Recuerdo que
hace años Paco Ibáñez cantaba un poema de Blas de Otero que decía “nos queda la palabra”. Era la época en
la que abundaban los cantautores y en que había una importante unión entre la
poesía y la canción. No deja de ser un signo del cambio de los tiempos el que
hoy haya menos cantautores.
León Felipe
en una de sus poesías decía “la palabra
es el ladrillo para levantar la Torre…la Torre tiene que ser alta, alta, alta
hasta que no pueda ser más alta”. Este poeta nació en la población zamorana
de Tábara en 1.884 y se llamaba Felipe Camino Galicia de la Rosa. Sin embargo
hoy todos lo conocemos como León Felipe. La referencia a León en su
denominación probablemente tiene mucho que ver con el lugar en el que había
nacido. Zamora se reconocía así como una parte de la Región Leonesa.
Hoy cabría
preguntarse si ¿nos queda la palabra? y si verdaderamente la palabra es el
ladrillo para levantar la Torre que tiene que ser alta. En los tiempos que
vivimos todo es la imagen, las fotografías, los vídeos. Nuestra sociedad es hoy
mucho más de “ver” que de “leer”. Por un lado estamos en la fugacidad de las
cosas y por otro en la comodidad. El esfuerzo que supone leer este artículo no
hace falta hacerlo respecto de ver una imagen. Si León Felipe nos decía que la
palabra es el ladrillo para levantar la Torre y que está tenía que ser alta, Twitter
nos limita a 280 los caracteres que puedes escribir. Sin embargo lo habitual
será que el propio usuario de esa red social restrinja por propia iniciativa
ese número de caracteres. Por otro lado cada vez es más frecuente que los
medios de comunicación simplemente repliquen lo que han podido decir a través
de esa red los diferentes protagonistas de la vida política o social.
También es significativo
que en las redes sociales vaya ganando peso Instagram. La imagen gana cada vez
más espacio a la palabra. Sin embargo el canal para la reflexión y el
pensamiento es fundamentalmente la palabra.
Yuval Noah
Harari en su libro “Sapiens: de animales a dioses” (por cierto muy
recomendable) nos dice que “el homo
sapiens conquisto el mundo gracias a su lenguaje único”. Para diferenciar
en que consiste ese carácter único del lenguaje nos pone un ejemplo: “Un mono verde puede gritar a sus camaradas:
«¡Cuidado! ¡Un león! Pero una humana moderna puede decirles a sus compañeras
que esta mañana cerca del río, ha visto un león que seguía a un rebaño de
bisontes. Después puede describir la localización exacta, incluidas las
diferentes sendas que conducen al lugar. Con esta información, los miembros de
su cuadrilla pueden deliberar y discutir si deben acercarse al río con el fin
de ahuyentar al león y cazar a los bisontes”.
Habría que
preguntarse si ahora mismo estamos volviendo al enunciado simple de “cuidado un
león” y qué consecuencias puede tener el perder la riqueza de la precisión, que
nos diferencia de lo que puede ser la comunicación de otros animales. Este
autor nos dice que en esa diferenciación ha estribado la causa principal del
desarrollo como especie.
La
cooperación social es clave para nuestra propia supervivencia. Pero claro en
ello es fundamental la comunicación a través de la palabra. La ligazón que se
establece entre las cosas no creo que sea posible hacerla a través de las
imágenes. Prueben ustedes a tratar de describir el ejemplo que nos ponía Yuval
Noah del león a través de imágenes. Sencillamente imposible y también no creo
sea posible hacerlo en unas muy pocas
palabras.
El acceder a
más fuentes de información hace que necesariamente tengamos que reducir el
contenido al que se accede. Ahora son muchas las fuentes y ello provoca que se
reduzca mucho el contenido. Si reducimos “los canales de entrada” probablemente
tengamos la oportunidad de ganar en profundidad y extensión en esa lectura.
El problema
será entonces que al hacer la selección probablemente perdamos en pluralidad.
Sin embargo siempre será preferible que esa selección la podamos hacer nosotros
a que nos la hagan otros. El establecer “cotos cerrados” en las redes sociales
hace que se pierda la oportunidad de debatir. A la vez cada grupo marca sus
fronteras e impide que otras personas puedan entrar en el mismo. Todo ello
genera división y un cierto enfrentamiento. Se deja a un lado la necesidad de
cooperación o el contraste de opiniones. Por ello mismo es también el camino
más fácil por el que el insulto sustituye al razonamiento. Aquellos que no
están en sintonía con nuestro modo de pensar son una especie de invasores de
nuestro “territorio” particular en las redes.
Se da la paradoja
que una sociedad cada vez más compleja promueve modos de comunicación y
expresión más simples. No parece el mejor camino para avanzar. Por eso en este
artículo abogamos para que aún “nos quede la palabra”.
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