jueves, 24 de enero de 2013

EL FIN DE LA CRISIS DEBERÁ ESTAR ASOCIADO A UN CAMBIO EN LOS MODOS DE CONDUCTA.


Nuestra tesis es la de que las raíces de está crisis debemos de buscarlas en las elevadas dosis de irresponsabilidad con las que se ha operado en el medio social desde muchos y muy variados segmentos. Si esto es así concluiremos que para llegar a superarla no bastarán medidas puramente económicas sino que será necesario promover cambios en los modos de conducta.
En nuestra opinión somos excesivamente dados a ver culpabilidades en “el otro” y mostramos escasa capacidad para ver los modos de conducta irresponsables que se han podido dar en nosotros mismos o en nuestros grupos de referencia. Coherentemente con ello se exige que los cambios en las formas de actuación los haga ese “otro”. Entendemos que ello nos lleva a una situación que podríamos considerar “paralizante”, por cuanto los cambios los hacemos recaer en “los otros”.
Una crisis de las dimensiones de la actual sienta sus bases en las formas de conducta del medio social en general. En ese sentido no es privativa de un determinado segmento (políticos, banqueros…). Nos ha faltado un cierto sentido de la medida que nos lleve a evitar pensar que los recursos económicos o naturales de los que disponemos son ilimitados. Nos hemos planteado demasiadas veces simplemente si algo era “bueno” sin mirar si era “posible”. Parece evidente que se han dilapidado recursos tanto desde el plano de la administración como desde la economía privada.
Nuestra sociedad es cada vez más individualista. Es fácil comprobarlo simplemente cuando caminamos por la calle y vemos a muchas personas que pasan a nuestro lado sin vernos, sin oírnos. Tienen sus auriculares o su atención se fija en lo que puedan ver o hacer a través de su teléfono móvil. Una sociedad responsable es también aquella que tiene en cuenta a las personas que nos rodean. No puedo entender que personas que están juntas se relacionen unas con otras a través de medios electrónicos (que sin embargo pueden ser muy eficaces como medios de comunicación en la distancia).
La iniciativa creadora crece difícilmente en niños a los que sobreprotegemos de modo que les evitamos tengan que solucionar los problemas propios de su nivel de edad. ¿Cómo les vamos a pedir que en un futuro nos soluciones a las crisis si de pequeños todo se lo han dado hecho? Muchas veces los niños tienen juguetes a los que sólo contemplan como actúan. Esa situación es muy diferente de la del niño que crea su propio juguete. Hay que tener en cuenta que Benjamín Franklin definía que el hombre era el animal que fabricaba herramientas. En ese sentido es como si hubiéramos dado un paso atrás en esa evolución. No creo que sea casual que en los países emergentes (los que mejor están soportando está crisis) encontramos niños que fabrican sus juguetes.
Los valores de cooperación y de solidaridad se desarrollan en comunicación con los demás en juegos con otros muchachos. Sin embargo ahora se tiende a que nuestro interlocutor sea una máquina con lo cuál ¿con quién establecemos lazos de cooperación o de solidaridad? Diríamos que la irresponsabilidad se tiende a ejercer desde una individualidad que actúa sin importarle el medio social. En la responsabilidad se hace necesario “tener en cuenta a los otros” pero para ello hay que “verlos”, “oírlos” y “sentirlos”. Diríamos que evolucionamos en la dirección contraria y que todo ello no es ajeno a la crisis que padecemos.
En esta civilización donde se prima la imagen diríamos que con ello se gana en superficialidad y se pierde en profundidad. Sin embargo una sociedad de las apariencias termina finalmente cayendo. ¿Que otra cosa sino, son las llamadas “burbujas”? Es necesario primar las esencias frente a las apariencias. Ello nos dará especialmente soporte en los momentos más complicados cuando los castillos en el aire se van derrumbando.
El primar la fugacidad del tiempo y el presente nos lleva a que nos fallen muchas veces los cimientos. Es como si el futuro quedará demasiado lejos y nos exigiera demasiado esfuerzo de planificación. Pero claro eso nos lleva a crear infraestructuras que luego no tienen aplicación o a hacer polideportivos para los que luego no tenemos capacidad para sostener sus costes, para pagar sus facturas de luz.
Tenemos que en algunas organizaciones se prima con claridad la ineficiencia. Es así cuando reciben igual recompensa económica aquel profesor que se preocupa por sus alumnos y prepara sus clases, que aquel otro que pasa olímpicamente de sus clases (y de sus alumnos). Seguro que todos conocemos casos de este tipo, lo que quiere decir que no son una excepción sino más bien la regla.
Si coincidimos en el diagnóstico, se hace necesario definir unas líneas directrices básicas suficientemente consensuadas y permanentes en el tiempo. Entendemos que la responsabilidad no es algo privativo de ninguna corriente ideológica y que por ello debe ser uno de los pilares básicos de ese consenso social. Hay que evitar que los cambios de gobierno lleven aparejados cambios en esos valores básicos para evitar con ello la confusión social de la ciudadanía sobre las reglas básicas a seguir. Entendemos que las diferencias se deben dejar para los “ramales” pero debería haber una base troncal común. En base a ello habría que tratar de difundir esos valores sociales.
La crisis se superará cuando hayamos sentado las bases para avanzar hacia una sociedad más responsable. Es una tarea fundamental en la que todos debemos participar.
David Díez Llamas. Doctor en Sociología. Autor del libro ¡irresponsables!




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