jueves, 7 de mayo de 2020

EL PROCESO AUTONÓMICO LEONÉS.




            Hace ya cerca de 40 años que publique “el proceso autonómico leonés”, obra que posteriormente se ha reeditado en el año 2.014 formando una trilogía con “la identidad leonesa” y “la personalidad leonesa”.

            Mi objetivo al escribir ese libro era dejar constancia a las generaciones futuras de lo que fue y significo ese proceso. Trataba de evitar que aquello no cayera en el olvido. Diría que, en general, el interés de no olvidar se da en mucha mayor medida entre los derrotados que entre los vencedores. Desde luego, en este caso, los que promovieron la integración leonesa en la Comunidad de Castilla y León han querido enterrar esa memoria tal vez por cuanto sus conciencias en el desarrollo de ese proceso tampoco eran como para presumir de sus actuaciones.

            Vivimos en un medio social en que uno de los rasgos que la distinguen es la fugacidad de las cosas ligada a la sucesión de aconteceres a una velocidad de vértigo. En ese sentido veía con asombro los datos que aportaba una serie de tv. en la que la mitad de los universitarios desconocía quién era Miguel Ángel Blanco. Supongo que ellos siguen las consignas del que fuera alcalde de León Antonio Silvan de “no mirar el retrovisor”. Yo sin embargo creo imprescindible ese recuerdo como guía para evitar que esos acontecimientos vuelvan a repetirse.

            Hay que recordar que ese proceso de integración se produce ante la abierta oposición tanto de la población leonesa como de sus instituciones. Así recordamos, una encuesta realizada por la Diputación de León entre sus ayuntamientos. Preguntados sobre lo que sería la mejor opción autonómica, la que fue elegida por una amplia mayoría fue la de la Región Leonesa, mientras que la de Castilla y León no alcanzaba ni el 10% de partidarios. Por otro lado, en la calle hubo las mayores manifestaciones de la historia leonesa en defensa de un marco autonómico propio (algo que recogen los diferentes medios de comunicación del momento).

            La encuesta es una expresión libre de voluntades. Entonces habrá que explicar el cambio que se produce para que los mismos que habían mostrado su adhesión a una autonomía leonesa luego aprobasen en los plenos mociones de apoyo a la inclusión en la autonomía de Castilla y León.

   
         Vamos a ponernos en situación para analizar ese cambio. Por un lado, Martin Villa es ministro de Administración Territorial y su principal misión será diseñar el mapa de la España de las Autonomías. Lo hace quien no cree en eso procesos de descentralización. Su concepción es la de contraponer un “centro fuerte” que contrarreste a los nacionalismos periféricos. En ese sentido concibe Castilla y León como una especie de “dique de contención” a los nacionalismos de Euskadi o de Cataluña. Visto el momento que vivimos actualmente diría que su proyecto ha fracasado. En el plano social también hay que aplicar los principios matemáticos y para sumar los sumandos deben ser magnitudes homogéneas. No cabe sumar 6 peras y 3 manzanas.

            A la vez hay que recordar que Martin Villa era presidente de su partido en León (la Unión de Centro Democrático). Podía ser poco comprensible que fuera el territorio del que era presidente donde se pusiera en cuestión su principal proyecto político. Eso dotaba a Martin Villa de una gran capacidad de presión, que fue la suficiente para cambiar sus voluntades.

            Sin embargo, cuando Martin Villa deja de ser ministro y su partido fracasa, los militantes y cargos de UCD se ven libres de ese compromiso. Esa liberación se traduce en rebelión. Por todo ello la Diputación de León que presidía Rodrigo de Santiago (de UCD en ese momento) presenta una moción de rechazo a la integración en la Comunidad de Castilla y León que es aprobada por 20 votos frente a 4. Eso supone que el último pronunciamiento político de esa Diputación es contrario al actual marco autonómico. Esa votación no tuvo el reconocimiento jurídico por cuanto los tribunales consideraban que ese papel le correspondía a las Diputaciones en el inicio del proceso, pero no cabía extenderlo con posterioridad.

            Martin Villa necesitaba un cierto grado de complicidad fuera de su partido y dentro de la autonomía que pretendía crear. Lo encontró en un vallisoletano, Gregorio Peces Barba. Hay que tener en cuenta que desde el principio el impulso de la autonomía de Castilla y León surge en Valladolid y allí nacen los grupos que la promueven (como fue el Instituto Regional Castellano-Leonés). La razón era clara, una autonomía conjunta de Castilla y León suponía situar a Valladolid en el centro geográfico y por ende también en el político). De haberse configurado la autonomía leonesa por un lado y la autonomía castellana por otro, a Valladolid no le hubiera correspondido ese papel central. Por eso es comprensible que también hubiera oposición a ese marco autonómico en otras provincias como Burgos o Segovia.

            La reivindicación por una autonomía leonesa es también la del derecho de la ciudadanía a elegir libremente su destino, sin imposiciones arbitrarias como sucedió en ese proceso.

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