lunes, 1 de agosto de 2016

LA CEGUERA SOCIAL.


 

          Diría que cada vez más la ciudadanía está más pendiente de lo que son las realidades virtuales y deja de lado lo que de hecho ocurre en el medio social más próximo. Vemos más pantallas y menos personas. Nos inundan seres fantásticos que nos impiden prestar una mayor atención al mundo real. El gran éxito de Pokemon Go claramente va en esta dirección.

          Esa ceguera social a la que alude este artículo es tal (en los extremos)  que alguna persona (Jerson López en León de Guatemala) ha perdido la vida  en su búsqueda de esos seres misteriosos. La policía ya ha advertido de los riesgos que supone el fijar la atención en esas realidades virtuales y desconectar totalmente de ese medio social (donde hay semáforos, coches y hasta personas…).

          Es posible que la realidad cotidiana no nos este dibujando unos horizontes suficientemente “apetecibles” y que ello favorezca el refugio en esas otras realidades virtuales más lúdicas. Sin embargo para superar aquello que no nos gusta se hace necesario visualizarlo, la técnica del avestruz no creo que sea la más conveniente para mejorar las cosas.

          Pero por otro lado la sociedad (en general) evoluciona hacia parámetros de buscar mayor comodidad y minimizar los esfuerzos. Tendemos a buscar que otros nos solucionen las cosas, evitando ser protagonistas en encontrar salidas a los problemas. Esto nos lleva a una dinámica imposible que lleva a  intentar buscar mejorar la situación sin que ello suponga algún tipo de coste social. Habrá que dirimir donde aplicar ese coste pero no creo que sea posible el evitarlo.

          Esta “ceguera social” lleva aparejado un gran nivel de individualismo y también la banalización de las cosas y las conversaciones. En el fondo  todo ello, en mi opinión, lleva aparejado una cierta crisis de valores. Los principios morales y éticos diría que tienen poca cabida en la pantalla de un móvil. Esos principios en gran medida nos fijan normas de conducta en la relación con los demás. Si no vemos a “las personas” que tenemos a nuestro lado, si no son objeto de nuestra preocupación, entonces tampoco parece que lo serán esos principios éticos y morales. En mis habituales viajes en autobús es frecuente ver en los asientos reservados para embarazadas, personas discapacitadas… a alguien operando con su móvil, ello incluso aún cuando haya personas con derecho a ocupar esos asientos. No es que no les reconozcan ese derecho es que simplemente no les ven, su relación con el mundo lo es casi exclusivamente a través de su móvil.

          Estas conductas “escapistas” y de “ceguera social” nos dificultan en gran medida para avanzar ya sea en el terreno económico, político o social en general. Mientras no seamos capaces de considerar que nuestros modos de conducta son también parte del problema será imposible establecer cauces para superar la situación.

          Es irresponsable decir que los únicos culpables son “los otros” y en consecuencia son ellos los únicos que deben rectificar. Si ese es el principio que rige en todos los casos, la consecuencia será que nada cambia, ya que nadie asumirá que esos cambios de conducta también le afectan.

          Estamos en un mundo que nos lleva a “ver” más que a “hacer”, a “la imagen” más que a “los textos”. Todo ello bajo el paraguas de lo que resulta más fácil y sencillo. Su traducción en el campo económico es que triunfa Pokemon Go y cierran las librerías.

          La derrota del pensamiento nos lleva hacia el triunfo de los radicalismos en muchas partes del mundo (en formas y formatos diferentes). Es más fácil obedecer a un líder que pensar por uno mismo. Las crisis económicas han llevado aparejado el triunfo de las ideas totalitarias. Hoy ese peligro existe y es tan grave que no cabe obviarlo. El seguidismo a un ser virtual también puede llevar aparejado ese mismo tipo de conducta en otros campos como el político.

          En su explicación del fascismo E.Fromn decía que en las multitudes nazis “el individuo encontraba la fuerza de la que el yo carece”. Esa “debilidad del yo”, en su apreciación, era el factor fundamental que explicaba el origen del movimiento social  tal vez más pernicioso que ha existido nunca. Sin embargo  esto es algo que puede tener su paralelismo actual con el ISIS y los atentados terroristas que están sucediéndose en el mundo. Los autores de las masacres en Orlando, en Niza… han encontrado acomodo a sus desequilibrios personales en las teorías de esa organización (la fuerza de la que carecen y su identidad con un  grupo que le dice lo que hay que hacer, como hacerlo y cuando hacerlo, que les evita pensar).   

          Es tan complicado como necesario el superar está “ceguera social”. Habrá que establecer los mecanismos necesarios para poder hacerlo y consensuar iniciativas para lograrlo. Hemos de conseguir ser protagonistas de nuestro destino y “ver” a las personas que tenemos al lado. Todo ello sin que neguemos los avances tecnológicos (siempre y cuando nos lleven a más y mejor comunicación  y no a más incomunicación).

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