no existe la verdad única y que también es posible encontrar una parte de verdad en aquello que es mi mayor oposición politíca.

          Asistimos a un ejercicio permanente de buscar la culpabilidad de la situación en el rival político. Todo ello imposibilita modificar las posiciones propias, parece que se espera “sentado” a que sea el otro el que cambie sus posiciones.

          En el 2012 decíamos en nuestro libro ¡Irresponsables!: “en las situaciones complicadas se hace necesaria la comunidad de esfuerzos incluso desde la discrepancia. Es cuestionable hasta qué punto se ha mirado la crisis actual desde la colaboración en el afán de superarla o más bien como la oportunidad de minar al rival político (y ello desde diferentes ámbitos ideológicos). Hoy, cuatro años después, podríamos decir exactamente lo mismo sobre la crisis política actual. Es un signo de estancamiento social que cabría vincular al estancamiento político.

          Creo que los partidos políticos no están legitimados para pedir a la ciudadanía que cambie el sentido de su voto para así poder alcanzar una mayoría suficiente que posibilite un nuevo gobierno. Es como decir ¡lo que nosotros somos incapaces de hacer hágalo usted! Es lo que yo llamo en este artículo ¡pasar la pelota política!

          Creo que todos los esfuerzos se hacen para deslegitimar al adversario político y más bien son pocos para encontrar los puntos que pudiera haber en común. La paradoja es que esto es así aún cuando si se revisan sus respectivos programas, entonces podríamos decir que pueden ser más importantes las coincidencias que las diferencias.

          También en el medio social se deben de dar cambios. Son muchos los que se quejan de la falta de acuerdo para alcanzar un Gobierno, pero luego esos mismos se echan las manos a la cabeza si un determinado partido flexibiliza sus posiciones para hacer posible ese acuerdo. Falta visión de estado y sobra visión de partido, pero ello no sólo entre los políticos también entre la ciudadanía. Se exige que se llegue a acuerdos, pero luego resulta que es “el acuerdo que yo quiero” y claro eso resulta muy complicado de alcanzar. El edificio de la unidad se construye desde los puntos mínimos en común y asumiendo que las realidades son como son (también las políticas) y no como desearíamos que fueran. Hay que entrar más en el mundo de lo posible siendo conscientes que puede estar bastante alejado del que se considera deseable.

          Entrando en el símil que da título a este artículo podríamos decir que ya va siendo hora “de dejar de pasar la pelota” y que lo que toca ahora es “hacer un juego más vertical”, que mire más a la portería y busque “meter gol”. Los aficionados desde las gradas se lo agradecerán y no entenderían que se les pida que bajen al césped para traspasar la línea de la portería. Además el árbitro no lo permitiría.

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