jueves, 15 de septiembre de 2016

BALSAS QUE SON PANTANOS.


 

        Ya se sabe que los pantanos tienen mala prensa, no en vano al dictador tenía como uno de sus apelativos el de “Paco pantanos”. Así fueron muchos los que  se hicieron durante el franquismo, pero también llegada la democracia se siguieron construyendo. Se fueron inundando muchas tierras y hubo personas que pagaron con sus vidas su oposición a esos proyectos. Se dice por ejemplo que la construcción del pantano de Riaño fue una compensación a una compañía eléctrica por el cierre de la central nuclear de Lemoniz tras el asesinato del ingeniero industrial José María Ryan. Era algo así como pagar el impuesto revolucionario o lo que es lo mismo la aceptación del chantaje por parte del Estado a una organización terrorista. Eso sí, en las espaldas de los leoneses.

          Ahora parece que el procedimiento es otro. Que no gustan los pantanos, pues les llamamos balsas. Así tenemos que alguna de las proyectadas en la Ribera del Órbigo es mayor que el pantano de Villameca (que tiene mayor capacidad).

          En la Región Leonesa hay multitud de pantanos mientras que en otros sitios o no hay ninguno o hay muy pocos. Sinceramente no creo que ello sea achacable exclusivamente a la caracterización geográfica de unos y otros territorios. La explicación estaría más en la caracterización social de la población. Es decir a menor oposición de la ciudadanía mayor tendencia a hacer en esa zona pantanos. Tal vez por ello mismo hay muchos más pantanos en zonas deprimidas económicamente.

          Los pantanos son de las cosas en las que el sacrificio de aquellos que ven inundadas sus tierras ven menos compensación por el grave perjuicio que les supone. No genera puestos de trabajo y los beneficios que puedan suponer como empresa no les afectan de ningún modo al cotizar sus impuestos en otros territorios diferentes de donde se produce y donde están los pantanos. Habría que preguntarse por ejemplo los beneficios que ha supuesto la construcción del pantano de Riaño y sus efectos sobre la Tierra de Campos a la que se supone iban a beneficiar.

          Sacar a las personas de su medio social y natural es extremadamente duro. Es algo que describe muy bien Julio Llamazares en su obra “diferentes maneras de mirar el agua”. El desarraigo de tener que abandonar su hogar llevo a alguna persona de Riaño al suicidio.

          En el nuevo pantano que se quiere construir en La Ribera del Órbigo se constata también una oposición de los vecinos y de las instituciones que les representan, encabezadas por el Ayuntamiento de Carrizo. Es un signo de ello las miles de alegaciones presentadas al proyecto.

          Uno podría tener la impresión de que se trata de llevar a cabo en la Ribera del Órbigo lo que no se pudo hacer años atrás en Omaña. Parecería que todo el territorio leonés es susceptible de ser inundado. Sacrificios y beneficios no están bien repartidos.

          Hay que evaluar en qué medida un proyecto de estas características puede afectar a un  cultivo primordial de la comarca como es el lúpulo.  Informes técnicos indican que el aumento de humedad puede contribuir al aumento de plagas que podrían afectar negativamente a este cultivo. ¿Sería capaz la Confederación Hidrográfica del Duero de hacer algún tipo de seguro relativo a que no se van a producir plagas y que si se producen ellos asumirían ese coste? Si como parece no están dispuestos a hacerlo, no se entiende que se pida que sean los propios agricultores los que asuman esos riesgos. Si tal y como dice el proyecto su “objetivo sería incrementar la garantía de suministro en los regadíos dependientes del río Órbigo actualmente deficitarios” podría pensarse que tendría apoyo entre los agricultores, sin embargo no es así, sino que la oposición es ampliamente mayoritaria entre ellos.

          El mismo proyecto indica que no hay aportación nueva de agua sino que se aprovecharan los canales de riego que ya hay. No se llega a entender que los 44 millones que cuesta la obra no se destinen a mejorar las infraestructuras existentes. Cuando se hace el pantano de Riaño,  luego los canales de regadío tardan decenios de años en hacerse. Mejorar la eficacia en la canalización puede ser fundamental y no supondría ni costes ni riesgos adicionales. Hay que tener en cuenta que además los costes de este proyecto se hacen recaer sobre los propios agricultores. Es como decir “usted paga por algo que ya ha dicho que no quiere y que le puede perjudicar, más que nada porque lo digo yo (CHD)”. Luego se extrañan de los miles de alegaciones presentadas.

          La CHD vendría a ser un instrumento de la Junta de Castilla y León que nuevamente diseña proyectos que atentan al bienestar de los leoneses. Es el camino a la despoblación, al empobrecimiento económico y eso se hace con el dinero de los propios afectados. No vale simplemente con que a los pantanos les llamen balsas.

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