Al hablar de los “otros españoles” me
refiero a aquellos que habiendo dado su vida por España no se hubieran sentido
identificados ni con las proclamas ni con los partidos que promovieron la
convocatoria de la plaza de Colón en Madrid. No, no es ninguna exageración, hay
que recordar que durante muchos años concejales y cargos del partido socialista fueron asesinados por
pertenecer a un partido “español” (como también lo fueron otros del PP). Desde
luego ni ellos, ni sus sucesores merecen los insultos y las palabras
altisonantes que se han escuchado en esa concentración.
Hay también
“otros españoles” que se emocionan con
las victorias de equipos o deportistas
españoles. Los que van a festejar esas victorias y se entristecen con las
derrotas. Esa unidad en el sentimiento puede expresarse desde identidades
políticas no sólo distintas sino hasta opuestas. El español es monárquico y
republicano, conservador y progresista, comunista y liberal… Reducir España y
los españoles a un determinado espectro político es contribuir a erosionar
España y lo español. Diría que de hecho aún padecemos el que la imagen y la
bandera de España para algunos representa el franquismo.
El llevar lo
español a ese reduccionismo político es un buen aliado de las fuerzas
independentistas. Esa imagen excluyente actúa como un factor que impulsa que el
rechazo a esos modelos políticos se vincule a un rechazo a España. No es
casualidad que en los puntos que Torra presentaba a la supuesta negociación con
Sánchez, había reiteradas referencias al franquismo y acusaciones de
“democracia no consolidada” al sistema español. A Torra le interesaba difundir esa imagen. Sin embargo hay que
recordar que en el índice mundial de “democracia” que elabora The Economist, España
es uno de los 19 países que aparecen como “democracia plena” (sobre un total de
167 países). Supera en ese índice a países como Francia, Italia o Estados
Unidos (entre otros muchos). Pero claro esa imagen de la España democrática no
es algo que le interese difundir a Torra. Por eso los aparentemente contrarios
se convierten en aliados.
Creo en la
unidad que se construye desde la aceptación de la pluralidad, de las
diferencias en los modos de pensar y de ser. Hay que evitar que la imagen de
España se vuelva a asociar un marco ideológico determinado. Entiendo que ello
también debe tarea de las fuerzas
progresistas el evitar esa apropiación de los símbolos españoles. No creo que
sea lo más conveniente establecer debates sobre los colores de la bandera española.
Con independencia de que alguien considere como la mejor forma de gobierno de
España la república ello no debería suponer que ponga en cuestión los colores
de la bandera española. Sería volver a dividirnos en facciones en función del
tipo de opción política que se defienda.
Los
independentistas catalanes están tratando de imponer sus propias posiciones al
resto de los catalanes. Por mucho que se hayan referido al diálogo, no han
mostrado signos de flexibilidad y plantean exigencias que resultan inasumibles.
La inestabilidad política ha llevado a quebrar modelos de convivencia social y
ha supuesto importantes fugas de empresas. Es propio de aquellos que superponen
las identidades territoriales a lo que pueda ser el bienestar de la ciudadanía.
Los modelos
uniformes (como el de los impulsores de la manifestación de Madrid) al final
generan división. Se lanzan acusaciones que luego son incapaces de justificar. Cuando
a un dirigente del PP (Borja Semper candidato a la alcaldía de San Sebastián)
le pregunta un periodista “¿En que ha
cedido Sánchez?”, responde “El
problema es que no lo sabemos, lo intuimos”. Habría que recordar que
también la guerra de Irak se lanzó en base a que alguien “intuía” que Saddam
Hussein poseía armas de destrucción masiva, aunque luego se pudo comprobar que
no era cierto. Es lo que se denominaba “guerra preventiva”
Hay
demasiados puentes rotos que se hace necesario reconstruir. La propia dinámica
política lo exige. Es claro que ningún partido por sí mismo va a lograr los
votos suficientes para poder gobernar en solitario. Por ello mismo los pactos son
una exigencia social. Para llegar a ellos no es el mejor camino las
descalificaciones tratando de obtener una rentabilidad electoral. España debe
estar por encima de los intereses partidistas, no debe ser una mera estrategia
para alcanzar el poder.
Creo en la
España plural en la que cabemos todos. Desde esa concepción habrá que entender
que los caminos son distintos y que las propuestas de solución a las diferentes
cuestiones no van a ser iguales. Sin embargo desde el convencimiento de que
nadie posee toda la verdad, es necesario el respeto al diferente. Especialmente
en las situaciones complejas y difíciles como la actual, se hace especialmente
necesario ese esfuerzo hacia la unidad. La prosperidad económica está
especialmente asociada a todo ello. No hay que olvidar que mientras en Alemania
el progreso económico tiene buena parte de su fundamento en la unidad política
entre diferentes, en otros países las divisiones están llevando a deteriorar el
bienestar de su ciudadanía. Esperemos que logremos lograr recuperar la “unidad
plural” que nos conduzca a la prosperidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario