miércoles, 20 de julio de 2016

VOTAR LO QUE NO SE QUIERE.


 

          Hace unos días leía que las encuestas electorales de Estados Unidos indican que tanto Hillary Clinton como Donald Trump reúnen más opiniones contrarias que de aceptación. Es decir la elección se establece en función de la candidatura que suscite un menor rechazo y tal vez en ello parta con ventaja la candidata demócrata. Sin embargo esa falta de identidad con el líder no deja de ser un signo negativo para el país, implica desconfianza y este es un factor fundamental para afrontar los importantes retos que el mundo actual está planteando.

          Esta situación que describimos en las elecciones de Estados Unidos también se ha dado en otras partes del mundo. Así en Austria ha ganado el candidato ecologista por un muy estrecho margen al candidato de extrema derecha y ello habría que atribuirlo a que se consideraba la “opción menos mala”(aunque ahora parece que se ven en la necesidad de repetir las elecciones). En Francia también se ha aglutinado el voto en las elecciones regionales para evitar el acceso al poder del Frente Nacional. Habría más ejemplos pero ceo que ello nos da idea de que esto es un fenómeno global.

          Es verdad que este fenómeno político es más visible en aquellos sistemas electorales basados en una “segunda vuelta” que permite aglutinar el voto en las grandes opciones. En Estados Unidos más que segunda vuelta cabría hablar de un proceso previo de selección de candidatos.

          En estos procesos la unidad se establece como un intento de evitar que las posiciones radicales ocupen el poder. Hasta el momento es algo que se ha logrado, pero la alerta ya ha sonado hace tiempo. Los tiempos de crisis han impulsado siempre los extremismos y cuando han llegado a triunfar ello ha implicado graves consecuencias para el mundo.

          Que el líder comunista de Corea del Norte muestre sus simpatías por Donald Trump (al igual que Putin), nos dice hasta qué punto se pueden compartir posiciones desde ideologías teóricamente dispares.

          Hay una necesidad de “rearmar” dialécticamente e ideológicamente a aquellas fuerzas políticas que desde ideologías diferentes comparten proyectos no rupturistas. En este momento pueden tener más capacidad para ilusionar los proyectos radicales desde el hartazgo de encontrarse en una situación no deseada. Construir un edificio ladrillo a ladrillo puede tener menos capacidad de atracción que el que alguien te regale una casa. Sin embargo al final un proyecto más sólido se fundamenta más en procesos más lentos pero continuados. Los “regalos” vienen a ser como los duros a cuatro pesetas que terminan defraudando.

          En España viene a darse también este fenómeno de “votar al que no se quiere”. Aquí los grandes aglutinadores del rechazo son por un lado Mariano Rajoy y por otro Pablo Iglesias. Eso hace que sea importante el voto “para evitar que gane el otro”. Sin embargo uno diría que la situación del país demanda soluciones diferentes. Es evidente que el sentimiento político ha cambiado por lo que ello debe tener algún tipo de traducción en el Gobierno del país. Pero también es evidente que ese cambio no es tan radical como para pasar de tener un Gobierno con mayoría absoluta del PP a otro que tuviera como presidente a Pablo Iglesias. Se hace necesario que las voluntades sociales mayoritarias se articulen a nivel político y para ello es imprescindible entender que hay que buscar tener más voluntad de “aglutinar” que de “apartar”. No podemos volver al discurso de “las dos Españas”.

          En un medio social en el que prima la imagen sobre los contenidos han tendido a triunfar los “vendedores de humo” en los diferentes países. Pero el humo se acaba difuminando y al final se queda en nada. El futuro se construye desde los esfuerzos del presente. Ni antes ni ahora nadie ha regalado nada y habría que hacer un reconocimiento a esas generaciones anteriores que con muchísimo esfuerzo han contribuido a que hayan mejorado nuestras condiciones de vida. Al mismo tiempo también cabe decir que en el derroche y en los dispendios que se han dado en los años anteriores podemos encontrar la causa principal de la actual crisis. La situación social no es muy diferente de la que cada uno puede tener en su casa. El ahorro puede permitir mejores condiciones de vida en un futuro o ante situaciones negativas. El gastar todos los recursos o el vivir a crédito  puede hacer la vida más placentera en un primer momento pero es a costa de empeorar las condiciones de vida en los años siguientes. Creo que en este momento el medio social prima más el “vivir el presente inmediato” que el “planificar el futuro” y que ese modo de pensar se extiende al conjunto de las instituciones de los distintos países.

          El cambio social que se necesita va mucho más allá de un cambio de partidos. Hacen falta cambios de conducta a todos los niveles y los caminos para llegar a alcanzar esa meta no son ni fáciles ni inmediatos. Necesitamos recuperar la ilusión y que no se vote simplemente por evitar que “otro” ocupe el poder. De la superación de la crisis política dependerá también que se supere la crisis económica o que se ahonde más en ella.

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