Diría que cada vez más la ciudadanía
está más pendiente de lo que son las realidades virtuales y deja de lado lo que
de hecho ocurre en el medio social más próximo. Vemos más pantallas y menos
personas. Nos inundan seres fantásticos que nos impiden prestar una mayor
atención al mundo real. El gran éxito de Pokemon Go claramente va en esta
dirección.
Esa ceguera social a la que alude este
artículo es tal (en los extremos) que
alguna persona (Jerson López en León de Guatemala) ha perdido la vida en su búsqueda de esos seres misteriosos. La
policía ya ha advertido de los riesgos que supone el fijar la atención en esas
realidades virtuales y desconectar totalmente de ese medio social (donde hay
semáforos, coches y hasta personas…).
Es posible que la realidad cotidiana
no nos este dibujando unos horizontes suficientemente “apetecibles” y que ello
favorezca el refugio en esas otras realidades virtuales más lúdicas. Sin
embargo para superar aquello que no nos gusta se hace necesario visualizarlo,
la técnica del avestruz no creo que sea la más conveniente para mejorar las
cosas.
Pero por otro lado la sociedad (en
general) evoluciona hacia parámetros de buscar mayor comodidad y minimizar los
esfuerzos. Tendemos a buscar que otros nos solucionen las cosas, evitando ser
protagonistas en encontrar salidas a los problemas. Esto nos lleva a una
dinámica imposible que lleva a intentar
buscar mejorar la situación sin que ello suponga algún tipo de coste social.
Habrá que dirimir donde aplicar ese coste pero no creo que sea posible el
evitarlo.
Esta “ceguera social” lleva aparejado
un gran nivel de individualismo y también la banalización de las cosas y las
conversaciones. En el fondo todo ello,
en mi opinión, lleva aparejado una cierta crisis de valores. Los principios
morales y éticos diría que tienen poca cabida en la pantalla de un móvil. Esos
principios en gran medida nos fijan normas de conducta en la relación con los
demás. Si no vemos a “las personas” que tenemos a nuestro lado, si no son
objeto de nuestra preocupación, entonces tampoco parece que lo serán esos
principios éticos y morales. En mis habituales viajes en autobús es frecuente
ver en los asientos reservados para embarazadas, personas discapacitadas… a
alguien operando con su móvil, ello incluso aún cuando haya personas con
derecho a ocupar esos asientos. No es que no les reconozcan ese derecho es que
simplemente no les ven, su relación con el mundo lo es casi exclusivamente a
través de su móvil.
Estas conductas “escapistas” y de
“ceguera social” nos dificultan en gran medida para avanzar ya sea en el
terreno económico, político o social en general. Mientras no seamos capaces de
considerar que nuestros modos de conducta son también parte del problema será
imposible establecer cauces para superar la situación.
Es irresponsable decir que los únicos
culpables son “los otros” y en consecuencia son ellos los únicos que deben
rectificar. Si ese es el principio que rige en todos los casos, la consecuencia
será que nada cambia, ya que nadie asumirá que esos cambios de conducta también
le afectan.
Estamos en un mundo que nos lleva a
“ver” más que a “hacer”, a “la imagen” más que a “los textos”. Todo ello bajo
el paraguas de lo que resulta más fácil y sencillo. Su traducción en el campo
económico es que triunfa Pokemon Go y cierran las librerías.
La derrota del pensamiento nos lleva
hacia el triunfo de los radicalismos en muchas partes del mundo (en formas y
formatos diferentes). Es más fácil obedecer a un líder que pensar por uno
mismo. Las crisis económicas han llevado aparejado el triunfo de las ideas
totalitarias. Hoy ese peligro existe y es tan grave que no cabe obviarlo. El
seguidismo a un ser virtual también puede llevar aparejado ese mismo tipo de
conducta en otros campos como el político.
En su explicación del fascismo E.Fromn
decía que en las multitudes nazis “el individuo encontraba la fuerza de la que
el yo carece”. Esa “debilidad del yo”, en su apreciación, era el factor
fundamental que explicaba el origen del movimiento social tal vez más pernicioso que ha existido nunca.
Sin embargo esto es algo que puede tener
su paralelismo actual con el ISIS y los atentados terroristas que están
sucediéndose en el mundo. Los autores de las masacres en Orlando, en Niza… han
encontrado acomodo a sus desequilibrios personales en las teorías de esa
organización (la fuerza de la que carecen y su identidad con un grupo que le dice lo que hay que hacer, como
hacerlo y cuando hacerlo, que les evita pensar).
Es tan complicado como necesario el
superar está “ceguera social”. Habrá que establecer los mecanismos necesarios
para poder hacerlo y consensuar iniciativas para lograrlo. Hemos de conseguir
ser protagonistas de nuestro destino y “ver” a las personas que tenemos al
lado. Todo ello sin que neguemos los avances tecnológicos (siempre y cuando nos
lleven a más y mejor comunicación y no a
más incomunicación).
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