En mi opinión estamos asistiendo a
nivel mundial a una creciente división social en la que al que no piensa como
yo se le concibe como enemigo. Se sustituye el debate y la confrontación de
ideas por el insulto. Los “buenos” siempre serán “los míos” y los “malos” e
incluso “malísimos” los “otros”.
Vendría a
ser una lección de la historia el que los extremos siempre alimentan al extremo
contrario. Sin embargo en una sociedad que se mueve casi de modo exclusivo “por
lo que ocurre de modo inmediato” se olvida de esas lecciones del pasado. Creo
que son pocos los que dudan de que la quema de iglesias favoreció que surgiese
el levantamiento militar de Franco. Tampoco hay mayores dudas de que los
disturbios por la independencia de Cataluña impulsaron el crecimiento de Vox
como partido.
A quienes
aparecen aparentemente como contrarios, les encanta trasladar la imagen de sus
teóricos opuestos. Así, es muy frecuente que los independentistas catalanes
dibujen una imagen de España asociada a un régimen fascista. Uno diría que por
algo será. Tal vez por cuanto para avanzar ellos les interesa trasladar esa
imagen de España (cuanto más negativa mejor).
A nivel
mundial no estamos mucho mejor. Recordamos los asaltos a las sedes
parlamentarias de Estados Unidos o de Brasil. Además con la sospecha de que
tras ellos estaba el candidato que había sido derrotado en las urnas. Más que
el asalto al edificio era el asalto a la palabra y a los principios
democráticos.
Tal vez por
todo eso en estos momentos se hace necesario hacer un alegato a la convivencia
entre “las dos orillas”. Me encanta esa imagen que traslada Toño Olazábal del
Puente Colgante como “una barquilla que de manera continuada comunica una
orilla con otra”. En ese caso es la margen izquierda de la Ría (Portugalete)
con la derecha (Getxo).
Dice este
autor en el libro “El puente de Vizcaya” dice: “para hacer un puente es
imprescindible trabajar en las dos orillas, es necesario colaborar desde ambas
partes. En la vida pasa lo mismo. Si queremos que la sociedad progrese, también
es necesario tender puentes desde formas de pensar muy diferentes, incluso
antagónicas”. Yo personalmente asumo
esas palabras y creo que nuestra sociedad actual está falta de puentes.
Un poeta que
siempre he admirado, Miguel Hernández hizo una elegía maravillosa a alguien que no estaba en su misma onda de pensamiento.
Al fallecimiento de Ramón Sitge entre otras cosas le dice: “a las aladas
almas de las rosas del almendro de nata te requiero que tenemos que hablar de
muchas cosas compañero del alma, compañero”. La discrepancia en las formas de pensar no le
impedía el tener un afecto con esa persona. También en la obra citada el
protagonista se juega la vida (literalmente) por ayudar a unas personas que
eran “de la otra orilla”. Las personas “buenas” o “malas” no son privativas de
una de las “orillas” sino que las puedes encontrar en cualquiera de ellas.
La
comunicación entre las orillas no sólo se circunscribe al campo de las
ideologías. También lo es a nivel económico o territorial. En el mundo cada vez
es más frecuente que personas que nacen en un territorio se trasladen a vivir a
otro. La globalización puede parecer una palabra grandilocuente pero al final
cada uno la puede vivir en su experiencia más cercana. También en las grandes
corrientes migratorias y en las tragedias que a veces las acompañan.
Creo que los
valores europeos favorecen la comunicación y la convivencia. Cuando en una
votación hay 2.900 votos a favor y ninguno en contra es que algo no va bien
(como ha sucedido en el último congreso del PC Chino). Hay amenazas de
gobernantes que a nivel mundial quieren imponer su “única orilla”. Aquellos que
imponen pena de cárcel a los que no siguen las normas de una determinada
religión que se vincula al propio gobierno de ese país. También lo es la de
aquellos gobernantes que confunden su país con su partido. O de esas republicas
que reservan la sucesión de su líder para sus familiares y que a diferencia de
las monarquías ejercen su poder como “única autoridad”.
Estamos
creando un mundo en la que los frentes sustituyen a los puentes. Algunos vemos
en todo ello una amenaza a nuestra propia convivencia.
La sociedad
leonesa ha sido pionera en el desarrollo del parlamentarismo, en dar voz a la
mujer en los más altos poderes. En favorecer puntos de unión con otras culturas
como la de los judíos o la de los árabes (San Miguel de Escalada). En nuestra
cultura se ha querido primar la ley frente a la espada. Por eso creo que es un
buen sitio para reivindicar los puentes. También es que mi familia siempre ha
vivido al lado de un hermoso puente que une Villanueva con Carrizo y que mi tío
Urbano recientemente fallecido se encargaba de llevar la foto de ese puente a
todos los rincones de España.
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