Estamos
acostumbrados a una imagen de Catalunya asociada a altos niveles de vida y de
poder económico. El nacionalismo catalán ha tratado de que esa imagen se
extienda al conjunto de España. Es el cartel de la antigua Convergencia que se afirmaba:
"la Catalunya productiva paga a la España subsidiada".
Sin embargo
las agencias de calificación como Standard&Poor´s sitúan a la deuda
catalana en el peor rating de todas las
Comunidades Autónomas Españolas y al nivel de países como Zambia (concretamente
en un B+). Es lo que en términos
financieros se vendría a denominar un "bono basura". Pero claro esto
no es algo que diga una única agencia de calificación, otras como Moodys o
Ficht lo vienen a ratificar y también a decir como este rating se ha ido
degradando en los últimos años y lo que es peor pronostican que esa tendencia
continuará.
Estos datos
tal vez demasiado técnicos tienen unas consecuencias claras para la ciudadanía.
Suponen prácticamente una puerta cerrada a la financiación o a hacerlo a
precios muy caros. Nadie presta dinero si no tiene suficientes garantías de que
ese préstamo se va a devolver y esos indicadores muestran que donde hay menos
garantías de devolución es precisamente
en Catalunya (entre las Comunidades de España).
Puestas así
las cosas hay que decir que es el Gobierno de España a través del Fondo de
Liquidez Autonómica el que establece la
principal y casi única vía de financiación de las políticas del Gobierno de
Puigdemont. Esto es algo que ratifican esas agencias de calificación y no es
una noticia que salga del propio Gobierno de España. Si esto es así cabría
decir que se hace más desde principios de solidaridad entre los pueblos de
España, que por motivos estrictamente económicos. El factor diferencial se establece
sobre la base de que Catalunya es España y por eso hay que favorecer su
financiación, mientras que para el Gobierno Alemán o francés (por ejemplo) los
criterios serían meramente económicos.
Los
expertos calculan que las necesidades de
financiación de Catalunya para llegar a ser un estado independiente llegarían a
los 60.000 millones de euros. Claro cabría preguntarse ¿de dónde saldría ese
dinero? teniendo en cuenta que ya en este momento tiene notables dificultades
para encontrar financiación internacional. La que le llega es a través del
Gobierno de España. Así por ejemplo la Generalitat necesita la autorización de
la Hacienda española para refinanciar un vencimiento de deuda de 290 millones
en noviembre y de otros 540 millones en enero del 2018.
A esta
situación hay que unir la fuga de empresas que se viene dando desde hace varios
años pero que se ha acrecentado con los últimos acontecimientos. De las 7
empresas del Ibex que tenían su sede en Catalunya 6 han desplazado sus centros
de decisión y hay muchas otras que también las han secundado. Por otro lado
ello no se compensa con nuevas llegadas. Se van, pero no vienen. El miedo a
quedar no ya fuera de España sino de la Unión Europea y de sus mecanismos
reguladores (como el Banco Central Europeo) ha cobrado la paradoja de que
entidades con nombre "Sabadell"
no tengan su sede en ese municipio sino que se traslade a Alicante o que
"Aguas de Barcelona" tenga su sede en Madrid. Ello nos da idea de la
gravedad percibida de la situación que lleva a sacrificar la propia
denominación para salvaguardar los intereses de la propia empresa. Puede que
alguien piense que este cambio es simbólico y no afecte a las condiciones de
vida de la ciudadanía. Sin embargo diríamos que si Estados Unidos es una
potencia económica de primer orden ello está estrechamente unido a que allí se
encuentran las sedes de Apple, Microsoft, Coca-Cola o Amazon (entre otras
muchas). En ese traslado de sede social además del perjuicio económico directo
hay otro, tal vez incluso más grave, que es el de la imagen que provoca a nivel
internacional.
En
contraposición a este relato he escuchado algún otro que dice que una Catalunya
independiente aumentaría mucho su calidad de vida y la llevaría a los máximos
niveles de Europa (con referencias a Holanda, a Noruega...). Sin embargo esas
afirmaciones se quedan sin sustentación suficiente en datos y parecen más bien
una mera declaración de intenciones. El que nos movamos en un mundo de imágenes
puede haber contribuido a que sea más fácil difundir esos mensajes frente a
otros con mayor carga de profundidad pero también con mayor dificultad para
leerlos y comprenderlos.
Es una norma
general que la incertidumbre, las tensiones o la falta de seguridad jurídica
tienden a paralizar las economías. La confianza en "el otro" es
básica para avanzar y superar las actuales situaciones desde la cooperación y
la lealtad. La mentira y el agravio no son ni han sido nunca el mejor
instrumento para mejorar el bienestar de la ciudadanía.
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