En mi opinión estamos
viviendo una crisis que trasciende el plano económico o político y alcanza al
medio social en su conjunto. Desde esa perspectiva su gravedad aumenta ya que implica a todos los estamentos
sociales, a la sociedad en su conjunto. Por ello mismo la solución no acaba
cambiando a unos determinados políticos o en función de las medidas que puedan
tomar los diferentes bancos centrales. Es una crisis con raíces más profundas
que necesitan modificaciones de conducta en el conjunto del ámbito social. Algo
de esto he tratado de exponer en mi libro ¡irresponsables!
En el plano político habría dos
versiones. Una nos dice que hay una élite política corrupta y que cambiándola
ya habremos superado esa crisis. Es como decir “lo nuevo (Podemos, Ciudadanos…),
lava más blanco”, así que cambiando de “detergente” ya tendremos “la ropa
social más limpia”. En esa versión las causas y soluciones se restringen al
medio político. La otra versión es que la crisis tiene un calado mucho más
importante y llega al conjunto del medio social. La política y los políticos no
son más que un reflejo de lo que sucede en el conjunto de la sociedad. Hoy
existe un consenso social en valorar como una barbaridad el que alguien diga
“los gitanos son unos ladrones”, pero parece que si cambiamos la identificación
étnica con la de algún partido político ello tendería a admitirse sin
demasiadas dificultades. Los valores de honestidad no pertenecen a ningún
colectivo y se circunscriben al plano personal e individual.
Hoy el insulto y la descalificación se
extienden cada vez más y no es privativo de una ideología determinada. En una
vorágine peligrosa, a un insulto se responde con otro insulto, lo que lleva a
una radicalización que impide el que se puedan establecer diálogos entre
diferentes. Los acuerdos se hacen imposibles y el país se paraliza. Todo ello
con el agravante de que esa situación promueve que se produzcan desinversiones
o la paralización de la economía. La división y las tensiones políticas se
producen cuando a la vez hay propuestas de proyectos que buscan la
desintegración territorial del país.
En mi opinión estamos en un medio
social en que todo se banaliza en exceso. La imagen se prima al pensamiento.
Todo se convierte en espectáculo y hay una falta de referentes éticos. Esto que
sucede en la programación de los medios televisivos luego se traslada al
Parlamento. El debate de ideas se sustituye por el de las apariencias. Las
librerías cierran en España al mismo tiempo que ganan audiencia programas del
tipo de “Gran Hermano”. El chismorreo vence a la reflexión.
Estamos en una sociedad excesivamente
pasiva que demanda que le solucionen los problemas sin tomar parte activa en
esa solución. Que no considera que las instituciones públicas les pertenezcan y
que los problemas que puedan tener, sean también sus problemas. Que los
recursos públicos no son inagotables. Hay que demandar rigor en la utilización
de los mismos y evitar el derroche innecesario (algo que en mi opinión no se da
en este momento). A la vez hay ponderar que existen límites y que sobrepasarlos
nos lleva a que un beneficio efímero se convierta a corto medio plazo en
penurias económicas más importantes (al modo que puede pasar en cualquier
economía familiar).
Estamos en una sociedad muy
individualista que se relaciona más a través de los dispositivos móviles que
con las personas que pueda tener a su alrededor. Ese individualismo lleva a la
insolidaridad. El “no ver al otro” (literalmente) hace que cuando se viaja en
autobús en un asiento reservado a personas mayores, embarazadas… sea habitual
ver a alguien manejando su móvil, que no deja ese asiento a las personas que
tendrían derecho al mismo. No es ello tanto por que no quieran dejar ese
asiento como por “no verlos”.
En ese ver el mundo a través de los
dispositivos móviles hace que se pierda pluralidad en esa visión. Filtramos los
contenidos y entonces sólo vemos aquello que puede estar de acuerdo con lo que
nosotros creemos. Ello resta capacidad para comprender la parte de verdad que
pueda tener el otro. Promueve conductas de autoafirmación en lo que ya pensamos
y distanciamiento de lo que piensan los demás. ¿No creen ustedes que también
este tipo de conductas luego se trasladan al ámbito parlamentario?
Estamos creando niños burbuja con
medidas de sobreprotección que les van a impedir enfrentarse al mundo. Vemos a
niños que van con trajes de neopreno a una piscina. Diríamos que estos miedos
son más de tipo físico que intelectual. Es decir hay más temor a que tenga frío
cuando accede a la piscina que a las consecuencias que pueda tener el que niños
de 5 años ya vayan con su móvil. Creo que se hace necesario releer el libro de
Erich Fromm sobre “ser o tener”. Hoy tal vez más que nunca se busca sustituir
el ser (el contacto con los hijos) por el tener (móviles, trajes de neopreno…).
Sin embargo a veces podríamos decir que nuestros hijos “son menos” mientras “tienen
más” (todo ello dentro de unos límites).
En definitiva creo que estamos en una
crisis del medio social que trasciende el ámbito político. Que a todos nos
corresponde, en algún grado, rectificar conductas para poder superarla. Esperar
a que otros nos resuelvan las cosas no creo que sea la solución.
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