He
escuchado en reiteradas ocasiones la apelación al “tendríais que hacer”,
“deberíais haber hecho”… Son personas que identificándose con los fines de una
determinada acción se limitan a ver los “toros desde la barrera” y curiosamente
demandan “más” de aquellos que ya se están movilizando en algún sentido. Ellos
no hacen pero si demandan que aquellos que actúan con algún objetivo lo hagan con una mayor intensidad.
Es una curiosa mezcla entre apoyo (se
identifican con lo que se hace) y crítica (demandando hacerlo en mayor medida).
Habría que explicarles que alcanzar unas determinadas metas se hace desde la
implicación en las tareas para lograrlas. No es admisible la crítica cómoda de
aquellos que “sin hacer” demandan “que otros hagan”.
Tomar decisiones en cualquier ámbito
llevará siempre asociado la posibilidad de equivocarse. Avanzar en cualquier
tarea puede suponer que no siempre se
tomen las decisiones correctas, algo que entiendo se debe asumir desde
la naturalidad y procurando que esos errores sean los menos posibles y los de
menor trascendencia. En todo caso creo que es preferible avanzar cometiendo
algún error, que las actitudes pasivas de esperar que “otros hagan por
nosotros”.
En el actuar hay un abanico muy amplio
de posibilidades. Cada uno puede hacerlo desde su propia perspectiva,
capacidades o forma de ser. No es posible ni deseable que “todos hagan lo
mismo”. Un objetivo común puede ser abordado desde formas muy diversas. Será un
reto conjugar diversidad con unidad en un proyecto compartido. La amalgama para
lograrlo debe ser el respeto a lo que hace el otro, sin pretender nunca que lo
haga como “a mí me gustaría que lo hiciese”. La unidad se consigue desde el
respeto a la diferencia y no desde la uniformidad. El propio modelo leonés de
España iría en ese sentido.
La personalidad leonesa tendente al
individualismo y a una cierta pasividad ante los acontecimientos diría que
fomenta actitudes como las que estamos describiendo en este artículo. En el
movimiento leonesista también podemos
encontrarlas, lo que no ayuda precisamente al avance en los objetivos que se
persiguen.
El futuro se construye desde los
cimientos del pasado. Los avances en cualquier campo tienen su fundamento en
aquellas cosas que otros han hecho con anterioridad. Esto puede parecer una
evidencia, pero a veces tengo la sensación de que desde ese individualismo se
actúa sin tomar en consideración que se han dado pasos anteriores. Por decirlo
de algún modo, se busca más construir una “casa nueva” (“mi casa”) que “un piso
más” en un edificio que está en
construcción. Entiendo que ello puede dificultar el avance en alcanzar
determinadas metas.
Además del “pegamento” del respeto, se
hace necesaria la formación en la pedagogía del conocimiento. La fuerza de una
idea en buena medida se asienta en los cimientos del saber sobre lo que ha sido
nuestra historia ya sea en épocas más remotas como en un pasado más reciente.
También en otros ámbitos como la economía, la antropología… Es tarea complicada
ya que hay que luchar contra un poder que premia con dinero público la difusión
de todo aquello que fomente asentar su “status quo”.
Comprendo que es un esfuerzo
importante el que se demanda a la población. Conscientes de ello algunos nos
quieren ganar “por aburrimiento”, o por lo que ellos llaman “poner fin a
polémicas estériles” (como recientemente titulaba un periódico de Valladolid).
Es decir no contra argumentan, simplemente buscan vencer desde el cansancio.
Mientras, la población envejece lo que hace perder vitalidad al conjunto del
medio social.
Tampoco ayuda a ese “sentirse vivo”
una evolución hacia la simplicidad. Se suprimen contenidos para ganar en
rapidez en la difusión. La reflexión surge de la pausa y de la información. Sin
esos canales que la alimentan nos podemos encontrar con una sociedad bastante
“vacía” y “pobre intelectualmente hablando”.
Una sociedad menos formada es también
más fácilmente manipulable. Si analizamos la evolución política a nivel mundial
podríamos decir que encontramos que han ido progresando movimientos que desde
diferentes ámbitos ideológicos tienen en común el fundamentarse más en “el
rechazo” que en “la identidad con un modelo alternativo”. Diría que en buena
medida se están sustituyendo las ideas por los slogans. Se busca la frase
ocurrente como elemento de comunicación, los contenidos se dejan de lado.
Hay que recuperar el volver a ser
actores de nuestro propio destino. Ser locomotoras de nuestro porvenir y no
simplemente vagones que siguen el carril que le han marcado. Para hacerlo hay
que aceptar la pluralidad en las formas de ser y actuar. No es necesaria ni siquiera
conveniente la uniformidad. Desde ese principio hay que valorar lo que se hace
incluso asumiendo la imperfección. En mi opinión los leoneses somos en muchas
ocasiones excesivamente cainitas, lo que nos debilita.
Para concluir diría “Haz lo que
quieras hacer y no esperes a que otros lo hagan por ti”. El futuro se construye
más desde la acción (en un sentido amplio) que desde la crítica a los que
hacen.
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