Ya entiendo
que con el título de este artículo, ustedes habrán pensado de modo inmediato en
los Alfonsos, Ordoños, Ramiros y Urracas. Pero no, este artículo no pretende
hablar del Reino de León. Para ello ya hay historiadores mucho más capacitados
que yo.
Los reyes y
reinas de León a los que me refiero son personas que se podría encontrar
paseando por la calle de su ciudad. Cada uno tiene su propia cohorte de
seguidores. Podríamos decir que tienen el riesgo de vivir en bucle en el que la
realidad empieza y termina entre aquellos que le siguen.
Entre estos
“reyes” son habituales las disputas de fronteras territoriales. Incluso aunque
puedan tener una sintonía básica de pensamiento ello no evitará que marquen una
importante distancia entre cada uno de ellos. Podríamos decir que a veces las
disputas entre ellos pueden ser más graves “dentro del propio territorio
leonés” que las que pudieran ocurrir fuera del mismo. Es como si la competencia
entre esos reyes y reinas se establece mucho más “con los propios” que con “los
ajenos”.
Estos reyes
suelen participar en varios grupos, todos ellos con pocos componentes. Lo que
puedan hacer en otros “reinos” o se mira con poco interés o incluso en algunos
casos se busca desacreditarlos.
En sintonía
con todo ello se tienden a atribuir los éxitos como propios y los fracasos como
ajenos. Diría que esto no es que sea propio de una época sino que más bien se
ha venido produciendo de forma habitual en diferentes momentos de nuestra
historia, o por lo menos de la historia más reciente. Es un poco el buscar “yo
soy más” o “el que consigue más”.
I En León existen multitud de asociaciones pero cada una de ellas tiene muy pocos miembros. Incluso diría que tampoco se busca extender el número de socios ante el peligro que pudiera suponer el perder el control de la dirección de la asociación. Se prefiere mandar en unos pocos, antes que compartir el poder si somos muchos. Por eso muchas veces esas asociaciones no son más que proyecciones personales de aquel que las dirige.
Esta
situación diría que encaja muy bien en una personalidad leonesa que tiene como
uno de sus rasgos principales su individualismo. Sin embargo “formar un grupo”
es mucho más que una suma de individualidades. Recuerdo actos en que se suben
al estrado hasta 10 personas que cada una cuenta su historia particular (que
incluso pueden ser contradictorias entre ellas). No hay una identidad de grupo
de forma que al final el asistente no sabe cuál ha sido el objeto de la reunión
o de la reivindicación.
No sé si
será posible, pero sería partidario menos asociaciones pero con un mayor número
de personas que las componen. Cuando se ha intentado establecer Coordinadoras
entre esas asociaciones lo habitual es que se haya fracasado. Creo que ese
fracaso es consecuencia de que nadie quiere perder su pequeña cuota de poder en
esa asociación y también a la desconfianza y existente hacia el resto de
asociaciones.
Quién ha
seguido mis artículos sabe que siempre he defendido que la unidad se consigue a
través del reconocimiento de la pluralidad y la diversidad. Creo en la unidad a
diferentes niveles ya sea en España, en la Unión Europea o en el mundo del
asociacionismo leonés. Pero también que para conseguirla hay que partir del
reconocimiento de la diversidad y singularidad de cada cual.
Ese
microcosmos de asociaciones provoca grandes carencias en cada una de ellas. No
es fácil el contacto por cuanto en la gran mayoría de las veces se carece de
una sede física donde poder contactar. Luego tampoco suele ser fácil la
apertura a nuevos socios que deseasen entrar en alguna de esas asociaciones.
Diría que en
León tenemos más reyes y reinas que súbditos. Ello no quita también a que se
reconozca el esfuerzo de cada una de esas asociaciones por tratar de sacar
adelante sus iniciativas. La solución pasa por tratar de aunar esfuerzos. Creo
que se consigue más sumando entre todos a que cada asociación haga su tarea de
modo individual.
Es frecuente
que aún teniendo muchas asociaciones siempre surgen personas que reclaman más,
también a nivel político. Se considera que “falta algo” y entonces siempre
surgen voces que quieren crear “algo nuevo”.
Diría que es
un signo de los tiempos que se ha dado también a nivel político en España y en
otros países. Sin embargo eso “nuevo” tiene un tiempo de caducidad muy corto y
enseguida “deja de ser nuevo”. Muchas veces eso supone su desaparición (como en
la práctica sucede con Ciudadanos) o una importante pérdida de adhesiones (como
pasa con Podemos). Podríamos decir que eso nuevo tiene mal envejecimiento y
pocos pasan la prueba de los años.
Puede ser
que uno se va haciendo viejo, pero apuesto más por reforzar lo ya existente que
por crear proyectos que pueden ahondar más en la división. Sumar se hace desde
la aceptación de la diversidad y de la discrepancia.
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