El sociólogo
Zygmund Bauman en diferentes libros fue explicando su teoría de como estábamos
pasando de una sociedad “sólida” a otra “líquida”. Básicamente supone pasar de
unos fundamentos con un grado importante de permanencia respecto a otros mucho más fugaces. Coincido con este
autor en considerar que la sociedad actual es un medio ansioso de novedades en
el que todo es precario y provisional. Ese cambio permanente llega a ser
agotador.
Explicaba lo
que entendía por el concepto de “liquidez” con estas palabras: “No estar comprometido con nada para siempre,
sino listo para cambiar la sintonía de la mente en cualquier momento que sea
requerido. Esto crea una situación líquida. Como un líquido en un vaso en el
que el más ligero empujón cambia la forma del agua. Y eso está en todas
partes”. Efectivamente creo que es así y esto se traduce en lo que en mi
libro “¡irresponsables!” denominaba “matrimonios epidérmicos” (que terminan al
más pequeño contrapié) o en que los libros ya han dejado de ser “tochos” y
hemos pasado a los “tuits”.
Desde ese
marco teórico vamos a intentar reflexionar sobre lo que es la actual situación
política en España y en el mundo en general. Para empezar podemos decir que
desde hace años hay una corriente general que lleva castigar a todos aquellos
partidos que ejercen el poder (que vendrían a representar “lo sólido”). Por
otra parte aparecen nuevos partidos en los diferentes ámbitos sociales. En
Estados Unidos gana las elecciones Trump aun cuando no era considerado como el
mejor candidato por su propio partido. Las nuevas opciones políticas se han
extendido por los diferentes países del mundo como Francia (Macron), Alemania
(Alternativa para Alemania), Brasil (Bolsonaro), Italia (Movimiento 5
estrellas)…
Esa
fugacidad de las cosas supone que lo que era “nuevo” enseguida queda “viejo” y
es sustituido por otro que le gana en novedad. No hace mucho Podemos
representaba (entre otras cosas) “lo nuevo” frente a lo que denominaba “la
casta” y “los viejos partidos”. Ahora ya ha dejado de “ser nuevo” y en las
portadas de los medios de comunicación le sustituye “Vox”. Incluso Pablo
Iglesias era consciente de que para liderar el cambio que propugnaba tenía un
tiempo limitado.
La
insatisfacción es motor de cambio que lleva a pensar que “otro” lo hará mejor.
Sin embargo cuando ese “otro” llega al poder las expectativas suelen frustrarse,
con lo que se tiende a demandar nuevos cambios. Podríamos pensar que esto es lo
que le sucede a Macron o a Trump que
bajan notablemente sus índices de popularidad.
Esta
sociedad líquida está provocando un incremento del voto de la extrema derecha
en todo el mundo. Los ejemplos serían muchos e irían desde Brasil hasta lo que
pasa en Italia, Alemania, Austria, Francia o en los países nórdicos. Como
Europa no acaba en los pirineos, este fenómeno social ya ha llegado a España algo
que se ha podido comprobar en las últimas elecciones de Andalucía.
En economía
lo que expresa ese concepto de sociedad líquida es el de la volatilidad. Todos
los analistas coinciden en que si algo define la situación de los diferentes
mercados es precisamente eso “la volatilidad”. Los empleos no duran lo que
duraban antes y también en ellos tiende a primar la inestabilidad.
La política
es un reflejo del medio social, no es ni independiente de ese medio ni ajeno a
lo que allí ocurre. A una sociedad líquida, le corresponde una política líquida.
Sin embargo
todo ello lleva a una importante desazón entre la ciudadanía. Esa evolución no
es algo deseado sino que es fruto de una insatisfacción con el medio. Es como
una carrera hacia no se sabe dónde. En el fondo se quisiera buscar una mayor
estabilidad en la política como en la economía o en el empleo. Se da la
paradoja de que queriendo fórmulas de estabilidad se tienden a seguir conductas
que se caracterizan por su inestabilidad. La rapidez de respuesta se prima en
muchas ocasiones a la reflexión. La durabilidad de un producto ha perdido
interés entre unos consumidores que priman más la apariencia. También en
política esto puede suponer períodos cortos de permanencia en el poder.
Cabría
preguntarse si esa sociedad y política “líquida” también tiene su fecha de
caducidad. Diría que “lo líquido” tampoco es eterno. En ese sentido será
importante ver los caminos a través de los cuáles se puede dar una salida que
conduzca a un futuro mejor.
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