Lo
que la clase política se ve incapaz de resolver, le pasa a la ciudadanía “la
pelota” para que sean los que lo intenten
solucionar a través de nuevas elecciones. Claro así sucede que la pelota va
pasando de un “tejado” a otro sin demasiados cambios y lo que es mucho peor,
sin llegar a algún tipo de solución. Ello tiene repercusiones claramente
negativas en la economía y el bienestar social.
En principio se podría pensar que son
los políticos los que deben aportar soluciones a los diferentes problemas que
pueda tener la ciudadanía. Cada uno lo hará en función de su ideología y sus
propios criterios, pero no parece muy aceptable que se diga: “aquello que yo
soy incapaz de solucionar, soluciónelo usted”. Cabría decirles incluso aquello
de ¡para darme servicio y soluciones ya les pagamos!
En mi opinión la salida pasa por dar
cauce político e institucional a lo que es la voluntad popular. Las urnas por un lado han puesto de manifiesto la
necesidad de un cambio en las formas de
hacer política. Las elecciones no han respaldado la continuidad en las formas
de actuación. Sin embargo tampoco apoyan la ruptura con el modelo anterior, por
cuanto el PP sigue siendo el partido ampliamente mayoritario. Habrá que buscar
que en ese mosaico político español cada partido tenga la representación que le
dan las urnas sin fórmulas excluyentes y aceptando que no es posible imponer su
proyecto político a los demás. Hace falta mirar más al ciudadano y menos al
rival político de turno.
La unidad en un proyecto
suficientemente consensuado es esencial para avanzar en los retos económicos y
sociales. Construir pasa por alcanzar acuerdos. La rigidez debe de dar paso a
la flexibilidad y no sólo a la “del otro” sino “de cada uno, de cada partido”. Para
ello tal vez sea necesario centrar más las miras en los objetivos políticos y menos en las
personas. Si se alcanza ese proyecto en común incluso cabría la posibilidad de
una presidencia rotatoria en función de la representación de cada grupo
político. Las concesiones deben pasar por asumir ideas o proyectos aún cuando
no sean los que cada partido incluye en su programa. Hay que admitir que no
existe la verdad única y que también es posible encontrar una parte de verdad
en aquello que es mi mayor oposición politíca.
Asistimos a un ejercicio permanente de
buscar la culpabilidad de la situación en el rival político. Todo ello
imposibilita modificar las posiciones propias, parece que se espera “sentado” a
que sea el otro el que cambie sus posiciones.
En el 2012 decíamos en nuestro libro
¡Irresponsables!: “en las situaciones
complicadas se hace necesaria la comunidad de esfuerzos incluso desde la
discrepancia. Es cuestionable hasta qué punto se ha mirado la crisis actual
desde la colaboración en el afán de superarla o más bien como la oportunidad de
minar al rival político (y ello desde diferentes ámbitos ideológicos). Hoy,
cuatro años después, podríamos decir exactamente lo mismo sobre la crisis
política actual. Es un signo de estancamiento social que cabría vincular al
estancamiento político.
Creo que los partidos políticos no
están legitimados para pedir a la ciudadanía que cambie el sentido de su voto
para así poder alcanzar una mayoría suficiente que posibilite un nuevo
gobierno. Es como decir ¡lo que nosotros somos incapaces de hacer hágalo usted!
Es lo que yo llamo en este artículo ¡pasar la pelota política!
Creo que todos los esfuerzos se hacen
para deslegitimar al adversario político y más bien son pocos para encontrar
los puntos que pudiera haber en común. La paradoja es que esto es así aún
cuando si se revisan sus respectivos programas, entonces podríamos decir que
pueden ser más importantes las coincidencias que las diferencias.
También en el medio social se deben de
dar cambios. Son muchos los que se quejan de la falta de acuerdo para alcanzar
un Gobierno, pero luego esos mismos se echan las manos a la cabeza si un
determinado partido flexibiliza sus posiciones para hacer posible ese acuerdo.
Falta visión de estado y sobra visión de partido, pero ello no sólo entre los
políticos también entre la ciudadanía. Se exige que se llegue a acuerdos, pero
luego resulta que es “el acuerdo que yo quiero” y claro eso resulta muy
complicado de alcanzar. El edificio de la unidad se construye desde los puntos
mínimos en común y asumiendo que las realidades son como son (también las
políticas) y no como desearíamos que fueran. Hay que entrar más en el mundo de
lo posible siendo conscientes que puede estar bastante alejado del que se
considera deseable.
Entrando en el símil que da título a
este artículo podríamos decir que ya va siendo hora “de dejar de pasar la
pelota” y que lo que toca ahora es “hacer un juego más vertical”, que mire más
a la portería y busque “meter gol”. Los aficionados desde las gradas se lo
agradecerán y no entenderían que se les pida que bajen al césped para traspasar
la línea de la portería. Además el árbitro no lo permitiría.
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