Hace unos días leía que las encuestas
electorales de Estados Unidos indican que tanto Hillary Clinton como Donald
Trump reúnen más opiniones contrarias que de aceptación. Es decir la elección
se establece en función de la candidatura que suscite un menor rechazo y tal
vez en ello parta con ventaja la candidata demócrata. Sin embargo esa falta de
identidad con el líder no deja de ser un signo negativo para el país, implica
desconfianza y este es un factor fundamental para afrontar los importantes
retos que el mundo actual está planteando.
Esta situación que describimos en las
elecciones de Estados Unidos también se ha dado en otras partes del mundo. Así
en Austria ha ganado el candidato ecologista por un muy estrecho margen al
candidato de extrema derecha y ello habría que atribuirlo a que se consideraba
la “opción menos mala”(aunque ahora parece que se ven en la necesidad de
repetir las elecciones). En Francia también se ha aglutinado el voto en las
elecciones regionales para evitar el acceso al poder del Frente Nacional.
Habría más ejemplos pero ceo que ello nos da idea de que esto es un fenómeno
global.
Es verdad que este fenómeno político
es más visible en aquellos sistemas electorales basados en una “segunda vuelta”
que permite aglutinar el voto en las grandes opciones. En Estados Unidos más
que segunda vuelta cabría hablar de un proceso previo de selección de
candidatos.
En estos procesos la unidad se
establece como un intento de evitar que las posiciones radicales ocupen el
poder. Hasta el momento es algo que se ha logrado, pero la alerta ya ha sonado
hace tiempo. Los tiempos de crisis han impulsado siempre los extremismos y
cuando han llegado a triunfar ello ha implicado graves consecuencias para el
mundo.
Que el líder comunista de Corea del
Norte muestre sus simpatías por Donald Trump (al igual que Putin), nos dice
hasta qué punto se pueden compartir posiciones desde ideologías teóricamente
dispares.
Hay una necesidad de “rearmar”
dialécticamente e ideológicamente a aquellas fuerzas políticas que desde
ideologías diferentes comparten proyectos no rupturistas. En este momento
pueden tener más capacidad para ilusionar los proyectos radicales desde el
hartazgo de encontrarse en una situación no deseada. Construir un edificio
ladrillo a ladrillo puede tener menos capacidad de atracción que el que alguien
te regale una casa. Sin embargo al final un proyecto más sólido se fundamenta
más en procesos más lentos pero continuados. Los “regalos” vienen a ser como
los duros a cuatro pesetas que terminan defraudando.
En España viene a darse también este
fenómeno de “votar al que no se quiere”. Aquí los grandes aglutinadores del
rechazo son por un lado Mariano Rajoy y por otro Pablo Iglesias. Eso hace que
sea importante el voto “para evitar que gane el otro”. Sin embargo uno diría
que la situación del país demanda soluciones diferentes. Es evidente que el sentimiento
político ha cambiado por lo que ello debe tener algún tipo de traducción en el
Gobierno del país. Pero también es evidente que ese cambio no es tan radical
como para pasar de tener un Gobierno con mayoría absoluta del PP a otro que
tuviera como presidente a Pablo Iglesias. Se hace necesario que las voluntades
sociales mayoritarias se articulen a nivel político y para ello es
imprescindible entender que hay que buscar tener más voluntad de “aglutinar”
que de “apartar”. No podemos volver al discurso de “las dos Españas”.
En un medio social en el que prima la
imagen sobre los contenidos han tendido a triunfar los “vendedores de humo” en
los diferentes países. Pero el humo se acaba difuminando y al final se queda en
nada. El futuro se construye desde los esfuerzos del presente. Ni antes ni
ahora nadie ha regalado nada y habría que hacer un reconocimiento a esas
generaciones anteriores que con muchísimo esfuerzo han contribuido a que hayan
mejorado nuestras condiciones de vida. Al mismo tiempo también cabe decir que
en el derroche y en los dispendios que se han dado en los años anteriores
podemos encontrar la causa principal de la actual crisis. La situación social
no es muy diferente de la que cada uno puede tener en su casa. El ahorro puede
permitir mejores condiciones de vida en un futuro o ante situaciones negativas.
El gastar todos los recursos o el vivir a crédito puede hacer la vida más placentera en un
primer momento pero es a costa de empeorar las condiciones de vida en los años
siguientes. Creo que en este momento el medio social prima más el “vivir el
presente inmediato” que el “planificar el futuro” y que ese modo de pensar se
extiende al conjunto de las instituciones de los distintos países.
El cambio social que se necesita va
mucho más allá de un cambio de partidos. Hacen falta cambios de conducta a
todos los niveles y los caminos para llegar a alcanzar esa meta no son ni
fáciles ni inmediatos. Necesitamos recuperar la ilusión y que no se vote
simplemente por evitar que “otro” ocupe el poder. De la superación de la crisis
política dependerá también que se supere la crisis económica o que se ahonde
más en ella.
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