Hace
más de 40 años desde que el leonesismo (en esta última etapa) surge como
movimiento de afirmación de la identidad leonesa y rechazo al marco autonómico
impuesto de Castilla y León. En todo ese tiempo ha destacado el carácter cívico
de esa protesta. No hay alborotos, ni contenedores quemados, ni agresiones, ni
enfrentamientos… Podría decirse que el leonesismo sigue la máxima de “no hay
caminos para la paz, la paz es el camino”. Uno piensa que todo ello encaja en
lo que es la propia personalidad de los leoneses (más dados a hacer leyes que a
las conquistas militares).
Sin embargo
durante bastantes años el Grupo Autonómico Leonés estuvo ilegalizado. Desde
luego no por conductas incívicas de sus componentes. Más bien cabría achacarlo
a la propia desidia de la administración o por la voluntad de callar la
oposición al ente autonómico. Por cierto ante esa injusticia no vimos protestar
a los que ahora lo hacen en apoyo a los predicadores de la violencia.
El Grupo
Autonómico Leonés logro una gran capacidad de movilización y apoyo social. Sin
embargo si hoy preguntamos por GAL serían muchos más los que los identifican
esas siglas con aquellos que mataban y asesinaban. Son las paradojas de las
cosas. Se condena la violencia, pero a la vez se es altavoz de sus fechorías.
Son muchas las veces en las que se da un mayor protagonismo a grupos de 200
personas que hacen actos violentos que a otras 80.000 o 100.000 que protestan
de modo pacífico.
Es habitual
que se dé un gran protagonismo a los grandes núcleos de población donde se
encuentran básicamente los centros de información. Lo hemos podido ver con la
nevada de la borrasca “Filomena" en la que lo extraordinario más que su
dimensión era que hubiera afectado principalmente a Madrid. Es como negar que
todos los españoles somos iguales. Todavía ha habido algún insensato que
justificaba la dedicación a Madrid de ese protagonismo en función de lo que era
su aportación al PIB. Vamos era un poco el “tanto tienes, tanto vales” pero en
versión territorial.
Con este
bagaje de historia resulta que todavía hay personas que vinculan el leonesismo
con movimientos independentistas e incluso llegan a tacharnos de extremistas.
Que paradojas. Aquellos que utilizan el insulto como argumento, se permiten
tachar a los demás de lo que no son.
En los
recientes altercados en Barcelona he podido ver una pancarta que decía que “el
pacifismo es inútil”. Yo desde luego no lo creo. Pero también demando que nunca
se puedan alcanzar fines a través de actos violentos y que haya un desmarque
nítido de ese tipo de actuaciones. La violencia termina haciendo daño a las
causas que pretende defender. Es inaudito que aquellos que dicen defender la
libertad de expresión sean los mismos que atentan contra algún periódico o
periodista. Tal vez entiendan que la única libertad para expresarse deba ser la
suya.
Hay que
establecer espacios para el debate y que este sea posible desde el respeto. Se
puede ser muy crítico con determinadas actuaciones y no por ello perder la
compostura ni las formas. El insulto lleva a una descalificación social sobre
aquel que lo emplea.
Soy de los
que piensa que para vencer hay que convencer. Para ello es necesario tener
argumentos o utilizar datos que justifiquen aquello que afirmas. Puede ser un
proceso lento pero también creo que esas cosas poco a poco van llegando y que
cuando llegan se consolidan en la forma de pensar de cada persona (les
convence).
Desde el
leonesismo siempre se ha actuado desde el respeto y ha mantenido actitudes
cívicas. Otra cosa es que se haya posicionado de manera favorable a quitar el
reconocimiento social en nuestro callejero a quien como Martin Villa ha
atentado contra la identidad y la voluntad de los leoneses.
Creo que el
leonesismo debe seguir en ese mismo camino. Reclamaría que no se nos desvirtué
con falsas acusaciones y también que se dé un mayor realce a los que actúan
desde la “no violencia”. Defender la democracia es también hacerlo dando
protagonismo más al número de personas que al número de actos violentos.
Desgraciadamente no siempre es así en los medios.
No sería ni
la primera ni la será la última vez en que sean los violentos los que acusen de
violencia a los demás. Queremos una sociedad justa, que se fundamente sobre
principios de convivencia con el diferente (ya sea por su origen, condición
económica o sexualidad). Esos han sido principios básicos del leonesismo y hoy
lo siguen siendo. Esperemos que todos lo entiendan así.
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