El
último libro que he publicado ha tratado de ser una indagación sobre los rasgos
que constituyen y vienen a definir la personalidad leonesa. Desde mi particular
visión quería aportar sobre algo que, en mi opinión, no se había escrito
suficiente. El ahondar en esa personalidad leonesa a lo largo de la historia
también ayudaba a descubrirse a uno mismo.
Cuando plantee la posibilidad de
publicar esos escritos, el libro tomo forma de una trilogía al añadirse otros dos que habían sido publicados anteriormente, el
proceso autonómico leonés y la identidad leonesa.
Considerábamos que son los rasgos
comunes a muchas individualidades los que definen la personalidad de un pueblo
y ello no sólo en una determinada coyuntura sino a lo largo de la historia,
Uno de los rasgos esenciales de esa
personalidad leonesa es el valor que atribuye a la libertad.
Podríamos decir que el leonés “va por libre” o lo que es lo mismo gusta gozar
de su libre albedrío y es poco proclive al sometimiento a una norma
determinada, especialmente a aquellas que se emiten sin haber participado en su
consentimiento.
Ese rasgo asociado a la libertad ha
permitido que ya sea en el campo liberal (Azcarate,Gullon…) o en el anarquismo
(Durruti, Pestaña…) ha habido personalidades leonesas relevantes.
El leonés compagina ese espíritu libre
con un aire muy contenido en sus formas de expresión. Esa libertad se vincula a
otro rasgo importante de su personalidad como es el individualismo. Esto hace
también que muchas veces los leoneses hagan “la guerra por su cuenta” y se
dificulten las formas de colaboración. Ello provoca también que demasiadas
veces no se tenga presente que hay un camino andado y que no hace falta volver
al punto de partida sino que habría que comenzar a construir sobre aquello que
ya se ha hecho. Podríamos decir que en muchas ocasiones para el leonés todo
aquello que no ha hecho individualmente es como si no existiese. Esa situación
provoca que sea habitual que agrupaciones políticas, culturales o sociales
aparecen o desaparecen con gran facilidad.
El valor de la libertad en la cultura
leonesa se deja ver en los diferentes ámbitos de la cultura tradicional. Es el
eterno debate entre “foro u oferta” en el
que la representación civil hace determinadas ofrendas a la iglesia pero lo
hace como una “decisión libre”, desde su libertad (oferta), aunque la
representación eclesiástica considere que ello es una obligación (al recibirla
como foro). También sería ejemplo de esa
defensa de las libertades la rebelión frente al tributo de las cien doncellas.
La personalidad de un pueblo se va
conformando a lo largo de su historia. Así no es casualidad que cuando Sánchez
Albornoz escribe sobre la libertad en su obra “sobre la libertad humana en el
reino asturleonés hace mil años” dice: “mientras
en las tierras asturianas y galaicas es
posible documentar numerosos siervos e incluso abundaron en tierras
portuguesas…en la zona leonesa hayamos muy pocos testimonios de población
servil” (Pág. 73), Esa defensa de las libertades también se hace plasmar en
la defensa de sus leyes en las que se hace primar un sentido de igualdad ante
el rey. Así en esa misma obra el gran medievalista nos dice: “el estado asturleonés se articuló, no sobre
las relaciones contractuales que constituían
la cadena feudal, sino sobre la base igualitaria de la vinculación de los
súbditos con la alta magistratura del reino. Todos estaban sometidos a su
justicia…No escapaban a su suprema autoridad judicial ni los prelados, ni los
magnates” (Pág. 92). Esa misma situación descrita es la que provoca la rebelión
de algunos nobles (como la que da origen a Castilla con el conde Fernán
González) que aspiraban a sustituir al rey acaparando un mayor poder. También
explica como surgen las Cortes Leonesas de 1.188 en base a que el rey busca el
apoyo de las clases populares contra unos nobles que cuestionan su poder. A la
vez hay que decir que esa representación popular estaba más cercana al rey que
a una nobleza que representaba el feudalismo.
Este “Reino de Leyes” que fue el Reino
de León estableció el Fuero de León que fue reconocido como las primeras leyes
territoriales hispanas y en las que se recogía la costumbre del Concilium. La práctica
de articular las normas en base a decisiones puntuales que se adoptan sobre
temas muy concretos se ha seguido perpetuando en la sociedad leonesa a través
de los concejos o las juntas vecinales.
Podríamos decir que el leonés tiene un
sentimiento de que no hay nadie que defienda mejor sus intereses que el mismo y
para ello nada mejor que hacerlo del modo más directo posible, evitando
intermediarios. En demasiadas ocasiones aquellos que actuaban como
representantes de los leoneses han traicionado su mandato (Martín Villa por
ejemplo).
En el campo político podemos decir que
la decadencia del Reino de León va asociada a la de las Cortes como
institución. El valor de la palabra se sustituye por el de las armas (lo que
supone el avance militar).
Tal vez nos haga falta dar un
contenido más social y de colaboración a esa defensa de nuestras libertades,
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