Creo que puede haber un cierto
consenso en considerar que en la sociedad actual se dan estas tres
circunstancias: 1/ Hay una crisis de autoridad 2/ En las familias tiende a
darse un exceso de protección a los niños
3/ En el mundo van ganando peso los dirigentes con un talante
autoritario y personalista. Este artículo mantiene la tesis de que no son
cuestiones independientes sino que más bien están interrelacionadas.
Vamos a
empezar por el análisis de la crisis de autoridad. Sostengo que esa crisis está
muy directamente asociada a una falta de identificación de valores. Hay una
anomía que difumina las normas sociales. No son suficientemente claros los
límites de conductas y la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal.
En ello tiene también su influencia el que en Europa la religión (que da normas
de comportamiento) haya perdido gran parte de su peso en nuestras sociedades y
no ha sido sustituida por alguna otra institución capaz de fomentar normas de
conducta.
Es un mundo
en el que las pantallas son nuestro principal punto de referencia. Los juegos
en los que se daba una interacción con otros niños, en los que había unas
normas que había que cumplir son hoy fundamentalmente un recuerdo del pasado.
Ello nos lleva a una sociedad en gran medida individualista y en la que “el
otro” apenas cuenta.
La autoridad
se basa en la existencia de normas y en el consenso de que alguien debe velar
por su cumplimiento. Pero hoy en muchos ámbitos y especialmente en la función
pública no hay una estructura que permita premiar a aquellos que hacen bien su
labor y castigar al que lo hace mal o muy mal. Con ello se beneficia al
infractor.
Mantengo que
otra de las cosas que caracteriza nuestro medio social es la excesiva
sobreprotección que se da a los niños. Es lo que hace que podamos verlos con
trajes de neopreno en la playa o con todo tipo de cascos cuando patinan.
Estamos fabricando niños burbuja. Ello hace que se sientan poco preparados para
enfrentarse al mundo cuando necesariamente deban salir de esas burbujas y
actuar por sí mismos.
Uno de los
factores que explica esa sobreprotección de los padres es la falta de seguridad
en sí mismos. Tratan de evitar el problema que le pueda suceder a su hijo para
así no tener que enfrentarse al mismo.
La actual
tendencia a la sobreprotección de la infancia lleva a una sociedad menos
preparada para afrontar las dificultades. Se ha acostumbrado al niño a que
cuando surgen los problemas son otros los que deben afrontarlos y por tanto no se le educa en fomentar su capacidad para
poder superarlas.
Por otro
lado podemos ver como en el mundo va ganando peso las posiciones vinculadas al
autoritarismo. Trump ha ganado las elecciones en Estados Unidos y por la
importancia de ese país y su repercusión mediática es una referencia de esas
posturas. En todo caso dista muchísimo de ser la única. Por ejemplo Irán con su
policía de la moral, o los talibanes en Afganistán o Netanyahu en Israel. Pero
también Javier Milei o Maduro. En Europa Putin y el avance de la extrema
derecha en muchos países de la Unión Europea. En Asia tenemos a Corea del Norte
o China.
En el
análisis sobre el origen del nazismo Erich Fromm decía que “les daba la fuerza
de la que el yo carece”. Creo que esa explicación también es válida hoy. En una
sociedad en la que se da esa anomía y carencia de normas. En la que hay falta
de autoridad y exceso de proteccionismo. Todo ello fomenta personas poco
autónomas en su forma de actuar. En las que se hace más fácil seguir lo que
alguien dice. El pensamiento no pasa por su mejor momento y se prima la imagen
o el slogan. En ese sentido muchas veces se prima más a un determinado líder
que nos marca un camino (el que sea). Cobra más importancia el “cómo se dicen
las cosas” a “lo que se dice”. Esos líderes muestran capacidad de convencer en
base a la propia fuerza con la que expresan sus ideas (les dan “la fuerza de la
que el yo carece”). Trump o Milei pueden tener puntos en común en lo que fueron
sus campañas electorales. Ese “ser distintos” y salir de la imagen del político
tradicional ha contribuido a que hayan podido ganar sus respectivos procesos
electorales.
Evidentemente
este escenario de una sociedad débil que propicia líderes políticos
autoritarios es peligroso. Podríamos decir que la racionalidad se pierde y el
grito gana a la palabra. Pero para cambiar todo ello, lo primero que habría que
hacer es cambiar los modos de conducta de esta sociedad. Hacerla más adulta con
reconocimiento de los principios de autoridad y ganando en autonomía en las
decisiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario