sábado, 4 de noviembre de 2017

POBRE CATALUNYA.


 

          Estamos acostumbrados a una imagen de Catalunya asociada a altos niveles de vida y de poder económico. El nacionalismo catalán ha tratado de que esa imagen se extienda al conjunto de España. Es el cartel de la antigua Convergencia que se afirmaba: "la Catalunya productiva paga a la España subsidiada".

          Sin embargo las agencias de calificación como Standard&Poor´s sitúan a la deuda catalana en el peor rating  de todas las Comunidades Autónomas Españolas y al nivel de países como Zambia (concretamente en un B+).  Es lo que en términos financieros se vendría a denominar un "bono basura". Pero claro esto no es algo que diga una única agencia de calificación, otras como Moodys o Ficht lo vienen a ratificar y también a decir como este rating se ha ido degradando en los últimos años y lo que es peor pronostican que esa tendencia continuará.

          Estos datos tal vez demasiado técnicos tienen unas consecuencias claras para la ciudadanía. Suponen prácticamente una puerta cerrada a la financiación o a hacerlo a precios muy caros. Nadie presta dinero si no tiene suficientes garantías de que ese préstamo se va a devolver y esos indicadores muestran que donde hay menos garantías de devolución  es precisamente en Catalunya (entre las Comunidades de España).

          Puestas así las cosas hay que decir que es el Gobierno de España a través del Fondo de Liquidez Autonómica el que establece  la principal y casi única vía de financiación de las políticas del Gobierno de Puigdemont. Esto es algo que ratifican esas agencias de calificación y no es una noticia que salga del propio Gobierno de España. Si esto es así cabría decir que se hace más desde principios de solidaridad entre los pueblos de España, que por motivos estrictamente económicos. El factor diferencial se establece sobre la base de que Catalunya es España y por eso hay que favorecer su financiación, mientras que para el Gobierno Alemán o francés (por ejemplo) los criterios serían meramente económicos.

          Los expertos  calculan que las necesidades de financiación de Catalunya para llegar a ser un estado independiente llegarían a los 60.000 millones de euros. Claro cabría preguntarse ¿de dónde saldría ese dinero? teniendo en cuenta que ya en este momento tiene notables dificultades para encontrar financiación internacional. La que le llega es a través del Gobierno de España. Así por ejemplo la Generalitat necesita la autorización de la Hacienda española para refinanciar un vencimiento de deuda de 290 millones en noviembre y de otros 540 millones en enero del 2018.

          A esta situación hay que unir la fuga de empresas que se viene dando desde hace varios años pero que se ha acrecentado con los últimos acontecimientos. De las 7 empresas del Ibex que tenían su sede en Catalunya 6 han desplazado sus centros de decisión y hay muchas otras que también las han secundado. Por otro lado ello no se compensa con nuevas llegadas. Se van, pero no vienen. El miedo a quedar no ya fuera de España sino de la Unión Europea y de sus mecanismos reguladores (como el Banco Central Europeo) ha cobrado la paradoja de que entidades con nombre "Sabadell"  no tengan su sede en ese municipio sino que se traslade a Alicante o que "Aguas de Barcelona" tenga su sede en Madrid. Ello nos da idea de la gravedad percibida de la situación que lleva a sacrificar la propia denominación para salvaguardar los intereses de la propia empresa. Puede que alguien piense que este cambio es simbólico y no afecte a las condiciones de vida de la ciudadanía. Sin embargo diríamos que si Estados Unidos es una potencia económica de primer orden ello está estrechamente unido a que allí se encuentran las sedes de Apple, Microsoft, Coca-Cola o Amazon (entre otras muchas). En ese traslado de sede social además del perjuicio económico directo hay otro, tal vez incluso más grave, que es el de la imagen que provoca a nivel internacional.

          En contraposición a este relato he escuchado algún otro que dice que una Catalunya independiente aumentaría mucho su calidad de vida y la llevaría a los máximos niveles de Europa (con referencias a Holanda, a Noruega...). Sin embargo esas afirmaciones se quedan sin sustentación suficiente en datos y parecen más bien una mera declaración de intenciones. El que nos movamos en un mundo de imágenes puede haber contribuido a que sea más fácil difundir esos mensajes frente a otros con mayor carga de profundidad pero también con mayor dificultad para leerlos y comprenderlos.

          Es una norma general que la incertidumbre, las tensiones o la falta de seguridad jurídica tienden a paralizar las economías. La confianza en "el otro" es básica para avanzar y superar las actuales situaciones desde la cooperación y la lealtad. La mentira y el agravio no son ni han sido nunca el mejor instrumento para mejorar el bienestar de la ciudadanía.

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