sábado, 19 de enero de 2013

Artículo de Félix Maraña publicado en El Correo el día 19-1-12

El escritor y sociólogo vasco-leonés David Díez Llamas ha publicado un libro que es un manual de advertencia, una llamada de atención sobre la conciencia particular y la conciencia general, por nuestra conducta ante la crisis, por nuestra mala cabeza: ‘¡Irresponsables!’ (Lid, 2012). Es un ensayo que va más allá del análisis de una realidad que bien conoce como sociólogo, dedicado a escuchar, medir y reflexionar sobre asuntos de trascendencia. Lo realmente preocupante es que las cosas que advierte, reseña, puntualiza y desvela David Díez Llamas en su libro tengan que decirse. Son anotaciones que reparan en la escasez del sentido común que embarga a esta sociedad, tan preocupada por el consumo y tan desocupada de todo lo demás. Porque la gran crisis, la verdadera crisis, como se advierte en estas páginas es la de los valores elementales, de esas normas de conducta, respeto y transigencia, que nos enseñaron nuestros mayores, y que hoy se desconocen, desoyen o ignoran olímpicamente, porque todo el mundo está entretenido en su celular electrónico, en mandar mensajitos, a ser posible con faltas de ortografía. En definitiva: vivir en uno mismo, sin mirar alrededor. Aunque la responsabilidad debe ser compartida, tienen mucha más responsabilidad ante la crisis los verdaderos culpables, por haber hecho quebrar incluso el propio sistema financiero, que consideran el mejor de los sistemas. Díez Llamas –sociólogo educado en Deusto y recriado en Bilbao, donde ha construido vida y familia–, analista de mirada amplia nos recuerda de algún modo con este libro de título exclamativo a otro manual, toque de atención sobre la crisis: se trata de ‘¡Indignados!’, de Stephane Hessel. Sobre el ensayo de Hessel hace un apunte de matiz, pues considera que las perspectivas de ambos libros son distintas: «En mi opinión podríamos decir que hay motivos para la indignación pero que también la indignación no es la solución e incluso puede llevar a acrecentar la actual crisis». La tentación ante la crisis ha sido una tentación tan perversa como la misma crisis: echarle la culpa siempre al otro, a los demás, de una situación de zozobra, escasez y miedos. Pero la responsabilidad está en todos y cada uno de nosotros, en el nivel que nos corresponde en este tejido social tan quebradizo y débil. Los límites a esa conducta errática, cuya cresta mayor es la corrupción, está en la ley (para la actuación de los políticos), pero, sobre todo, en la conciencia. Y la mayor inconsecuencia es que los administradores públicos, para justificar lo injustificable, invoquen la crisis para justificarla. En fin, una verdadera confusión, que acrecienta la necesidad de buscar elementos de análisis y miradas a futuro, como la que brinda este ensayo de Díez Llamas. El libro lleva un prólogo de Carlos Espinosa de los Monteros, y dos laudacios de los escritores leoneses Juan Pedro Aparicio y Julio Llamazares.

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