Cuando estoy por León para mí una visita imprescindible es la de nuestra
catedral. En una de estas últimas visitas al llegar al claustro me encontré con un panel que han
instalado. Supongo pretende evocar la historia del catolicismo.
En ese panel
se hace referencia al nacimiento de
España y textualmente dice: “Nace España
como nación: Una sola religión, una sola lengua y unas mismas costumbres”. Creo
que con ello se expresa perfectamente lo que podríamos llamar el “nacional
catolicismo”.
No es casual
que ese concepto de la España uniforme y uniformizadora empieza por la propia
religión (eso es lo primero). Se entiende, por supuesto, que esa religión única
es la católica, que administra una parte de esa iglesia imponiendo unas
determinadas costumbres. Es absolutamente excluyente de los que profesan otras
religiones, hablan otras lenguas y tienen otras costumbres. Desde ese nacional
catolicismo se marca la norma y el deber ser.
Claro este
modelo de España está “aderezado” con referencias a las cruzadas, al Cid
Campeador, a los Reyes Católicos…. No deja de ser relevante que también haga
referencia al nacimiento del “Reino de Castilla” y no diga ni una palabra del
Reino de León. Qué curioso que aunque ese panel se ha situado en un lugar que
fue palacio de los reyes leoneses (y donde encontramos la tumba de Ordoño II),
sin embargo no haga referencia alguna a ese Reino y si al de Castilla. El
motivo para mi es claro, ese concepto de España vinculado al nacional
catolicismo no encajaba en la filosofía del Reino de León (por eso se le obvia
incluso en “su casa”) y si era más propio del Reino de Castilla.
Ese nacional
catolicismo ha sido también el que llevaba bajo palio a Franco. Por supuesto
está forma de entender la religión católica no es extensiva a toda la iglesia
(afortunadamente). Podemos encontrar muchos otros ejemplos en que desde el
catolicismo se ha defendido las libertades y la pluralidad. Este artículo se
refiere tan sólo a esa parte de la iglesia que asume esa caracterización
uniforme que hemos comentado y hemos asociado al nacional catolicismo.
Pero claro
ese nacional catolicismo no es exclusivo de la interpretación de lo que es
España y lo español. Su presencia se manifiesta hoy con toda su fuerza en lo
que es el nacionalismo catalán. Nos recordaba en un reciente artículo Carlos
Merchan que el sacerdote Pau Claris tuvo la iniciativa en su momento de crear
una República catalana independiente.
Los lazos
amarillos presiden hoy muchas iglesias en Cataluña. Esto es así hasta el punto
que algunos católicos no independentistas se han visto en la necesidad de
abandonar unos templos que más allá de una identidad religiosa expresaban una
identidad con unas ideas políticas que rechazaban.
El obispo de
Solsona dentro de ese nacional catolicismo se consideraba con capacidad
suficiente como para dictaminar lo que es
“justo” y vincularlo directamente a su propio concepto de nación. En ese
sentido exhortaba a situarse por encima de lo que pudieran decir las leyes.
También la iglesia
católica ha tenido una notable influencia en el nacionalismo vasco. En sus
orígenes el PNV fue un partido confesional católico. Es decir para pertenecer a
ese partido había que profesar necesariamente la fe católica. Ello se hacía en
oposición a una población emigrante y obrera en la que primaban más los ideales
internacionalistas (y se distanciaban de la religión católica).
Una parte de
esa iglesia vasca se puso excesivamente de perfil ante el terrorismo y primaba
su identidad con el nacionalismo. Son muchas las víctimas que han reclamado una
mayor solidaridad de esa iglesia con aquellos que han sufrido el terror. Esto
es algo que recoge muy bien Fernando Aramburu en su novela “Patria”.
En todos
estos ejemplos encontramos que se ha buscado asociar los conceptos de “nación”
y “religión católica”. En la historia, la iglesia católica ha jugado un papel
decisivo en la separación de Portugal cuando se desgaja del Reino de León.
Ese nacional
catolicismo también tiene su reflejo en las propias formas funerarias. En la
Cartuja de Miraflores (Burgos) podemos encontrar las tumbas de los padres de
Isabel la Católica, Juan II de Castilla e Isabel de Portugal. Esa tumba está
delante del altar y su altura es tal que impide que cualquiera que se acerque a
ella la pueda observar (para verla se precisa una fotografía aérea). Estos
reyes se situaban por encima del pueblo llano y lo querían dejar de manifiesto
incluso en unas tumbas que para siempre iban a indicar que estaban en un plano
superior. Su cercanía al altar era también un signo de esa sintonía del poder
de los reyes con el religioso.
Sin embargo
ello tiene poco que ver con lo que es la tumba de Ordoño II en la catedral de
León. Esa tumba la encontramos en la girola y no ante el altar. Es una tumba
accesible a la vista de cualquier visitante.
La unidad
entiendo que se debe forjar desde el reconocimiento de la diversidad. Mandela
nos dio grandes ejemplos de la integración de razas y culturas diferentes bajo
una misma identidad territorial y una misma bandera. Para ello hay que evitar
esas referencias a las esencias que nos destruyen.
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