martes, 16 de octubre de 2018

EL REINO DE LOS CEMENTERIOS.




       

        En alguna ocasión he escrito que el debate sobre una autonomía leonesa era entre aquellos que defendemos un marco autonómico leonés propio y los que pensaban que el Reino de León era el “Reino de los cementerios”. Diría que no se escuchan voces que canten las excelencias de una autonomía de Castilla y León. Tal vez sea muy complicado encontrar esas bondades, incluso aunque se recompense económicamente a aquellos que las pudieran encontrar.

          Este artículo pretende ahondar en las motivaciones que llevan a algunas personas a esa apuesta por el reino de los cementerios. Diría que en ello hay como factor esencial, el miedo a la libertad.

          Recordamos un episodio de la Odisea. Cuando se encuentra la fórmula para devolver a su condición de hombres a los que habían transformado en cerdos, al liberador del hechizo no sólo no se le aplaude sino que se le recrimina. Así el liberado ataca furiosamente a su liberador: “Yo estaba tan contento, podía revolcarme en el fango y retomar al sol, podía engullir y atracarme, gruñir y roncar, libre de dudas y razonamientos. ¿Qué debo hacer esto o aquello? ¡A que viniste! ¿A arrojarme de nuevo a mi odiosa vida anterior”.

          Yo encuentro semejanzas entre este episodio de la Odisea y el debate sobre el marco autonómico leonés. Hay grupos de personas que prefieren mantener el actual status para mantenerse “libre de dudas y de razonamientos”.

          Dice el sociólogo polaco Zygmunt Bauman en su “modernidad líquida”: “Gracias a la monotonía los humanos saben cómo actuar y rara vez se enfrentan a una situación que no esté señalizada en la que deban tomar decisiones bajo la propia responsabilidad, transformando cada movimiento en una encrucijada preñada de riesgos difíciles de calcular”.

          Efectivamente apostar por una autonomía leonesa supone coger las riendas de nuestro destino (al menos en parte). Ante ello hay personas que prefieren la monotonía de la norma, a la responsabilidad de tener que tomar decisiones en el plano colectivo. La continuidad les aporta una mayor seguridad que el cambio.


         Es por ello que en ese discurso se señalan todo tipo de riesgos “difíciles de calcular”. Es la apelación a la falta de recursos económicos, a los gastos que se podrían derivar de ese proceso…

          Desde esa óptica se prefiere “la seguridad en la catástrofe” a inseguridad de un futuro que perciben como incierto y donde se deben afrontar mayores dosis de responsabilidad. Es algo así como decir que en el cementerio estamos tranquilos (aunque muertos) y ello es preferible a una resurrección que puede ser incierta. En ese sentido la norma social es liberadora y se prefiere al riesgo de actuar en función de los propios criterios.

          Diría que en general el medio social ha avanzado hacia normativas más flexibles, menos rígidas. En principio ello está permitiendo ensanchar los marcos de convivencia social. No dudamos en considerar esto un hecho positivo que nos hace desear seguir avanzando por ese camino.

          Sin embargo tendría más dudas sobre si estamos caminando hacia un medio social que apueste por asumir mayores cotas de responsabilidad para lograr más libertad. Diría que están aumentando los modos de conducta individualistas en detrimento del contacto interpersonal. Es frecuente ver a personas sentadas en una misma mesa que en lugar de hablar entre ellas prefieren ver cada una su respectivo móvil.

          Algunos seguimos prefiriendo la incertidumbre de un futuro mejor a la seguridad de los cementerios. Si quieren, es mejor el riesgo de experimentar un nuevo medicamento a la convicción de esperar una muerte segura.

          En ese sentido creo mejor asumir las dudas sobre las decisiones que se deban tomar en el plano personal o colectivo a “atracarse se gruñir y roncar libre de dudas y razonamientos”. El discurso sobre la defensa de una autonomía leonesa ha sido alimentado desde muy diferentes fuentes. El de la permanencia en la Comunidad de Castilla y León diría que más bien por nadie. A lo sumo el señor Herrera se ha referido a que no conviene mirar “el retrovisor” y que es mejor fijar la vista hacia delante. Pero claro ese discurso nada tiene que ver con el que (con toda justicia) se dice respecto a las víctimas de terrorismo. Claro que hay que revisar el pasado, tanto para reconocimiento de lo que ha sido como para evitar caer en los mismos errores.

          En general la población  es reacia a asumir riesgos. El miedo de la responsabilidad sobre los propios hombros provoca un miedo paralizante. Esto también sucede a nivel de inversiones. Los bancos conocen muy bien como en general sus clientes prefieren no tener rentabilidad por sus ahorros a correr riesgos de perder el dinero invertido (al menos en parte). Todo ello lleva a que exista crisis de emprendedores, de empresarios que busquen el éxito desde el riesgo en la toma de decisiones.

          No creo que sea el camino renunciar al futuro por la seguridad de un  presente que nos va aniquilando socialmente. Creo mejor apostar por la valentía de un futuro incierto, que por la seguridad de los cementerios.

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