Varias veces he escuchado que no se
conocen las razones que han llevado a que se constituyese la autonomía de
Castilla y León. Yo no estaría muy de acuerdo con ello. Para mí están
suficientemente claras, otra cosa es que resulten convincentes.
La autonomía de Castilla y León nace
como un proyecto de contenido exclusivamente político. Son las famosas “razones
de Estado” a las que aludía Martin Villa. Descartamos entonces cualquier
motivación de índole histórica, geográfica o económica. Como todo eso falta,
luego con posterioridad la Junta tratará de rellenar ese vacío.
Hay que ponerse en situación,
especialmente las personas más jóvenes que no vivieron esos momentos. Rodolfo
Martin Villa era en ese momento Ministro de Administración Territorial y su
gran proyecto político era construir la España de las Autonomías. A la vez era
el líder de la UCD (Unión de Centro Democrático) en la provincia de León. Hay que tener en cuenta que este era el partido
mayoritario tanto en el conjunto del Estado como en la provincia de León.
Ese proyecto político del Estado de
las Autonomías se hace para satisfacer las demandas que existían en Euskadi y
Catalunya (principalmente) y las diseña alguien que no cree en ese modelo de
organización. En base a ello considera conveniente establecer un “centro
fuerte” que sirva de contrapeso a los nacionalismos periféricos y es este el
factor fundamental que da origen a Castilla y León. Es decir la autonomía de
Castilla y León surge como un dique de
contención a los nacionalismos periféricos. Lo demás, incluida la voluntad de
la ciudadanía, no cuenta. Esas y no otras son las famosas “razones de Estado”.
En esa situación en la provincia de
León surge una reacción social muy importante que lleva a las mayores
movilizaciones de su historia (no superadas posteriormente). Poco importaba, la opinión de un ministro valía más que las de
todos los leoneses en su conjunto. Todas las encuestas de opinión de la época
(incluidas las de la Diputación) constataban un amplio rechazo a entrar en ese
marco autonómico.
El hecho de que Martin Villa fuese a
la vez presidente de la UCD de León propicio un control férreo de su partido.
Podía ser poco comprensible que en la provincia de la que era presidente y
diputado fuese precisamente la que se oponía a su proyecto político por
excelencia. Todo ello supuso que los representantes de UCD no actuasen tanto
por voluntad propia como por sometimiento a las directrices que les indicaba
Martin Villa. Prueba de ello es que cuando se produce el colapso de UCD como
partido se ven libres de la presión que tenían y tratan de rectificar. Así
propician una votación en la Diputación en la que por 20 votos a favor frente a
4 rechazan que la provincia de León se integre en el marco autonómico de
Castilla y León. Sin embargo esa votación de gran contenido político no se la
da reconocimiento a nivel jurídico por lo que las cosas no cambian. La
justificación para esa decisión es que la Diputación es responsable del inicio
del proceso pero no tiene capacidad de rectificar las decisiones que se habían
tomado con anterioridad. En todo caso a raíz de esa votación Martin Villa no
volverá a tener ningún tipo de responsabilidad política en León, incluso apenas
se volverá a ver por estas tierras.
Pasados los años habría que ver si ese
modelo de contrapeso de fuerzas centrípetas y fuerzas centrífugas ha
funcionado. Cuando tenemos en marcha un proceso por la independencia de
Catalunya, uno diría que no. La unidad
se construye desde la aceptación de la diversidad y no es este el principio que
ha guiado la construcción de la España de las autonomías. Por otro lado como en
tantas otras cosas los leoneses han sido los grandes sacrificados en aras a un
supuesto bien común (como por ejemplo ha pasado con los pantanos).
Como Castilla y León no es más que un
artificio político luego se ha tratado de dotarlo de algún tipo de contenido (a
posteriori). Ello es lo que da sentido a que se cree la Fundación Villalar que
con dinero público hace “trajes a medida” de aquellos que sufragan sus
presupuestos anuales de más de un millón
de euros.
No llego a entender que aquellos
nuevos partidos que no existían en el momento de la creación de la España de
las Autonomías den el visto bueno a este proceso. Sus silencios les convierten
en cómplices del mismo, en el sometimiento de la voluntad de la ciudadanía a
las voluntades de las élites políticas. Así que mejor que no aludan a ser
“representantes de la gente”.
En su momento quise dejar testimonio
de lo que acontecía a través de mi libro “el proceso autonómico leonés” que se
agoto a pesar de las condiciones mínimas de su edición. Posteriormente ha sido
reeditado conjuntamente con el de la “identidad leonesa” y “la personalidad
leonesa” en una trilogía.
Hemos buscado que las nuevas
generaciones tengan conocimiento de lo ocurrido. Entender lo que ha pasado debe
ser un instrumento para proyectar el futuro.
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