Tengo la impresión de que en los
últimos años estamos asistiendo a la “política reacción”. Es decir la identidad
se establece no tanto por lo que hace una determinada formación política sino
más bien por el rechazo a lo que sucede en otros partidos. Es lo que denomino
en este artículo la “política reacción”.
El
“combustible” de los diferentes casos de corrupción fue clave en el crecimiento
político y electoral de Podemos. Sin embargo cuando esos casos han perdido
protagonismo informativo ello ha llevado a la pérdida de peso político de ese
partido.
Ahora “la
política reacción” es frente a los independentistas catalanes y tiene como
referente político el crecimiento electoral de VOX. También en este caso el
voto surge más como rechazo y no tanto como identidad con los valores que pueda
propugnar ese partido.
Estamos en
un medio social que se caracteriza por “lo efímero”, por el cambio permanente y
por la inestabilidad. En ese sentido también en la política lo que hoy es una
tendencia ascendente en poco tiempo puede cambiar de signo y señalar una
trayectoria descendente. Cuando algo no se asienta en una identidad de valores,
entonces el riesgo es que esa evolución va a depender más de lo que haga al
contrario, a lo que es objeto de reacción. Al igual que en los productos de
consumo, la durabilidad se sustituye por el cambio.
En esta
campaña creo que también estamos asistiendo a la demandada del voto “para que
no gane el otro”. Desde el PP o Ciudadanos se insiste en la necesidad de
desalojar a Pedro Sánchez del poder. En “el otro lado” lo que se demanda es
evitar que “la triple derecha” gane esas elecciones. Desde esa óptica se ha
abusado de la descalificación del contrario. Por ejemplo es una incomprensible
barbaridad la acusación de Pablo Casado al partido socialista de pactar con los
que tienen las manos manchadas de sangre. Eso ni siquiera sus militantes y
cargos del PP en Euskadi lo entienden. Socialistas y populares han compartido
demasiado dolor como para recibir este tipo de mensajes. De hecho el cabeza de
lista del PP por Gipuzkoa se posicionaba contra esas declaraciones.
Todo apunta
que este tipo de mensajes “de evitar que gane el contrario” llevan a fomentar
la participación. Sin embargo esta polarización conlleva también importantes
cotas de indecisión. Ello supone que hay que evitar interpretar que lo que hoy
dan los sondeos pueda ser un anticipo o una previsión de lo que pueda pasar el
día de las elecciones. Escuchaba hace unos días que las posibilidades de
acierto de las previsiones metereológicas eran del 90% si se referían a los dos
días siguientes, pero no pasaban del 50% si la previsión se hacía para más de 5
días. Igual este criterio también hay que aplicarlo a los sondeos. Por ejemplo
hay que tener en cuenta que el campo del último sondeo del CIS ha acabado el 15
de junio y sin embargo le estamos pidiendo que nos diga los resultados que se
van más de un mes después (28 abril).
En esta
situación la evolución de las posiciones de los electores va a depender mucho
más de lo que haga “el contrario” que de lo que haga el “propio partido”. En
ese sentido se castigan especialmente los errores.
Paradójicamente,
sin embargo al día siguiente de celebrar las elecciones lo que más se va a
primar es la necesidad de acuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario