En
el medio social que nos ha tocado vivir, diríamos que “la verdad” se asocia en demasiadas
ocasiones a las veces que se repite una determinada cuestión. Además si esa
repetición se hace en un menor tiempo, el mérito parece aún mayor. Así por
ejemplo son las referencias a lo que se ha venido en denominar “fenómenos
virales”. Es frecuente escuchar que tal cosas se ha “compartido”, “repetido” X
miles de veces en un corto período de tiempo. No se cuestiona lo que dice, sino
las veces que consigue que otros lo repliquen. Es más importante el “cuanto”
que el “contenido” de lo que se pueda decir.
En publicidad o en el acceso en los canales de comunicación
se viene a dar algo de esto mismo. La percepción de las cosas se conforma
muchas veces en función de las veces que se repite algo. Ello provoca que si
alguien en función de los medios económicos o de otro tipo, tiene mayores
facilidades para repetir sus mensajes también los tendrá para componer la
visión social. Hay una grave amenaza de secuestro de “la verdad” en función de
la mayor o menor disponibilidad de medios para hacerla llegar al conjunto de la
sociedad. Todo ello nos hace depender en gran medida del poder económico e
institucional.
Una exigencia para que algo se pueda repetir muchas veces
es que sean mensajes cortos y “fáciles de digerir”. Es un titular, un tuit o un
slogan. Sin embargo esa exigencia lleva a excluir “al pensamiento” que es mucho
más elaborado. La banalidad nos lleva a mensajes que caben en una frase que se
pinta en un autobús. Se prefiere la simplicidad favorecedora de la difusión, a
la complejidad que puede suponer la elaboración de ideas.
A una sociedad que tiene problemas cada vez más
complicados, el medio social responde promoviendo la banalidad. Estos
desajustes no favorecen la superación de las dificultades.
Las “verdades silenciadas” son aquellas que teniendo “algo
que decir” al medio social, sin embargo carecen de capacidad suficiente para
poder comunicarlo y sucumben ante aquellas otras que sin exponer argumentación
alguna, sin embargo tienen poder para ser repetidas de forma reiterada en el
tiempo.
En el fondo es un reflejo de las desigualdades en el acceso
a la comunicación. Ello ha hecho que, por ejemplo, la eclosión de algunos
partidos políticos haya estado vinculada al respaldo que determinados medios de
comunicación han dado a sus mensajes.
En ese panorama, cada vez es más evidente que tiende a
sufrir especialmente la independencia de los medios. Se hace más complicado
dirimir lo que responde a la realidad social de lo que es la visión que se
desea difundir desde un determinado canal de comunicación. Ello también hace
que cada cual se refugie en su medio y evite aquel otro que se aparte de sus
ideas. La lucha de poder es hoy en gran medida una lucha por el control de los
medios de comunicación. En mi opinión esto se aprecia principalmente en los
medios televisivos y radiofónicos, tal vez por cuanto son también los que
ejercen una mayor capacidad de influencia sobre el medio social. La simplicidad
se trasmite fundamentalmente a través de la imagen.
Creo que “la verdad” es poliédrica pero que no todos tienen
la misma oportunidad para trasmitir su parte de verdad. Ello afecta
especialmente a los núcleos con menor población. La capacidad de difusión de
las grandes ciudades es muy superior a la que puedan tener las pequeñas o los
núcleos rurales. Así cuando alguien desde Barcelona, Londres, Nueva York o
Valencia reivindica como propio un determinado acontecimiento histórico (desde
ser “la cuna del parlamentarismo” a contar en su territorio con el Santo Grial)
tiene muchas más posibilidades de difundir al medio social sus propias tesis. Ni
siquiera hace falta que lo justifique, lanza un mensaje que a falta de mayor
argumentación se tiende a aceptar como válido. Su triunfo frente a las
posiciones que puedan tener otras poblaciones de menor tamaño de población se
asienta en su mayor capacidad de difusión y no tanto en contar con argumentos
de mayor peso científico.
Todo ello encaja en una civilización que prima la imagen
sobre los contenidos. Se da valor a “lo joven” o a “lo nuevo” simplemente por
serlo y no tanto por el valor diferencial que puedan aportar. Todo ello
facilita que sucumbamos demasiado fácilmente a las modas en cualquier campo y
también en el de las ideas.
En mi opinión está situación supone que muchas veces el
medio social se sitúa en exceso en lo que podríamos denominar “arenas
movedizas”, no suficientemente asentadas. Todo ello dificulta los avances
sociales y lleva a frecuentes cambios, a la inestabilidad permanente en base a
lo que es la fugacidad de las modas.
La facilidad en el acceso a la información, supone una
mayor comodidad para los encargados de trasmitirla. Así, por ejemplo, cualquier
suceso que ocurra en una gran urbe puede tener un seguimiento (en rapidez, en
tiempo que se le dedica…) mucho mayor que el que pueda pasar en un pequeño
pueblo.
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