En alguna ocasión he escrito que el
debate sobre una autonomía leonesa era entre aquellos que defendemos un marco
autonómico leonés propio y los que pensaban que el Reino de León era el “Reino
de los cementerios”. Diría que no se escuchan voces que canten las excelencias
de una autonomía de Castilla y León. Tal vez sea muy complicado encontrar esas
bondades, incluso aunque se recompense económicamente a aquellos que las
pudieran encontrar.
Este
artículo pretende ahondar en las motivaciones que llevan a algunas personas a
esa apuesta por el reino de los cementerios. Diría que en ello hay como factor
esencial, el miedo a la libertad.
Recordamos
un episodio de la Odisea. Cuando se encuentra la fórmula para devolver a su
condición de hombres a los que habían transformado en cerdos, al liberador del
hechizo no sólo no se le aplaude sino que se le recrimina. Así el liberado
ataca furiosamente a su liberador: “Yo
estaba tan contento, podía revolcarme en el fango y retomar al sol, podía
engullir y atracarme, gruñir y roncar, libre de dudas y razonamientos. ¿Qué
debo hacer esto o aquello? ¡A que viniste! ¿A arrojarme de nuevo a mi odiosa
vida anterior”.
Yo
encuentro semejanzas entre este episodio de la Odisea y el debate sobre el marco
autonómico leonés. Hay grupos de personas que prefieren mantener el actual
status para mantenerse “libre de dudas y de razonamientos”.
Dice
el sociólogo polaco Zygmunt Bauman en su “modernidad líquida”: “Gracias a la monotonía los humanos saben
cómo actuar y rara vez se enfrentan a una situación que no esté señalizada en
la que deban tomar decisiones bajo la propia responsabilidad, transformando
cada movimiento en una encrucijada preñada de riesgos difíciles de calcular”.
Efectivamente
apostar por una autonomía leonesa supone coger las riendas de nuestro destino
(al menos en parte). Ante ello hay personas que prefieren la monotonía de la
norma, a la responsabilidad de tener que tomar decisiones en el plano
colectivo. La continuidad les aporta una mayor seguridad que el cambio.
Desde
esa óptica se prefiere “la seguridad en la catástrofe” a inseguridad de un
futuro que perciben como incierto y donde se deben afrontar mayores dosis de
responsabilidad. Es algo así como decir que en el cementerio estamos tranquilos
(aunque muertos) y ello es preferible a una resurrección que puede ser
incierta. En ese sentido la norma social es liberadora y se prefiere al riesgo
de actuar en función de los propios criterios.
Diría
que en general el medio social ha avanzado hacia normativas más flexibles,
menos rígidas. En principio ello está permitiendo ensanchar los marcos de
convivencia social. No dudamos en considerar esto un hecho positivo que nos
hace desear seguir avanzando por ese camino.
Sin
embargo tendría más dudas sobre si estamos caminando hacia un medio social que
apueste por asumir mayores cotas de responsabilidad para lograr más libertad. Diría
que están aumentando los modos de conducta individualistas en detrimento del
contacto interpersonal. Es frecuente ver a personas sentadas en una misma mesa
que en lugar de hablar entre ellas prefieren ver cada una su respectivo móvil.
Algunos
seguimos prefiriendo la incertidumbre de un futuro mejor a la seguridad de los
cementerios. Si quieren, es mejor el riesgo de experimentar un nuevo
medicamento a la convicción de esperar una muerte segura.
En
ese sentido creo mejor asumir las dudas sobre las decisiones que se deban tomar
en el plano personal o colectivo a “atracarse
se gruñir y roncar libre de dudas y razonamientos”. El discurso sobre la
defensa de una autonomía leonesa ha sido alimentado desde muy diferentes
fuentes. El de la permanencia en la Comunidad de Castilla y León diría que más
bien por nadie. A lo sumo el señor Herrera se ha referido a que no conviene
mirar “el retrovisor” y que es mejor fijar la vista hacia delante. Pero claro
ese discurso nada tiene que ver con el que (con toda justicia) se dice respecto
a las víctimas de terrorismo. Claro que hay que revisar el pasado, tanto para
reconocimiento de lo que ha sido como para evitar caer en los mismos errores.
En
general la población es reacia a asumir
riesgos. El miedo de la responsabilidad sobre los propios hombros provoca un
miedo paralizante. Esto también sucede a nivel de inversiones. Los bancos
conocen muy bien como en general sus clientes prefieren no tener rentabilidad
por sus ahorros a correr riesgos de perder el dinero invertido (al menos en
parte). Todo ello lleva a que exista crisis de emprendedores, de empresarios
que busquen el éxito desde el riesgo en la toma de decisiones.
No
creo que sea el camino renunciar al futuro por la seguridad de un presente que nos va aniquilando socialmente.
Creo mejor apostar por la valentía de un futuro incierto, que por la seguridad
de los cementerios.
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