domingo, 1 de julio de 2018

LO MALO, NO ES BUENO.




            Ya comprendo que al leer el título de este artículo, lo habrán asimilado a una perogrullada. Les comprendo, yo en buena medida también lo puedo considerar así. Sin embargo, a la vez,  creo que se hace necesario reivindicar a ese Pero Grullo que aparece en la Pícara Justina. Tratare de explicarme a lo largo de este artículo de opinión.

            Yo no logro entender que en el medio social actual y en diferentes formatos se haga “elogio del mal”. El “ser malo” se considera en diferentes ámbitos como un atributo positivo de alguien. Así hablamos de “chicas malas” o “chicos malos” y se presume de ello en camisetas o en cualquier otro formato. Se presume de “ser malo” y produce vergüenza el “ser bueno”. Seguro que les sobran ejemplos a los que asociar imágenes de personas que se vinculan a esos conceptos de “ser malo”, pero difícilmente encontrarán alguno que en sus camisetas o ropa lleve algún tipo de distintivo de “ser bueno”. Diseñadores de todo el mundo han contribuido a crear imagen de marca de “chicas malas”.

            Así se ha ido creando una imagen de que vincula “lo malo” a lo inteligente. El “listo” es aquel que se salta la norma y el “tonto” el que la cumple. No es extraño que luego sea bastante habitual que se cuelguen vídeos presumiendo por ejemplo de “conducir sin manos” o ir a más de 200 kilómetros por hora en carreteras que no permitirían a ir a más de 100. El “balconing” o los individuos que cometen agresiones de diferente tipo y forma que cuelgan luego en las redes sociales, vendrían a ser otros ejemplos de este tipo de cosas.

            El malo o la mala parecen tener un atractivo sexual del que carecen el bueno o la buena.  Tal vez en ello tenga mucho unas normas religiosas que condenaban como algo malo diferentes formas de expresión sexual y prohibían, por ejemplo, que una mujer pudiese acudir mostrando sus brazos a un oficio religioso. Muchas veces la evolución social sigue la ley del péndulo y ello ha podido provocar que desde el “todo está prohibido” hayamos derivado al “todo está  permitido”. Que se haya producido una falta de definir con mayor claridad lo que pueden ser códigos éticos de conducta.

            La definición de “lo que es bueno” admite diferentes visiones y en ningún caso es algo uniforme. En una sociedad diversa y plural habrá que considerar que esos códigos sean distintos. Sólo los regímenes totalitarios imponen sus propios criterios de conducta al conjunto del medio social. Sin embargo ello es muy distinto a que en cada una de esas versiones no se delimite “lo bueno” de “lo malo”. Además entiendo que dentro de esa diversidad podemos encontrar elementos troncales comunes que deben ser pilares en los que se construyan marcos de convivencia. Diría que uno de esos pilares debe ser “el respeto al otro” (que nos llevará a condenar las agresiones o admitir que deben existir normas de circulación en el tráfico).

            En mi opinión en la sociedad actual faltan medios que difundan valores éticos al conjunto de la sociedad. La pérdida de influencia de la iglesia católica como difusora de sus propios criterios de conducta no ha sido sustituida por otras posibles alternativas. Las diferentes ONG tratan de cumplir diferentes misiones humanitarias, pero no se han planteado el ser “difusoras de valores éticos”. Diría que actúan también en planos individuales y les falta actos comunes. Son en buena medida competencia entre ellas para captar socios y las vemos en las calles buscando conseguirlos.

            Estamos en un medio que cada vez más prima “lo individual” sobre “lo social”. Simplemente al pasear por cualquier calle vemos que la gente que nos rodea está más pendiente de la pantalla de su móvil que de la persona que pueda tener al lado. Sin embargo esos criterios éticos y de convivencia se construyen en relación a los otros. Es particularmente complicado el saber en las redes sociales el diferenciar la verdad de la mentira o establecer criterios de conducta. En ese “mar social” la navegación es complicada y parece que “todo vale” y  que “no hay reglas”.

            Desde el individualismo se llega a un excesivo proteccionismo. Antes cuando un alumno cometía una determinada falta en las aulas y  el profesor se lo hacía saber a sus padres, lo habitual era que ese alumno se llevase una regañina añadida en su casa. Hoy lo común es que la disputa se centre con el profesor. Faltan por otra parte medios normativos para que esos centros educativos hagan  valer unos criterios de disciplina que se apliquen de forma inmediata y no mediante largos procesos que no llevan a ningún sitio. Creo que sería mejor dar libertad al profesorado en la aplicación de esos criterios en base a una norma que viniera fijada y que incluso luego permita examinar lo que pudiera ser su correcta aplicación.

            Termino como empecé, lo malo no puede ser bueno. Presumir de “ser malo” no deja de ser una aberración social. Desde las diferentes concepciones éticas intentemos establecer un tronco común y busquemos ganar en difusión de esas normas básicas de buena conducta. Con ello ganaremos todos.

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