Creo que en este momento el movimiento leonesista se
encuentra en una encrucijada importante. También pienso que no es la primera
vez que puede estar en una situación semejante.
Si algo define una
encrucijada es el cruce de caminos. En nuestro caso creo que ese debate
lo es entre intentar alcanzar la mayor difusión social posible o encerrarnos en
nuestras propias esencias. Algo así como buscar o la extensión o la intensidad.
Creo en el leonesismo que busca la difusión más amplia
posible y que conecta con la realidad social. Que quieren que les diga pero a
alguien que se ha quedado sin trabajo, a otro que ha perdido buena parte de sus
ahorros y a muchas familias que tienen dificultades para llegar al fin de mes
les importa muy poco si a nuestro idioma le llamamos leonés o asturleonés. A mí
tampoco.
Corremos el riesgo de encerrarnos en un círculo que nos
lleva a dar vueltas alrededor de nosotros mismos. Se hace necesario oír ,
escuchar lo que nos dice el medio social. La vida es un prisma que tiene muchas
caras y no podemos enclaustrarnos en ver siempre la misma cara ya que lo que es
seguro que hay otros que prefieren otras. Tendremos que procurar que otros vean
la nuestra pero incluso para eso se hace necesario otear otras perspectivas.
Este convencimiento personal también lo he aplicado a lo
que es mi propia vida. Así entenderán que alguien que ha publicado "la
identidad leonesa" o "el proceso autonómico leonés" ahora tenga
en las librerías el libro ¡irresponsables! que es una reflexión sobre la crisis
actual. A veces se tiene la impresión que desde personas que militan en el
leonesismo no hay otro tema a tratar que aquel que se refiere al marco
autonómico en el que de modo antidemocrático nos han incluido. Es bueno y hasta
necesario que leonesistas reflexionen y escriban sobre otras materias. También
en ¡irresponsables! hay referencias leonesistas de modo que en su prólogo
Carlos Espinosa de los Monteros me dice que lo único que discrepa con el autor
es en el tema autonómico leonés. Bien ya he tratado de convencerle pero al
menos este libro ha contribuido a hacerle consciente de que muchos leoneses no
estamos a gusto con este marco autonómico.
Sin renunciar a nuestros grandes objetivos creo que
también hay que llegar más lejos. Para mí es un orgullo que la reivindicación
leonesista a través de mi libro "La identidad leonesa" haya llegado a
la biblioteca del Congreso de Estados Unidos y también a Yale o 23 de las
Universidades de toda España o a Toronto en Canadá. No podemos quedarnos en la
queja permanente y en el debate en las cafeterías de nuestra tierra.
Hay algunos que buscan la unidad pero curiosamente lo
hacen desde la exclusión a los que no piensan exactamente como ellos. No, la
unidad se logra admitiendo la discrepancia en muchos puntos y la afinidad en un
tronco común básico. Aquello que nos une a todos los leonesistas es el rechazo
a la autonomía de Castilla y León, así como la defensa de las reglas
democráticas. Para avanzar en dar coherencia a ese tronco común en su día
publique en la revista Tierras de León un artículo que titule "el ideario
leonesista" (1.997 número 102).
He visto en demasiadas ocasiones a sustentadores de las
esencias leonesistas que cuando se ha apagado la llama del dinero público que
les alimentaban, desaparecen tanto ellos como sus organizaciones. A mí eso me
parecen fuegos fatuos.
Somos muchos más los que simplemente desde el
convencimiento personal y la identidad con nuestra tierra luchamos por
conseguir que un día podamos recuperar aquello que nos fue arrebatado sin
nuestro consentimiento. Lo hacemos desde el esfuerzo y nunca hemos cobrado ni
un euro ni antes una peseta por ello.
Además de lo que llevo diciendo, creo que hay también que
marcar estrategias en función de lo que pueden ser las prioridades de cada
momento. En ello hay que también que buscar los mayores puntos en común. En
nuestro caso esa estrategia pasa fundamentalmente por lograr que la Comunidad Autónoma
de Castilla y León desaparezca.
Es una hecho cada vez más claro que el Estado Autonómico
actual es escasamente sostenible. Italia ha tenido que reorganizar su división
territorial y España lo tendrá que hacer en algún momento. El sentido en ambos
casos es el mismo, reducir las estructuras administrativas por cuanto suponen
duplicar o triplicar esfuerzos. Es una administración ineficiente que se
sostiene sólo con el esfuerzo de la ciudadanía vía impuestos. Ante esta
situación la alternativa de algunos partidos es la de suprimir las Diputaciones
o las Juntas Vecinales. La Diputación de León tiene más de 200 años y las
Juntas Vecinales pues varios siglos, son tiempo más que suficiente para haber
demostrado que son viables. Aquello que surge mucho más recientemente y que más
que demostrar eficacia ha demostrado
ineficacia, es la Junta de Castilla y León. Incluso podríamos decir que
ha actuado no ya en defensa de los intereses leoneses sino en abierta oposición
a ellos. Entonces si algo debe de desaparecer es la Junta de Castilla y León.
En todo caso no podemos establecer una relación entre
tamaño y eficiencia. Hay quién ha pretendido establecer una relación de "a
mayor tamaño mayor eficiencia". Esto es algo que puede caer por su propio
peso, no parece que Rusia sea más eficiente que Luxemburgo ni que Castilla y
León supere en eficiencia a Navarra. La variable a considerar entonces no será
el tamaño sino más bien la organización y el modo de gestión. Si duplicamos y
triplicamos organismos administrativos los costes aumentan, si los
simplificamos disminuyen. No parece que trasladar competencias y recursos del
Estado y de las Diputaciones hacia la Autonomía de Castilla y León haya
supuesto ganar en eficiencia sino más bien lo contrario. Si hemos hecho un
camino equivocado ya es tiempo de corregirlo. Los errores no caducan.
David
Díez LLamas
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