Vivimos en un momento en el que hay un cierto consenso
social que lleva a denigrar a la política y a los políticos. No me refiero sólo
al caso de España sino que creo que esto es algo que trasciende y ocurre en
muchos países del mundo.
Creo que ello se debe, por un lado a que la clase
política no siempre ha estado a la altura que debía. También a que se ha
olvidado el papel que les corresponde como representantes de la ciudadanía que
les ha votado. Por otro hay una lucha sin cuartel para tratar de demostrar lo
malo que es “el otro” para así tratar de trasladar que “yo soy mejor”. Pero
claro en eso cobra mucha más importancia el denostar a ese contrario que en
lograr la identidad con mis propios postulados. Con ello hay un debate que se
centra fundamentalmente en “lo negativo” . Se vota mucho más “a la contra” que
en favor de unos determinados postulados.
En la situación que estoy describiendo tal vez ustedes
piensen en la que se da en la política española. Creo que en eso aciertan, pero
pienso que esa no es muy distinta de la que se da en otros países como por
Ejemplo Estados Unidos o Argentina (por poner sólo dos ejemplos).
Además tenemos una situación en la que hay un mundo muy
convulso con guerras, con amenazas nucleares, con desastres naturales… Se pone
en cuestión los liderazgos también entre las naciones con dos grandes polos en
el que en uno podría estar lo que podríamos denominar Occidente y en el otro
uno con la Rusia de Putin al frente y con Corea del Norte, Irán…
Este caldo de cultivo es ideal para que aparezcan
“salvadores” que crecen al margen de los partidos políticos. Un caso claro es
el de Donald Trump que logra su liderazgo podríamos decir que “a pesar” del
partido republicano. Pero su caso no es
muy distinto del de Milei en Argentina o el del Calin Georgescu en Rumania. Otro
ejemplo sería el de Yoon Suk-yeol que también en su momento emergió como líder
en Corea del Sur como azote de los políticos que hacían mal uso de su poder.
Pero claro luego este mismo líder coreano impuso la ley marcial por unas horas
y se generó u amplio rechazo social y político.
Ese culto a la persona no es algo que se da
exclusivamente en una determinada ideología política. Un ejemplo y paradigma de
ello vendría a ser en Alemania la “Alianza Sahra Wagenknecht “ en la que el
partido (de izquierdas en unas cosas y conservador en otras) se vincula
directamente a su líder hasta el punto de que se incluye su nombre en la propia
denominación del partido. Además hay que decir que tiene un creciente respaldo
entre la ciudadanía. En España recordemos que Podemos inicio su andadura como
un partido de respuesta a lo que ellos denominaban “casta” y también con un cierto
talante personalista. Otro ejemplo de esta situación sería el partido de Alvise
“se acabo la fiesta” que logro 3 escaños en las últimas elecciones Europeas.
Ceo que hay un cierto peligro social en esta evolución.
En que la crisis de la política lleve a encumbrar a estos líderes personalistas
que se proclaman como “salvadores”. Suelen tener el punto en común de las políticas proteccionistas que
llevan a marcar diferencias entre “nosotros” y el resto ya sea en la economía (con
la política de aranceles) o en la inmigración cercando sus propios países.
Un
ejemplo terrible en esa diferenciación entre “el nosotros y el ellos” nos la
daba Donald Trump. Así en alguno de sus mítines durante la campaña electoral ha
proclamado “que se aplicará la pena de muerte para los inmigrantes que asesinen
a ciudadanos de Estados Unidos”. Esta barbaridad la dice alguien que es el
presidente electo de Estados Unidos. Así
textualmente decía: “Tenemos que hacerlo…estoy pidiendo la pena de muerte
para cualquier migrante que mate a un ciudadano estadounidense o a un agente de
las fuerzas del orden…el Congreso lo va a aprobar”.
En este artículo ni siquiera voy a entrar en el debate
sobre la pena de muerte. Baste decir que soy contrario a su aplicación. Pero lo
que me resulta totalmente escandaloso es que la condena se aplique en función
no ya del delito cometido sino de quien lo haya podido cometer. Si un
inmigrante asesina a un estadounidense según su teoría sería condenado a la
pena de muerte. Pero claro parece que sería distinto si el asesinato lo comete
otro estadounidense y ya no digamos si el asesinado es un inmigrante.
Vamos
que la teoría que defiende Trump es que el castigo se aplicaría en función de
quién comete el delito y no tanto del acto cometido. Que alguien que defienda
estas cosas vaya sea uno de los hombres más poderosos del mundo la verdad es
que da mucho miedo.
Algo
se está haciendo mal para que se este dando esta evolución en el mundo. En ese
sentido los partidos deben ser más abiertos y establecer un discurso en que se
prime más los propios objetivos y no tanto la denigración del contrario. Pero
es un riesgo que esta situación este llevando a que la identidad con un líder
sustituya a la identidad con un partido. En el que las ideas pierdan peso en
beneficio de la identidad con una persona. Necesitamos que vuelva a primar el
pensamiento.