martes, 2 de junio de 2015

GANADOR DE LAS ELECCIONES: LA CRISPACIÓN.


 
          Tras el 24 de mayo y ante la pregunta ¿Quién ha ganado? uno diría que el ganador de estas elecciones ha sido la crispación y el que las ha perdido es la tolerancia. Hemos convertido al adversario político en el enemigo al que se odia y al que todo lo que se haga parece aceptable. El linchamiento del contrario es algo que va cobrando carta de normalidad, lo cual es muy peligroso.

          Hay medios de comunicación y periodistas que alimentan con claridad el que se construyan trincheras desde la cuáles lo único que se puede hacer es atacar con todos los medios a aquellos que no piensan como yo aún cuando se pueda caer en la difamación. Es el “todo vale” si es para desprestigiar al contrario político. He visto como desde esos medios se ensalzaba a los que impedían a alguien repartir su propaganda y pedir el voto a  la ciudadanía. Se han reventado más mítines que nunca y tal vez también menos que nunca hemos sido capaces de escuchar. Hay que alzar la voz y decir que el grito está sustituyendo a la palabra. El monólogo de un discurso sustituye al debate que nos puede aportar visiones contrapuestas. Desde la cerrazón no nos escuchamos más que a nosotros mismos o impedimos que los que no piensan igual que mi cadena de televisión  puedan tener oportunidad de expresarse. Se va directamente al linchamiento mediático. Tal vez en algún momento haya que pedirles responsabilidades. Por cierto he de decir que este medio desde el que leen este artículo siempre ha sido respetuoso con sus contenidos con independencia de que como línea editorial los pueda compartir o no.

          Las propias redes sociales se han convertido en cauces más para insultar al contrario que para defender las propias posiciones. Diría incluso que se ha votado más para “fastidiar” a alguien que para defender los propios postulados. Hay en ello también una pérdida de valores intelectuales, el pensamiento (como decía en un artículo anterior) se ha desterrado. Vociferar y pensar no suelen ir de la mano.

          Es cierto que todo este clima surge en base a una clase política que se ha visto envuelta en muchos casos de corrupción. La indignación ha tenido su justificación en el desfase existente entre los sacrificios asociados a la crisis económica y el que ha habido personas que se han enriquecido con el dinero público del que se han apropiado a modo de ladrones de guante blanco.

          Sin embargo en todo medio civilizado que se precie, el ladrón debe ser puesto en manos de la justicia para que dictamine si efectivamente lo es y  la pena que le pudiese corresponder. Tengo la impresión de que en demasiadas ocasiones aquí nos hemos olvidado de este paso y ya pasamos a dictar la culpabilidad y a indicar la pena correspondiente. Más que la presunción de inocencia ahora prima la presunción de culpabilidad. ¿Y si resultase que ese alguien al que hemos culpabilizado de algo al final fuese inocente? Diríamos que esa condena se ha extendido incluso a aquellos que ni siquiera estaban encausados.

          Es necesario recuperar los valores de la tolerancia y del respeto al adversario. La libertad se construye desde esos pilares como factores necesarios para alcanzar unos adecuados niveles de convivencia. La palabra debe sustituir al grito. Es demasiado peligroso destruir puentes  para construir trincheras.

          La verdad es plural, tan plural como la realidad política. La democracia se construye desde el respeto a ese pluralismo. Aquellos que quieren imponer su criterio a modo de “única verdad” no son más que adalidades de formas más bien totalitarias que se pueden vestir con distintos ropajes.

          Para salir de la crisis en la que estamos inmersos es necesario la colaboración de todos. El distraer fuerzas con peleas internas no hará más que debilitarnos. Es necesario el esfuerzo común y evitar caer en las promesas fáciles que nos lleven a paraísos demasiado efímeros que luego tendríamos que pagar con creces.

          Diríamos que faltan ideas y sobran insultos. La fragmentación política hace necesario que gane peso la cultura del acuerdo. Sin embargo estamos viendo las dificultades para llegar a unos pactos que se hacen necesarios para poder avanzar. El acuerdo se construye desde la cesión en los propios planteamientos y buscando los puntos en común. Hoy se deja ver demasiado que esos pactos se construyen únicamente pensando en que “el otro partido” no alcance el poder. Diríamos que podría ser un buen ejemplo a emular el de los partidos políticos alemanes, Merkel gana por una amplia mayoría las elecciones y le faltan unos pocos escaños para tener más del 50% de la cámara, sin embargo opta por negociar con el partido de la oposición hasta lograr un gran respaldo político que consolida al país para avanzar en los diferentes frentes económicos y sociales. Esa fuerza del acuerdo hace que su gobierno esté muy consolidado y sea un factor que genera confianza para establecer inversiones en ese país.

          Esperamos que a modo de tormenta primaveral desparezcan los truenos de la crispación y llegue la templanza de la tolerancia.

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