Uno de los problemas al hablar de “las encuestas” es que en la
valoración que la ciudadanía hace de ellas se tiende a unificar a todas
por igual. Es como si se estableciese una misma valoración para todos los restaurantes,
los hoteles o las naranjas. Parece que en “las encuestas” todo vale igual con
independencia de la técnica utilizada, la muestra o la autoría de la empresa que ha realizado ese
estudio. La generalización es lo habitual. No es frecuente que alguien nos diga
tal encuesta se ha hecho bien y tal otra mal.
Además la
referencia social a “las encuestas” se vincula muy directamente a los sondeos
electorales. Habría que decir que las encuestas tratan de medir “lo que está
pasando” y no tanto lo que vaya a ocurrir en un futuro. Es decir una encuesta
que se hace con un mes de antelación puede estar perfectamente bien hecha
aunque sus resultados difieran sustancialmente de los que se den en la jornada
electoral. Hay pocas dudas de que en un mes las decisiones de voto cambian y lo
pueden hacer de un modo relevante. Diríamos que ese cambio se da hasta el
propio día de las elecciones. Téngase en cuenta que aunque sólo un 10% de los
electores cambiaran su opción de voto, ello produciría cambios muy importantes
en los resultados finales. ¿Acaso no hay nadie que haya cambiado su voto el
último día?
Diría que en el
ser humano hay un cierto anhelo de tratar de adivinar el futuro. Se hacen
previsiones en la economía, en la medicina o en la meteorología (por poner sólo
algunos ejemplos). Sin embargo los aciertos en las previsiones económicas, en
la evaluación de cómo va a desarrollarse una enfermedad o en cuando se va a
producir un terremoto, son bastante limitadas. Sin embargo no por ello se
discute la condición de ciencias de esas disciplinas. Por el contrario con las
ciencias sociales se es mucho más severo en los juicios y hasta he podido
escuchar a alguien que abogaba por prohibir las encuestas (si bien ello era
para aumentar su negocio). Considero que en general hay que ser muy prudentes
en cuanto a lo que pueda ser nuestra capacidad para conocer lo que vaya a
ocurrir en el futuro (pero desde la economía hasta la medicina o los resultados
electorales).
Otro problema es
que a veces en los medios de comunicación se quieren dar titulares que cuesten
poco dinero. Ello supone que no siempre se dan encuestas con un nivel de muestra
suficiente. Técnicamente no es lo mejor el hacer un sondeo con menos de 1000
encuestas en toda España y dar reparto de escaños. Por poner un ejemplo en esos
sondeos ¿con cuantas encuestas se hace el reparto de escaños por Soria? Pero
como no se diferencian unas encuestas de otras pues a todas se las tiende a dar
el mismo valor. Claro una encuesta con reparto de escaños genera más interés y
ello prima a que tenga menor calidad científica.
También es
importante la empresa que hace el estudio. Es relativamente habitual encontrar
empresas que aparecen y desaparecen al poco tiempo. Si la firma de un cocinero
o un modisto da valor a aquello que realiza, ¿por qué no se atribuye diferente
nivel de prestigio a las empresas que hacen este tipo de trabajo? Diría que
incluso los portales web especializados en recopilación de encuestas tienden a
contribuir a esa indiferenciación cuando hacen los “poll of polls” (promedio de
encuestas).
Se da igual valor
a una encuesta realizada por internet que a otras con procedimientos de
entrevista personal o telefónica. Una regla básica en este oficio es que la
elección de la persona a entrevistar se hace desde el equipo técnico que hace
esa encuesta. Todos hemos recibido solicitudes de que se apoye una determinada
causa con tu voto. El ganador dependerá entonces de la capacidad que se tenga
para conseguir que otros voten su candidatura, pero para nada ello asegura ni
que el vencedor sea el mejor, ni tampoco el más apreciado por la población en
general. Aunque eso no sería una encuesta, es habitual que se tienda referir a
ella con ese nombre.
En definitiva
este artículo es una llamada a la cautela en los juicios y a intentar la
diferenciación en la valoración que se hace de las encuestas electorales.
Tendemos a fijarnos mucho más en los errores que en los aciertos y no siempre
se es justo en esas apreciaciones.
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